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nš 63, abril 2025

No quiero convencer, quiero compartir.
Es un desahogo.

x Leo Harari[1]

Fuente: pixabay.com, editado

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I.
Dos olas de pensamiento recorren el mundo. En esta época de grandes cambios y de poca claridad para ver hacia donde vamos, dos corrientes nos llevan, nos empujan, a veces nos tragan en diferentes direcciones.
Una de ellas, fuerte y arrolladora, nos dice que la lucha por la vida es dura y que es la obligación de cada uno pelear por lo suyo, que hay una sola ley, la ley de la selva en que el más fuerte gana. Dice que estamos todos en una feroz lucha por la vida en donde la competencia es el motor principal. Donde el éxito se mide en tener más que el otro, donde la grandeza de un país se mide por sus armas, sus lingotes de oro guardados en los sótanos de los bancos, por su capacidad de producir más y más, aunque sean cosas inútiles y a costa del medio ambiente. Esa ola nos dice que todo tiempo pasado fue mejor, que hay que hacer todo lo necesario para ser grandes “como antes”. Quienes están en ella siempre encuentran un culpable para todos los males, que es el otro, el diferente, el extranjero. Lo primero que les enseñan a sus hijos es decir “esto es mío”. Desprecian al más débil, insultan fácil. Dicen que quieren la libertad total. Pero es la libertad del zorro para convivir con las gallinas, para tener la libertad de comerlas cuando quiera. Esa es la ley de la selva.
 A veces la ley del más fuerte fascina a las multitudes, hace soñar con ser parte de esa fuerza arrolladora pregonada por señores que quieren parecerse a leones, al menos por sus cabelleras. La verdad es que la Ley de la Selva es la que rige para los animales salvajes. Pero no somos animales salvajes.

Hay otra ola, con sus rompientes y sus remansos, cuyas ondas apenas lamen a veces las arenas de la costa y que en algunos momentos producen un tsunami. Esa marea baja y sube. Es la ola de la conciencia de la humanidad de que nos necesitamos unos a otros. Que tenemos que construir una sociedad con reglas que aseguren un espacio de esperanza para todos. Una sociedad solidaria que sea capaz de cuidar a quienes lo necesitan y donde se pueda disfrutar de la posibilidad de ser felices.
La felicidad es un derecho humano. Y si no lo fuera, hoy declaramos que es un derecho humano. Todos tenemos derecho a ser felices. Pero si nos dejamos convencer de que la felicidad es tener muchas cosas, si la felicidad es ignorar la sociedad en la que vivimos, si es tratar de ganar a costa de joder a los demás, entonces estamos confundidos. Ese es el camino de la facilidad, no el camino de la felicidad.  Necesitamos una economía organizada en beneficio del bienestar de todos, no de la acumulación del capital. Necesitamos una sociedad solidaria y honesta, necesitamos paz, educación, trabajo, dignidad, respetando el medio ambiente.
La vida en sociedad es la única posible para los seres humanos. Requiere que nos pongamos de acuerdo. Que haya libertad y que haya conciencia para saber que no es la libertad de abusar de los demás sino de vivir con los demás. Ese es el camino de la felicidad.
La verdadera Ley del más fuerte, para los humanos, no es la ley de la selva, de la explotación y del egoísmo. La ley del más fuerte es la que saca su fuerza de actuar todos juntos, porque todos juntos somos todopoderosos.

 

II.
Estamos bien en una encrucijada histórica para nuestra especie, y probablemente también para muchas otras especies con las que a las buenas o a las malas convivimos. Se suman crisis que tienen consecuencias globales, como el cambio climático, un reparto de poderes a nivel mundial lleno de tensiones e incapacidad para resolver problemas, el fin del multilateralismo, un nuevo armamentismo, etc. Ya no sirven los tambores que llaman a la lluvia, las procesiones con ángeles al hombro, los sacrificios humanos, el gran dictador, el gurú o el profeta. Esta época exige exorcizar broncas y miedos. Broncas de tantas cosas que nos han fallado, de promesas que creímos, de mentiras que compramos y del miedo a un futuro incierto, a los cambios rápidos en la sociedad, en la tecnología e incluso en el paisaje cotidiano. Nos fallaron, y fallamos, sobre todo. Desde el comunismo de Lenin al romanticismo del Che, desde el Sermón del Monte hasta el cura pedófilo en la esquina del barrio. Pero también entendimos mal el sentido del progreso, el poder relativo de la inteligencia y la razón y todavía no sabemos qué es, si existe, la naturaleza humana. ¿Quieren llenarnos de esperanza y darle sentido a la vida pregonando la democracia? Ya vemos hacia dónde va, cuando el extranjero se siente como una amenaza, el pobre como una molestia, el diferente como un apestado, cuando es más importante la libertad del capital que la de la gente. Cuando hay quien regala cheques por un millón de dólares para que voten por su candidato.

Estoy convencido, sin embargo, que hay una inmensa, aplastante mayoría de personas que expresan estas opiniones en miles de formas diferentes, o que las piensan, o las sienten. Proliferan señales al respecto...pero falta una narrativa coherente sobre los caminos a seguir y en eso los movimientos conservadores, supremacistas y reaccionarios tienen la iniciativa.
Creo que es hora de aceptar que tenemos una naturaleza dual que impregna nuestras conductas y nuestra forma de ver la realidad. Dos motores poderosos de supervivencia que pautan nuestra evolución, el egoísmo y el altruismo. Podemos llamarlos el "instinto de conservación individual" y el "instinto de conservación social". Ambos instintos evolucionan y se refuerza uno u otro según las condiciones y circunstancias que nos rodean.  Por ejemplo, el instinto de conservación social se expresa de forma clara en los movimientos supremacistas y xenófobos donde el extranjero, el inmigrante, o cualquier "otro" son percibidos como un peligro para el grupo, hablan del extranjero como una civilización que quiere conquistarlos. Es, sin duda un instinto que no sobrepasa la dimensión tribal. El universo de ésta gente se define como "yo y mi grupo" pero están dispuestos a sacrificarse por ello. En la más evolucionada expresión del instinto de conservación social están quienes son capaces de identificarse con la especie humana y son capaces de sacrificarse por ello.
Buena parte de la sociedad actual, en particular en el Occidente, tiende a reforzar el instinto de conservación individual, alimentar la competencia, endiosar los ganadores. Estamos en sociedades donde el emprendedor capitalista vale más que el buen samaritano, donde los grupos de extrema derecha alientan la identidad social más tribal y restrictiva.

Necesitamos elevar el instinto de conservación social, el altruísmo, al nivel de la especie. Es bien justificado porque la crisis climática nos afecta a todos, como las pandemias y tantas otras cosas.  Los predadores quieren resolver todo a nivel tribal. Nosotros queremos reanimar el humanismo. Entre competencia y cooperación no es necesario elegir, se necesita administrar a ambas en el beneficio común.
Necesitamos darle palabras y sueños a nuestra identidad como especie, ponerle pasión y fe. Los desafíos que enfrentamos exigen esfuerzos colectivos y respuestas innovadoras. Debemos desarrollar una cultura a la altura de nuestras ambiciones. Miles de jóvenes transforman la desesperanza en fanatismo, en indiferencia o en escapismos patógenos. Necesitan planteos políticos creíbles, ideas capaces de dar sentido a la vida, una perspectiva de un mundo mejor. Tenemos que desarrollar el sentimiento de identidad global y construir guías para la acción desde lo más local a lo más global. Hay que ensalzar el altruismo movilizador.

 

III.
Se abre un universo gigantesco de libertad
Cuando un sistema es incapaz de resolver sus problemas éstos se potencian unos a otros, se amplían y multiplican y al fin el sistema se desintegra…salvo que sea capaz de originar un meta-sistema, es decir de metamorfosearse, reorganizarse totalmente a partir de los elementos de los que dispone para crear otro sistema.
Edgar Morin

Esta acumulación de crisis que nos amenaza abre también un mundo de oportunidad. Se desvanecen las viejas maneras de comprender, pensar y organizar la sociedad. Es el momento de crear nuevas. Necesitamos pensar y actuar para sobrevivir al cambio inevitable y encontrar las palabras y los caminos para ir creando un mundo nuevo. Tenemos la libertad de elegir, pero no es un problema que pueda resolverse a nivel personal. Es un problema político y de nuestro sistema de creencias, que concierne a nuestras sociedades y economías que verán su salvación si se transforman en sociedades de buen vivir, de bienestar, de justicia y de dignidad.     

Tenemos varios desafíos principales:
- los que presenta la naturaleza, seamos o no los causantes, como el calentamiento global y sus consecuencias climáticas o las pandemias.
- los que son consecuencia de un modelo económico y social construído en beneficio de quienes controlan el capital y no en beneficio de las sociedades en las que vivimos.
Y no va a haber mas remedio que ocuparse, también y simultáneamente, de superar las relaciones de dominación en el seno de la humanidad por los daños y perjuicios que causan.
 
 Los objetivos globales prioritarios de lucha son:
- enfrentar la crisis climática
- crear un sistema de salud pública universal
- imponer justicia social
- desarrollar la inteligencia natural con más educación y más ciencia.
La economía debe estar orientada prioritariamente a satisfacer las necesidades básicas de todos los seres humanos asegurando la sustentabilidad. El objetivo es construir una economía de sentirse bien y vivir austeramente, de tener una sobriedad feliz.
La solidaridad es la herramienta principal. La cooperación a nivel local y global es la forma de ponerla en práctica.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos es el programa.
En cualquier lugar del mundo y en cualquier época que los convencidos salgan a la calle, que se organicen a nivel local, que elijan sus medios de lucha evitando la trampa de crear una iglesia la cual constituiría un centro de acumulación de poder cuya consecuencia seria la de neutralizar los efectos deseados.

Un millón de hormigas se comen un león, diez mil pirañas se comen un elefante
Es necesario hablar proféticamente, es decir con confianza en que hay un futuro más justo y más feliz. Nuestras culturas tienen superávit de egoísmo y déficit de altruísmo, pero es éste último que nos va a salvar, y es lo que está en el deseo más profundo de los seres vivos. Hay que hablar claramente del amor, del altruísmo, de la solidaridad. No es necesario pregonar un pensamiento mágico ni soluciones sobrenaturales. Lo que llamamos misterio es ignorancia.
La fuente de la esperanza y de la fuerza reside en la toma de conciencia por la razón o por la emoción de que somos, todos juntos, capaces de transformar al mundo. Multitudes pueden cambiar el curso de la historia. El mensaje de religiones milenarias lo confirmamos con las palabras de hoy: 
Existe algo superior a cada uno de nosotros:
Somos nosotros todos juntos ║

Palabras clave:

Leo Harari
Nosotros juntos
Fe
Altruismo

 

 

[1] Militante, ex preso político, columnista de temas internacionales en varios medios, ex funcionario de Unesco, del BID, asesor de OIM, Profe en Sciences-Po Paris, esposo, padre, abuelo, cada día más ateo y anarco.

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