Abrimos el Nº 33 con alegrías renovadas y recultivadas. Qué número, ¡es el treinta y tres!

No queremos prometer nada porque después quedamos pegados por no cumplir con el interés de tantos y calificados lectores y lectoras. Pero algo hay en preparación (shhhhhh: una conversación sobre la opera mayor de Mario Bergara y colaboradores afines, por si interesara la opinión explícita de los conductores del estado en los gobiernos del Frente Amplio, y un comentario sobre el editorial de Bernie Sanders para el New York Times)

Como dijo recientemente el Menchi  Sábat- dibujante y opinante pobre según él- que sería locura pensar o conformarse con que uno influye en algo con lo que hace. Más bien se gana una vida, o una alegría, o una tristeza, pero sobre todo la inconmensurable sensación de placer que da el hacer.

Este treinta y tres lo comenzamos con una confesión de Antonio Negri, el pensador italiano, acerca de sus afinidades filosóficas, que por cierto intuíamos más o menos ocultas por el disimulo saludable y necesario para el desarrollo de debates con adversarios que se presentan como coherentes, incapaces de decir una cosa y luego la otra, o imperturbables conservadores eternos de una tradición, o devotos de la “crítica” ajena por completo a los devenires y rarezas de la práctica cotidiana, esa libre de purezas y coherencias. Si leemos se ve que Negri desarma a toda esa fauna del poder filosófico que pulula en ambientes de pensamiento y particularmente en los cenáculos profesorales de nuestra Universidad de la República, y no sólo allí.

Sumamos una conversación entre el escritor Immanuel Wallerstein y la recientemente fallecida filósofa y activista Grace Lee Boggs quien estuvo radicada en Detroit, Estados Unidos. Impacta la manera en que ambos dejan de poner nombres a las cosas. Si viene un socialismo, un nuevo capitalismo o algo peor en los próximos cincuenta años, no es algo que les preocupe denominar. Te invitan a empujar por un posible mundo mejor, nada más y nada menos. Te dicen que los poderosos también están pensando en un cambio.
Para Wallerstein, el sistema capitalista o el moderno sistema mundial tiene los años  contados, se fue irreversiblemente de su equilibrio y ya no puede restaurarse. El influyente pensador mete aquí sus concepciones de equilibrio, estructura y sistema que pensamos discutirle en un próximo ensayo de este número. Sólo por adelantar una idea, no creemos que el “sistema” sea un edificio cuya estructura pierde su vertical equilibrada, más bien son los habitantes de ese edificio quienes lo construyeron, lo reformaron y se mudaron quienes rompen o no rompen el estado de cosas.
Este diálogo vale además por la intensa concentración en la práctica social que muestran Boggs y Wallerstein, y en la presencia explícita de la incertidumbre, ese estado que pone las cosas en nuestras manos.

Cerramos el número con un comentario sobre las recientes elecciones norteamericanas, ubicándonos como ciudadanos del mundo.