Psicopolítica

x Byung-Chul Han[1]

Han es profesor de filosofía en la Universidad de las Artes de Berlín. Esta publicación de 2013 es del libro “En el enjambre” por el título de uno de los ensayos allí incluídos, siendo el último de ellos “Psicopolítica”. Este texto refiere a lo que el autor entiende como superación contemporánea de la biopolítica introducida por Michel Foucault en un curso de medicina en la Universidad del Estado de Río de Janeiro en 1974 y que luego desarrolló en su obra, particularmente en su Historia de la sexualidad. Este breve y conciso ensayo anticipó la publicación del libro “Psicopolítica – Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder”, publicado en alemán en el 2014, y en castellano por la Herder Editorial en noviembre del mismo año.
Publicaremos un comentario de Psicopolítica en este mismo número anudándolo con otros ensayos sobre la investigación en física y el pensamiento de Carlos Vaz Ferreira.
Los links e hipervínculos son agregados de esta edición. (Nota del editor)

            Según Foucault, desde el siglo diecisiete el poder no se manifiesta ya como la capacidad que el soberano tiene de imponer la muerte, sino como biopoder. El poder del soberano es el de las armas. Amenaza con matar. En su lugar, el biopoder opera en la “incitación de reforzamiento, de control, de vigilancia, de aumento y organización de las fuerzas que somete”. Tiende a “producir fuerzas, a hacerlas crecer y ordenarlas más que obstaculizarlas, doblegarlas o destruirlas”[2] . El poder de muerte del soberano deja su lugar a  una administración y un control cuidadosos. El biopoder es, en esencia, de malla estrecha, más preciso que el poder de muerte, que gracias a su incivilidad no representa ningún poder de control. De esta manera, interviene en los procesos y leyes biológicos, por los que la gente es encausada y dirigida.

            Pero el control biopolítico comprende solamente factores exteriores, como la procreación, el porcentaje de mortalidad o el estado de la salud. No es capaz de penetrar o intervenir en la psijé de la población. También el Big Brother en el panóptico de Bentham observa solamente la conducta externa de los habitantes silenciosos, sin lenguaje. Sus pensamientos permanecen ocultos para él.

            Hoy se opera otro cambio de paradigma. El panóptico digital no es ninguna sociedad biopolítica disciplinante, sino una sociedad psicopolítica de la transparencia. Y en el lugar del biopoder se introduce el psicopoder.  La psicopolítica, con ayuda de la vigilancia digital, está en condiciones de leer pensamientos y de controlarlos. La vigilancia digital se distingue de la visión del Big Brother, que no es fiable, es ineficiente y perspectivista. Y es tan eficiente porque carece de perspectiva. La biopolítica no permite ninguna intervención sutil en la dimensión psíquica de los humanos. En cambio, el psicopoder está en condiciones de intervenir en los procesos psicológicos.

            Hace algún tiempo, Chris Anderson, redactor jefe de Wired,publicó una nota sorprendente con el título “El final de la teoría”. Este autor afirma que los conjuntos de datos cuya magnitud es imposible de representar harían superfluos por completo los modelos de teoría: “Hoy empresas como Google, que han crecido en una época con datos enormemente abundantes, no tienen por qué  elegir modelos erróneos. Ni siquiera tienen que decidirse por ningún modelo”. El análisis del big data (la enorme masa de datos. Trad.) permite conocer modelos de conducta que hacen posible los pronósticos. En lugar de los modelos de teorías hipotéticas se introduce una operación directa de datos. La correlación suplanta la casualidad. Sobra la pregunta del por qué ante el es así.  “Queda de lado toda teoría de comportamiento humano, desde la lingüística a la sociología. Olvida la taxonomía, ontología y psicología. ¿Quién sabe por qué la gente hace lo que hace? El hecho es que lo hace, y nosotros podemos seguirlo y medirlo con una fidelidad sin  precedentes. Con datos suficientes, los números hablan por sí mismos”[3] , dice Anderson.

            La teoría es un constructo, un medio auxiliar, que compensa la falta de datos. Cuando se dispone de suficientes datos, la teoría es superflua. La posibilidad de extraer modelos de conducta de las masas a partir de grandes cantidades de datos marca el comienzo de la psicología digital.
            Cada modelo nuevo revela un inconsciente. Así, la cámara permite el acceso al “inconsciente óptico”: “Con el primer plano se ensancha el espacio y bajo el retardador se alarga el movimiento (…) Así es como resulta perceptible que la naturaleza que habla a la cámara no es la misma que habla al ojo. Es sobre todo distinta porque en lugar de un espacio que trama el hombre con su consciencia presenta otro tramado inconscientemente (…) Nos resulta más o menos familiar el gesto que hacemos al coger el encendedor o la cuchara, pero apenas si sabemos algo de lo que ocurre entre la mano y el metal, cuanto menos de sus oscilaciones según los diversos estados de ánimo en los que nos encontramos. Y aquí es donde interviene la cámara con sus medios auxiliares, sus subidas y sus bajadas, sus cortes y su capacidad aislativa, sus dilaciones y arrezagamientos de un decurso, sus ampliaciones y disminuciones. Por su virtud experimentamos el inconsciente óptico, igual que por medio del psicoanálisis nos enteramos del inconsciente pulsional[4] .

La cámara es un medio que hace aparecer algo, algo que no ven nuestros ojos, o sea, lo ópticamente inconsciente. La investigación de datos hace visibles modelos sociales de comportamiento, de los cuales no somos conscientes como individuos. Y, de esta manera, aparece el inconsciente colectivo. Por analogía con lo ópticamente inconsciente, podemos denominarlo inconsciente digital. En este sentido, el psicopoder es más eficiente que el biopoder, en cuanto vigila, controla y mueve a los humanos no desde afuera, sino desde adentro. La psicopolítica digital se apodera de la conducta social de las masas, pues echa mano de su lógica inconsciente. La sociedad de la vigilancia digital, que tiene acceso al inconsciente colectivo, al comportamiento social predictible, desarrolla rasgos totalitarios. Nos entrega a la programación y el control psicopolíticos. Así ha superado la época biopolítica. Hoy nos encaminamos a la época de la psicopolítica digital. ║

[1] Edición original: Im Schwarm, Matthes & Seitz Verlag, Berlin, 2013. Traducción del editor de librevista

[2] Michel Foucault, Historia de la sexualidad, La voluntad de saber, México, Siglo XXI, 2005, p.165.

[3] El salto que pega Anderson será uno de los puntos del comentario de este ensayo a publicarse. Las opiniones de Han y de Anderson pueden conectarse con el apartado Pensar por sistemas y pensar por ideas a tener en cuenta, de Carlos Vaz Ferreira, Lógica Viva,  http://www.librevista.com/carlos-vaz-ferreira-logica-viva.html  (Nota del editor)

 

 

 

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