Guía práctica para sobresaltados

x Alejandro Baroni

El ensayo de Héctor Massa publicado en http://www.librevista.com/el-mundo-es-lo-que-los-hombres-hablan-entre-si.html había aparecido en la edición papel de librevista nº 17 (primavera-verano de 1997), integrando la colección Ensayoteca. El número (eran monotemáticos en esa segunda época) fue dedicado a “la riqueza”, como el nº 16 fue a “la pobreza”. Massa ya estaba trabajando en su ensayo filosófico inédito “El mundo es lo que los hombres hablan entre sí”. Al requerirle una colaboración acerca de la riqueza, el poder y aledaños, generosamente nos entregó su texto luego de unos últimos cuidadosos ajustes, de haber conocido números anteriores de la revista y no sin dudas acerca de la conveniencia de hacerlo, pero conjeturo que su reconocimiento del talante políticamente incorrecto de librevista, su gusto compartido por el ensayo y  búsqueda de un pensamiento abierto, no conclusivo, metafórico, aproximativo a las denominadas “zonas de intensidad teórica”, confluía con su idea de la filosofía.
Al salir de imprenta, no le gustó demasiado que su ensayo estuviera en la colección Ensayoteca y no incluído en el cuerpo de la revista y comentó algo enojado que “un amigo” ya le había señalado la inconveniencia de colaborar con librevista. No sé si lo convencí de que la Ensayoteca era algo importante, cuando la presenté algo así como la frutilla de la torta de la revista. Allí estaban publicados Félix Guattari (Esta subjetividad), Rodolfo Livingston (Burocracia, Teoría de la fisura, David y Goliat), Marcelo Viñar (Los jóvenes peligrosos), Sarandy Cabrera (El mundo lujoso de la pobreza) y Víctor Serrón (La enseñanza de Historia en la Secundaria uruguaya).

En noviembre de 2006, gracias al impulso de su  esposa Sylvia Costa, la editorial Artefato publicó Adam y los jabalíes[1] , una selección de textos denominados “de creación literaria” de Massa que incluyó a “El mundo es lo….”, mencionando su edición anterior, con una introducción crítica de Roger Mirza denominada “Construcción y deconstrucción de lo narrativo: una poesía de la intensidad”. En ella, Mirza ignoró la existencia del diálogo ensayístico “El mundo es lo…”  en su comentario, ocupándose sí de los textos restantes. Mirza concluye su comentario literario coincidiendo con Angel Rama y citándolo cuando éste dijo en Marcha Nº 32/1964 sobre Massa: “Creo no equivocarme, ni dejarme arrastrar por el sentimiento, al decir que estamos ante un escritor. Uno de esos, fuera de serie, que da de vez en cuando el país, y que son enriquecedores de nuestro entendimiento de la realidad”. Rama no pudo leer el ensayo “El mundo es lo…” pero Mirza tampoco lo leyó, o es lo que parece (hay otras posibilidades). Si lo hubiera considerado, tal vez habría dado cuenta en su comentario de que a Massa, al final de su vida y en plena productividad, y como evidencia “El mundo…”, no le gustaba hablar del “entendimiento de la realidad”, que no separaba “fenómenos o apariencias de sus comportamientos sistemáticos, comportamientos éstos que solo existen como tales en cuanto registros conservados en cierto tipo de conversación”,  o cuando inefablemente le dice al interlocutor que defiende la “realidad en serio”: “¿no ves acaso que el hombre vive siempre en relación con lo disponible y como un disponible entre otros?”.

No sé si fue recibido debidamente este diálogo – ensayo. Sí sé que fue leído o contemplado por quien tuvo interés en la temática. Pero no fue debidamente comentado (¿entendido?) La soledad intelectual de Massa, evidente para quien lo pudo conocer en sus clases, sus propuestas didácticas, en su actividad docente e investigadora en el Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidades y Ciencias, persistió hasta su fallecimiento en 1999. Y parece continuar casi dos décadas después en esta provincia, a pesar de que este texto resuena dentro del debate filosófico y político contemporáneo del “mundo”.

El diálogo
No conozco la obra del autor en su conjunto – mucho está inédito y lo editado reclama más intenso estudio y reflexión – pero me atrevo a conjeturar que el ensayo dialógico “El mundo es lo que los hombres hablan entre sí” es un fruto maduro de su pensamiento, donde argumenta enérgica, irónica y didácticamente en pugna con posiciones que se sostienen hoy extendidamente en la academia, intelectualidad y el sentido común. Allí aparece su intención de hacer una filosofía concreta, constructivista, en proceso, aproximativa a intensidades teóricas, nada estructuralista y sistemática. Como en todo pensador, sus producciones recogen lecturas, elecciones de autores, delimitaciones obvias dentro de la enormidad disponible publicada, gustos, olfatos, imágenes, aires de familia, diálogos, discusiones encaradas. Años antes, en sus estudios sobre la lógica, se había detenido en las matemáticas intuicionistas y constructivistas estableciendo analogía entre su negación y la negación hegeliana[2] . Sus  intereses puestos en el movimiento dialéctico hegeliano lo condujeron a la dialéctica negativa de Adorno y su desconfianza por el concepto.
Esta es una conversación acerca de la conversación. En este diálogo de arquitectura platónica recoge estos y otros antecedentes y aplica duros golpes a las bases platónicas del pensamiento. No hay esencias ni entendimiento de la realidad, sino que “el mundo es lo que los hombres hablan entre sí”. El “bien”, la “belleza” y la “justicia” son casi solamente mencionados por el interlocutor que recibe el planteo conversacional. En un clima intelectual durante las décadas del ochenta y noventa que incorporaba las reglas y modos del lenguaje al conocimiento y la interpretación, Massa habla de una “conversación” entre los hombres[3] . Esa “conversación” la toma en sentido amplio, incluyendo enunciados, opiniones, tesis filosóficas, leyes científicas, valores morales que se presentan en la ciudadanía y confluyen hacia acuerdos (a través de desacuerdos) y “contratos” provisorios, siempre provisorios, carentes de una estabilidad, incluyendo lo útil, irónico, lo trivial o lo sublime, según un intercambio que hace que las personas vivan “en el mismo mundo”. Sostiene que la gramática y la sintaxis, las reglas de esa “conversación” las controla el “poder”, el “verdadero regente de lo que los hombres hablan entre sí”. Así se llega a acuerdos sobre el saber, provisorios, acuerdos sobre la ley internacional, provisorios, acuerdos laborales, constitucionales provisorios también y otros, regulados por el “poder”. Al final del diálogo, menciona un “fármaco errático, débil y vacilante” contra el poder.
Desde luego, no define el concepto de poder. Lo describe, aproxima, usa metáforas[4] : “exigencia creadora [en el intercambio (ed.)] de sus propios criterios de eficacia”, la “cosa más abstracta del mundo” y “consiste en cierto enlace – en apariencia indestructible – entre la inmediatez que él crea y su avidez de abstracción”… “se encapulla en el pensamiento abstracto, en las dicotomías impasibles entre el ver y la acción, en los procedimientos civilizatorios que pretenden encauzar el flujo autónomo de las imágenes, sometiéndolo [al pensamiento abstracto (ed.)] a la sintaxis conceptual”, “acecha a las realizaciones óptimas donde encuentra – al infiltrarse en ellas – el más poderoso nutriente de su proliferación”…”la materia o el contenido que te complaces en llamar la realidad es el significado disponible del cual echa mano y se adueña el poder”… “desconfía de los que dicen que el poder es un medio, porque siempre y  en todos los casos él es el fin de sí mismo, esa alianza complaciente entre un desasosiego que inventa límites allí donde podría no haberlos y un sueño que quisiera derogar los límites ineluctables, los del tiempo, el espacio, la muerte”… “cuando [ el poder (ed.)] sueña, no por ello pierde realidad eficaz y aún pudiera ser que la acrecentara” … “esa conexión entre signos[5] y cosas – ciertamente la operación por excelencia del poder”… “Desde el punto de vista del poder, la función principal de los signos no es representar sino más bien rehacer la fidelidad de la representación a las cosas significadas.  Y si algo representan  [los signos (ed.)] es la voluntad de terminar con la representación y sobre todo con la autonomía expresiva de la representación”.
Para Massa, la realidad de las cosas, en tanto inteligibles y disponibles para los humanos, es el producto de esa conversación y la conversación es entre el oprimido y el opresor. “Así procede la figura dinámica, flexible, pero finalmente unitaria de la dominación, a saber, creando para los oprimidos una naturaleza incomprensible o inaveriguable – a la vez que englobante – y para los opresores, el arte que dirige en secreto esa naturaleza”.

El comentario
Ya dicho, la “conversación” que introduce Massa es la constructora del mundo inteligible y disponible, producto de un diálogo humano provisorio, perfectible, que conduce a acuerdos y contratos en proceso permanente, y difiere de las posturas tan comunes acerca de que el conocimiento es un acercamiento a la realidad tal cual “es”. En el texto no se pone en discusión si la “realidad” es extrahumana o no, si hay una realidad en serio y otra hablada: los que hablan así, “hablan simplemente de otra cosa”. Ironiza: “acaso creas que hay sustancias y cosas ultradiscursivas sobre las cuales conversamos” A Massa solo le interesa hablar de cómo se produce la inteligibilidad de lo disponible entre los humanos, que construye un “contrato”, figura elaborada concreta por un encuentro de lenguajes, en un mundo más complejo, más desordenado que antes, en el que la complejidad creciente recibe el antídoto de una también creciente información disponible, la que hace posible un cierto ordenamiento[6] . Sobre todo, se interesa en cómo hablan entre sí los opresores y los oprimidos, los poderosos y los débiles, los ricos y los pobres, los voluntariosos e indecisos, los seductores y seducidos, “casi” todos los inteligentes con los no tan inteligentes. Amante de la autonomía de expresión de lenguaje, palabras e imágenes, nos dice que el poder intenta adueñarse de esos signos, estableciendo una “fidelidad” conservadora de esas palabras e imágenes a las cosas para preservar lo normal, lo aceptado, sin desviaciones, en contra de las representaciones autónomas que puedan generar los oprimidos y dominados[7] . A la vez, dice que el poder es “esencialmente metonímico”, confundiendo el signo con las cosas. Pero no hay comportamientos desdeñados por el poder, cualquier idea, metáfora o lenguaje puede ser colonizada y redirigida por el poder, como por ejemplo en este texto se cuela tal vez (in)advertidamente “hombres” en lugar  de “humanos”. Es digno pero ineficaz plantearse una vida por fuera de los lugares y lenguajes que frecuenta el poder, hacia una “edad de oro”, según una “vida poética” que bien mirada nunca fue inocente y “forma parte de uno de los programas alternativos del poder”. Es que el poder no tiene un lugar físico, no tiene dueño ni apropiador, es una actividad. Massa, cauteloso, presenta su defensa práctica contra el poder, a la que califica de fármaco débil y vacilante: “siempre habrá hombres que “dediquen toda su energía no a la justicia genérica… sino a aliviar el dolor de seres sensibles… concretos a más no poder”. Ese fármaco contra el dolor vacila entre el sueño de la razón que engendra monstruos y la vigilia de la razón que muchas veces hace lo mismo.

Veamos algunas conversaciones:

Una.- Un instituto cardiológico renombrado interviene a una paciente con infarto de miocardio con éxito, la persona sale de su estado crítico y puede retomar con precaución sus tareas cotidianas. Sin preguntar concretamente a la paciente acerca de su vida  y avatares, salvo si era fumadora y comentarle que el colesterol estaba apenas alto, el equipo de alto nivel institucional e internacional definió un diagnóstico: fumadora y una estrategia: debe dejar de fumar, tomar medicamentos químicos de por vida,  recomendaciones para la dieta y bajar esfuerzos físicos por un tiempo. Cada tres meses deberá ser sometida a análisis. La conversación entre el instituto y la paciente terminó allí, porque la paciente pertenecía al espacio del signo estadístico médico. Nadie le preguntó acerca de su situación anímica, emocional, laboral o familiar. La paciente fue una abstracción, no una persona concreta para el poder médico.

Dos.- En física, la teoría de cuerdas es un intento por unificar la teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica. Esta última, si bien ha sido adecuada para el estudio subatómico no ha ofrecido respuestas satisfactorias para la gravedad, por lo que se abrió el campo de las ondas gravitacionales. Diversas comunidades, de cien o poco más investigadores científicos cada una se disputan la atención oficial y los fondos disponibles. También hay reproches que sostienen que las cuerdas se llevan demasiado dinero para sus intereses, o que los físicos teóricos que esperan confirmación experimental para sus teorías logran lo mismo. Es una conversación. El premio Nobel de física  2017 fue obtenido por tres físicos del Observatorio LIGO [8] por su trabajo en las ondas gravitacionales, que dicen haber detectado. Por su lado, desde el Instituto Niels Bohr (NBI) ha planteado objeciones fundadas, metodológicas y teóricas, acerca de esos resultados. Sin embargo, por el momento y hasta nuevas “conversaciones” o construcciones de la realidad, los fondos en disputa fluirán con más agilidad hacia el campo premiado.

Tres.- Se menciona demasiado recurrentemente que hay un “núcleo duro” de pobreza, “estructural”. Por otro lado, las estadísticas dicen que han disminuido la pobreza  y la indigencia en esta última década uruguaya. Y se publican cifras de encuestadoras que “avalan” la tendencia. La gente que vive y visita barrios con muchos niños no vive demasiado en esas estadísticas. Otra conversación.

Cuatro.- El nacionalismo ha sido bandera de casi todas las burguesías en ascenso, que invocan el apoyo de su “pueblo” para formar Estados nación, o independencia de otros al comienzo del siglo 21. Es interesante seguir la conversación del proceso de convencimiento utópico sobre la realidad nacional que intentan y muchas veces logran.

Cinco.- Una hábil manera de desmovilizar voluntades y debilitar su potencia es la teoría del titiritero/poder imperial mundial que determina invariablemente sentimientos, modas y tecnologías, delinea e inspira derechos feministas, sexuales y raciales. Tan fuerte es esa imaginativa abstracta digitada por el poder limitador de algunos, “encapullado” en un títere abstracto, que puede desanimar – aunque no lo consiga del todo – a las decisiones de lucha y acción práctica liberadora.

En el diálogo se despliegan con ira y didáctica inestables dos afirmaciones tajantes: el mundo es la conversación (“la más humana de todas las verdades”) y el poder la regentea. Luego, se presenta el impulso del espacio disponible para una mejor actividad humana, sin disimulo de dudas, preguntas, ignorancias y ambigüedades explícitas.
Por momentos, en el texto parece que el poder fuera una especie de fetiche, algo así como un espíritu al acecho de las conversaciones entre los hombres, pronto para intervenirlas de inmediato y regentearlas, como algo ajeno a lo humano. También es presentado como lo más “abstracto del mundo” (la abstracción no deja de ser producto humano), una vocación versátil, una estrategia hábil, un arte secreto, que aparece y desaparece para dirigir aún en las buenas acciones, para fijar límites sensatos donde podría no haberlos y al mismo tiempo proponer sueños o utopías en contra de lo ineluctable. Es una de las ambigüedades, tan caras para Massa, que tensiona el texto, entre la estrategia variopinta y asistemática de una figura aparentemente externa, y la actividad propia en pugna dominante de los seres humanos que hacen el mundo. Está un Hegel y está un otro Hegel pragmatista. Otros  espacios abiertos para la práctica y creación humana presentados en el texto es la tensión  entre el uso de la metáfora y la ira del pensamiento que quiere ser directo, la potencia de la dominación en la sociedad global y la propia de los pequeños municipios, la ambiguedad sin reglas entre el sueño de la razón y su vigilia, ambas engendradoras de monstruos.  
Luego de dibujar la escabrosa e inquietante escenografía de la conversación inevitable, Massa decide presentar a un antídoto: los seres humanos “que en el vilo de no sé cual sobresalto” enérgica y concretamente intentan aliviar el dolor de los seres sensibles. Ese es su “fármaco” débil y vacilante contra el poder, aunque tenaz. A su modo, el autor advierte a esos sobresaltados acerca del mundo, las sociedades y los mismos hombres.

 

 

[1]   Héctor Massa, Adam y los jabalíes, Editorial Artefato, Montevideo, noviembre 2006.

[2] Héctor Massa, Reflexiones sobre la dialéctica, Cuadernos de Marcha, Tercera Epoca, Número 14, diciembre 1986, reeditado en Héctor Massa, Estudios filosóficos, Ediciones Trilce, Montevideo, 2012.

[3] Sin incluir en los términos del “discurso” a las acciones humanas en su conjunto, como hicieron abstractamente autores como Laclau y Mouffe. Ni, por las dudas, adherir a visiones que introducen la “hegemonía”.

[4] Aunque previene: “el exceso de metáforas me disgusta porque culmina adormeciendo fácilmente la justa ira del pensamiento”.

[5] Palabras, imágenes, sin entrar en teoría lingüística.

[6] Ver Murray Gell-Mann, El quark y el jaguar – aventuras en lo simple y lo complejo, Tusquets editores, Barcelona 2003, pp 246 – 250. Un estudioso multidisciplinario, Nóbel de física, habla sobre la producción y aventuras del pensamiento. Vale recordar que es de buena práctica evitar la extrapolación de leyes físicas a las sociedades humanas, aunque pueda ser una metáfora útil.

[7] Es inevitable colocar aquí los aires de familia que soplan junto con el pensamiento de Michel Foucault acerca del poder.

[8] Laser Interferometer Gravitational-wave Observatory

 

 

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