www.librevista.com nº 47, abril 2022

Elogio de la ideología de género
(prólogo)

x Alejandro Baroni Marcenaro

Todo lo que han escrito los hombres sobre las mujeres debe de ser sospechoso, pues son a un tiempo juez y parte.
Poullain de la Barre (1673) citado por Simone de Beauvoir en El segundo sexo (1949)

Hacer por la coesistencia es hacer por la esistencia
El Pulga (personaje de Julio E. Suárez, Peloduro) (1964)

Comprendí que yo misma mantenía una relación de combate y antagonista a ciertas formas de feminismo, aunque también comprendí que el texto pertenecía al propio feminismo.
Judith Butler en El género en disputa (prólogo de 1999)

¡La ideología! esa mina persistente

En sentido amplio, cualquier hijo o hija o hije de vecino pasa la vida con valores, sentimientos, preferencias, cercanías, lealtades que muestran algo que es mejor o peor, según esas preferencias. Las creencias no son credulidades necesariamente, pueden serlo, ni recelos en principio, pero si lo fueran no les quita su carácter valorativo. Esas elecciones pueden no estar ordenadas, y mucho menos estructuradas o sistematizadas, y muchas veces inconscientes, o adjudicadas a las enseñanzas de madre o padre, parientes, de amigos, de vecinos, de maestras y maestros o profesores referentes. Un golpe de afecto de una amistad puede destruir años educativos trabajosos, familias y hermandades supuestamente indestructibles. Esas opciones muy rara vez se escriben o se explicitan, aunque sí se hablan y expresan. Enmarcadas por esas preferencias o sentimientos o intuiciones más presentes, se transita la vida, de manera dura, placentera o privilegiada, investigativa, teórica, racional, sentimental, rigurosa, bucólica, amargada o esperanzada.
De paso, para mirar más a algo cotidiano, la vida rentista, especuladora o hereditaria  también señalan cosa ideológica,  así como estar señalando intelectualmente a la oscuridad del mundo, sistemáticamente victimizados, considerando la suya como la peor situación que la humanidad ha experimentado.
En un sentido más amplio que el de Beauvoir, no es novedad alguna, entonces, que cualquier ideología deba ser considerada “sospechosa”, nada inocente, legítima y merecedora de conversación y debate.

Así, por ejemplo, si un hombre cree en la máxima “no hagas con la mujer lo que ella no quiera”, cimenta una básica ideología, o, si por el contrario declara sentirse con las manos libres para ser un depredador con las mujeres, delinea otra, o si no se expresa y hace lo que se le canta, también perfila ideología. Esto adentro del hogar como afuera.

Ya no estamos en las épocas en que se consideraba a las ideologías como “enmascaramientos de la realidad” o “alienaciones”, bajo una base cientificista o positivista que busca limpiar de máscaras, liberar la razón de los sentimientos y valores, colmar de evidencias computables a la vida, o confundir la realidad con el dato necesario e inevitablemente seleccionado y construido con la técnica más refinada.

Persistiendo con ejemplos cotidianos, sin duda las intenciones de base ideológica persisten al denominar (e intentar que se lo crea) al asalariado rural como “miembro de la familia” mientras trabaja de sol a sol. Y las dificultades para cobrar según laudos previamente acordados y goce de licencias y aguinaldos que queden registrados debidamente. Hasta las ideologías de tipo feudal o señorial aparecen cuando alguien se atreve a hablar de ellas. Aunque no sea necesario irse tan atrás – el pasado se va acumulando en la memoria, el cerebro y los genes – es muy común hoy buscarle la vuelta para reducir el pago de las obligaciones salariales y compensativas, con convicción y creencia de que es justo y natural. Así, las propuestas desde el poder como “esperá que ya viene el derrame” y “ejercé tu libertad responsable en las condiciones que yo determino” son de una persistencia vigente.

Creer en reyes, estados y ejércitos que conducirán y protegerán a la patria no es un ejemplo menor, o depositar confianza en caudillos redentores es otro. Que la patria sea la bandera es ilustrativo. Y rechazar en nombre de creencias que una mujer con las tetas al descubierto pinte consignas en una iglesia que la determinó puta si cogía con placer o no quiso parir es una cosa ideológica compartida entre la banda editorialista del diario El País de Montevideo y el Monseñor cardenal. E interponer dudas en la prensa y chicanas deliberadas para evaporar un proceso judicial, aún desarrollado con las garantías legales correspondientes. Es ideológico que se salte como primera reacción ante ese tipo de procesos y se diga que faltan las garantías para los acusados, cuando de lo que se trata, precisamente, es que si hay una denuncia haya un debido proceso, sin desestimar la denuncia a priori. Así como es creencia ideológica decir “yo te creo” a una presunta víctima en lugar de “yo te escucho y estoy para ayudar”. Resaltar los casos en que las denuncias no han sido comprobadas y no subrayar las comprobadas es otro desliz ideológico. O señalar ejemplos de mujeres violentas en su hogar para diluir la violencia doméstica de varones.
Nunca en estado puro, como no puede dejar de ser, las creencias y valores acompañan la vida humana y de toda especie que maneje algún lenguaje. Si lo anterior es acertado, o aceptablemente argumentado, no hay que temer hablar de ideologías en el sentido expuesto, porque “meter ideología” en un discurso es inevitable y hacerlas ver es de gran necesidad y urgencia.

 

El feminismo, piedra en el zapato   

El feminismo, en todas sus variantes, en todas sus “etapas”, “olas” e historias, según abundantes estudios que no se pueden registrar debidamente aquí, ha pasado por una etapa con énfasis en la equidad respecto a los hombres, por la etapa que subraya las diferencias e identidades tal como se observa aún en grupos de Uruguay y Argentina, y puede mencionarse otro paso que no borra lo anterior y que empieza a madurar: el que considera al feminismo como una actitud política, biopolítica y mejor dicho, humanapolítica, con valores, abierta para toda persona, en permanente construcción y lucha. En esta última línea está la afirmación de que cargar ovarios no es necesariamente garantía para defender a las congéneres abusadas, discriminadas, maltratadas o que están suspendiendo por su voluntad el embarazo.  

Todas esas variantes feministas, que se acumulan de alguna manera en la memoria hasta el presente, son consideradas por el conservadurismo bruto como practicando una “ideología de género” que enmascara la realidad de justicia que imperaría, y que pone “injustamente” a los hombres a la defensiva. Es necesario mencionar a los aún presentes mandatos de que la mujer en la casa con los hijos y que los hombres están para traer el dinero, o el lenguaje y práctica propietarista de que “es mía”, que un hombre se sienta mujer sea un “degenerado” o “antinatural”, y viceversa. Las reacciones conservadoras ante las opciones sexuales también son ideológicas.
 
Introducir en los estudios sociales, en las encuestas, una perspectiva que compara, investiga, registra derechos, obligaciones y prácticas culturales de hombres, mujeres o personas transgénero es un valor contemporáneo que apunta a romper las vergüenzas discriminatorias. Si se rechaza, se está presentando otro valor ideológico. Si se insiste en los valores de la familia tradicional, es una fuerte creencia ideológica. Si se proclama que las leyes y la constitución son suficientes sin necesidad de comisarías para la mujer, o leyes que intentan combatir los picos de femicidios es otro valor. Ponerse en alerta si alguien desaparece y alegrarse si aparece es valor. Burlarse diciendo que “no pasaba nada y son unas rompebolas ováricas” exhibe otros valores. Si un vecino contempla la violencia sobre su vecina y se calla la boca pensando que el hogar es “sagrado e inviolable” pinta su creencia. Pretender refutar la extendida violencia doméstica hacia las mujeres con ejemplos de mujeres que hayan mentido “para quedarse con los hijos” es prueba o dato insuficiente. Aquí hay que introducir procedimientos de investigación estadísticos.  En este campo no funciona la teoría de la refutación ingenua de Popper, salvo que se compruebe que la mayoría de las mujeres digan que son violentadas cuando no lo fueron, o que mientan sobre lo que pasa cuando caminan por la calle, o que las tobilleras electrónicas antiviolencia familiar estén mayoritariamente en tobillos de mujeres, o que sean mayoritariamente mujeres las que ocupan cargos de decisión.
Desde luego, las denuncias contra abusos de un género a otro deberían ser tramitadas debidamente en organismos de arbitraje, restaurativos y judiciales con todas las garantías formales. Aunque se verifique una y otra vez que importantes estudios jurídicos defienden a violadores diciendo que la víctima “era mayor de edad” y que determinados actos con violación fueron “consentidos”. Sin novedad alguna, la lucha para que no haya justicia de ricos y ricas y justicia de pobres no desaparecerá mientras haya ricos y pobres, instituciones que lo disimulen e ideologías que lo sostengan.

 

Lucha de géneros (confirmando lo poco que se lee a Vaz Ferreira)

A continuación interesa anotar aquí por un instante lo que puede caracterizarse como lucha entre ideologías de género femenino e ideologías de género masculino. Y esa verificación conlleva una inquietante extrañeza, parafraseando a Freud. Una especie de lucha de géneros, cada cual con sus banderas más o menos irreconciliables. Con argumentos que oponen falsamente a dolores de varones con dolores de mujeres y con dolores de disidencias, como si no debieran ser considerados y atacados cada uno de ellos.

Junto a, y colaborando con los conservadores y reaccionarios tradicionalistas juegan los universalistas del derecho suficiente, normativistas, neutralistas valorativos o formalistas lógicos que expresan una variante de “ideología de género” que decora esa conservación sin ganar su respeto. Las sutilezas no ganan demasiado interés por parte del ancho bando que reacciona. Y menos las multitudes que no entienden de neutralidades valorativas. Vale igual graficar su grado de endeblez argumentativa: estas sutilezas llegan a sostener que la mayoría de las personas privadas de libertad son varones y que las víctimas de homicidios son varones en su mayoría, planteando una falsa oposición bien ruidosa con las demandas feministas, además de omitir que la mayor parte de los homicidas son varones. En su lucha defensiva de género y ataque al feminismo, presentada como neutral, tal vez sugieran que éste debería luchar por mayor cantidad de mujeres presas, o algo mejor, que hayan menos presos varones. No, el feminismo es un movimiento y no un partido político que sí debe entender sobre todos los problemas sociales.
Ahora bien, cualquiera que haya ido a visitar penales de reclusión para hombres puede ver que las visitas son en gran mayoría mujeres: madres, parejas, hijas, hermanas van a visitar el preso, a sufrir esperas y maltratos, a llevar sus paquetes con ropa, alimentos y golosinas.

Esta lucha de géneros entre dos tribus reducidas maniqueas que viven en sus burbujas, aunque con sus espacios de influencia nada despreciables, inquieta y necesita de interpretación. 

Se entablan peleas interminables entre el uso de la letra “o” según la Real Academia Española y el uso de la letra “e” o “x”, según una voluntad de caracterizar o indeterminar. Esto aplicado a la lengua española, en inglés no corre en el pronombre plural, they es ellas, ellos y elles al mismo tiempo y algunos pocos textos usan el she (ella) para denotar genéricos.
Con la importancia debida que conlleva el uso del lenguaje, es claro que las palabras son hechos siguiendo a Wittgenstein, no se debería pensar que denotar con “o” masculina es inocente, o con “e” - más disolutivo de género que inclusivo de las minorías transgénero - es inocente, pues ninguno carece de lealtades. Este es un típico ejemplo de conflicto en lenguajes que habría que disolver redescribiéndolo, y sacándolo del marco de lenguaje exclusivamente.
A los efectos de este corto prólogo, y proponiéndose pensar más en adelante acerca de este asunto en construcción, nada más diremos que sustituir el masculino “o” por el disolutivo “e” tal vez resuelve un aspecto y a la vez crea otros problemas de importancia. Bienvenido el debate pues el lenguaje es objeto permanente de discusión. Aquí sí se adelanta la preferencia por el abandono de las bases de la filosofía analítica del lenguaje, que centra el pensamiento en las expresiones lingüísticas.

La confrontación entre el “sistema patriarcal” y el “sistema antipatriarcal”, una lucha de “sistemas”, debería ceder el espacio hacia una confrontación definida como cultural, a una lucha entre valores, creencias, teorías e investigaciones con las mejores evidencias posibles. La categorización y clasificación sistemática, junto con una especie de estructuración de identidades conduce a sospechas generalizadas y es debilitante de la lucha feminista, aquí considerada como lucha política y humanapolítica.

Como parte de la ideología de género femenina, la expresión categórica “solo las mujeres salvan a las mujeres” resulta insuficiente y debería evolucionar a algo así como “las mujeres junto con sus amigos y amigues”, aunque casi siempre sean mujeres las que acuden en primer término a apoyar a mujeres en dificultades. Al mismo tiempo, es necesario incorporar mujeres que lo deseen a todas las actividades posibles, para su expresión “como mujeres”, “como disidencias” con perspectivas desde sus lugares y particularidades, como expresión de diversidad y construcción de una mejor sociedad. Aunque hombres y mujeres puedan ser tan sensibles y racionales a la par. La paridad de género en instituciones corresponde a un momento histórico de gran desnivel cuya reglamentación podrá tal vez diluirse posteriormente por la práctica misma. Hay aún problemas y situaciones de las que los varones en general no tienen idea, mientras ocupan la mayoría de los cargos decisorios.

La expresión conjunta “mujeres y disidencias”, debería sustituirse – sin desconocer otra vez las enormes dificultades culturales y prácticas - por “mujeres y hombres feministas o amigos del feminismo y disidencias”. ¿Será que entre los hombres/varones no hay o no podría haber quienes acepten y toleren, aceptarán y tolerarán de buena manera las disidencias de género?
Habría que ir abandonando el pensamiento algo vinculado a un esencialismo, cierto existencialismo, a la cosa intrínseca, personal, esencial, aún biológica, que cada cual transporta por “ser el que es”. Si el conservadurismo sostiene que lo natural es el varón o la mujer hetero, el paso eventual a naturalizar a las disidencias sin construcciones sociales dinámicas, en ejercicio, es un paso en falso.

Y sin necesidad de recurrir a las opciones de diversidad transgénero, y definirlas, delimitarlas, identificarlas en abstracto, aún utilizando la legítima expresión LGBTQ+, anotando que cada vez añade una letra más cuando las elecciones se amplían, fruto de la vida, el cambio cultural y tecnológico y el ejercicio de la libertad. El signo de “+” es el mejor caracter de la expresión, porque expresa movimiento y superación de fronteras. ¿Podría ser “Disidencias +”? De otra manera, la pregunta clasificatoria apriorística ¿qué soy? debería irse sustituyendo por ¿cómo puedo ejercer en libertad mis inclinaciones, gustos y afinidades de cualquier tipo? El imperativo “sostengo determinada definición personal de género y por lo tanto tengo mis derechos intrínsecos o naturales” podría irse deslizando a “aspiro a convivir libremente en la comunidad sin clasificaciones o estereotipos”. No le preguntes tanto ¿qué eres? a una persona, mejor es preguntarle y preguntarse cómo puedo convivir en libertad y mejor con ella.
Si esto es argumentable, habría que abandonar el pensamiento clasificatorio, categorial, estático, que traba las mejores comprensiones dinámicas.  

Los hombres/varones, ¿qué pueden hacer?

El feminismo está en la calle, además en las redes, medios, algunas instituciones, partidos, etc, en sus diversas variantes. Las defensas masculinistas o patriarcales están en los medios, redes e instituciones, pero no en la calle. No han logrado conseguir “el día del varón” o construir “comunas para varones”, aunque estos reclamos surgen cada tanto. Pues la respuesta es: que quien quiera lo haga, lo construya, no es tarea de mujeres y disidencias luchar por un “día del varón”. Nada impide tampoco que mujeres reivindiquen los valores de la familia tradicional y de la femineidad conservadora, ni que se celebre el día de la mujer como el día de la mujer exitosa empresarial o profesional, o que se califique a las mujeres por bella, linda o princesa con prioridad. 
Dicho esto, ¿qué pueden hacer los hombres que rechazan la violencia doméstica, la discriminación, el abuso de género laboral y callejero, y defienden el acceso de mujeres y disidencias a cargos decisorios y otras demandas feministas? Hace ya tiempo, hubo una muy masiva manifestación pacífica por la calle 18 de Julio de Montevideo, convocada por hombres contra la violencia de género. Se caminó desde la Intendencia, desde la calle Ejido hasta la Plaza Independencia. No hubo otras manifestaciones como aquella, convocada por hombres sensibilizados por estos problemas y a la que concurrieron mujeres. Desde luego, el ocho de marzo muchos varones se suman a las manifestaciones feministas, pero no es suficiente. Cuando surge una mujer violentada cuya pareja tiene una tobillera determinada por la justicia y sin embargo se le acerca y amenaza, debería haber más hombres junto a mujeres que protejan a esa mujer de más violencia. Sería de tremenda ayuda que las mujeres violentadas, defraudadas y maltratadas sientan que hay hombres amigos con los que pueden contar, médicos que certifiquen adecuadamente los abusos, jueces y policías que escuchen mejor a las mujeres violentadas. Más sensibilidad de género en lugar de solidaridades congéneres y silencios vergonzosos. Superar el miedo de apoyar causas justas levantadas por mujeres es urgente, fortalece a los varones y no los debilita.
Más expresiones públicas de varones, argumentaciones, más expresiones en redes, en instituciones, en la cultura, son necesarias.

 

Elogio de que el género se considere

Aquí se han presentado expresiones de ideología de género femenino e ideología de género masculina. Un maniqueísmo que deberá irse disolviendo y dejar lugar a la recepción aceptada de una ideología de género, defendida y sostenida por todos los géneros y disidencias.
Como resulta bastante evidente, las cuestiones de género han emergido para quedarse, pese al conservadurismo y sus miedos. Una mirada que ayude a la convivencia de las diversidades, que considere, estudie e investigue desde el pasado en debate práctico y teórico – como está sucediendo en gran medida - esa convivencia o falta de convivencia, agresiones, inequidades, maltratos, dominaciones visibles e invisibles, micros y macros, hogareñas, callejeras e institucionales. Como es una dirección de interés, comunitario, académico, de afinidad, es una elección deliberada de valor y por lo tanto ideológica en el sentido de lo planteado aquí, compartible por mujeres, hombres y disidencias. Este proceso puede ser descrito como una evolución desde la intersubjetividad, “interseccionalidad” o similares hacia una transubjetividad. Estas nuevas subjetividades pueden ser procesadas en actividades y reuniones de mujeres, de hombres, de disidentes por separado y en actividades y reuniones conjuntas. Tantos recelos, desconfianzas, inseguridades, todas con sustento, necesitan tiempo, procesos, aperturas pacientes, para ganar la confianza propia y exponerse ante otros géneros.
Desde luego, evitando bloques que se autoasignen la razón y la verdad, por su autodefinición conveniente y deliberada, sin ampararse en correcciones políticas o lealtades de grupos con afinidad de género. Es claro que Marine Le Pen, Mercedes Vigil o Isabel Ayuso no pueden ser consideradas heroínas feministas. Cuando la Ministra Azucena Arbeleche oculta datos sobre la creciente pobreza infantil no gana mérito alguno. Cuando las mujeres herederas de apellidos y riquezas dicen que no han sufrido discriminación ignoran un poquito. Por otro lado, considerar a Donald Trump como modelo masculino o el perfil patriarcal de Luis Lacalle Pou con su “yo me hago cargo” es de una gran debilidad.
No existen asentamientos de la maldad o bondad o inocencias en géneros. En su lugar las subjetividades danzarán al compás del intercambio sin santificaciones ni demonizaciones. Nada de privilegiados portadores de futuro, no lo fueron los proletarios, no lo serán las manadas (sic) masculinas o femeninas.

El feminismo, creciente en sus diversas variantes teóricas y prácticas es uno de los más importantes movimientos del siglo 21. Reacciona ante inequidades, maltratos, culturas patriarcales muy acendradas que a su vez han ido evolucionando sutilmente y no tanto. Así aparecen feministas de barrio, de familia, cercanías, maestras, profesionales, parlamentarias, pioneras sobre cuyos hombros van las futbolistas, mujeres del tambor, jóvenes desafiantes, decididas, decanas, parlamentarias, académicas, obreras de la construcción, soldadoras, juezas de fútbol, todas debiendo probar dos veces sus valías, mientras feministas chic se suben como pueden, hoy están las taxistas, maquinistas, carpinteras, madres solteras por propia elección, conductoras filarmónicas, manifestantes del 8-M, imparables. Sí, es imparable.

Resumiendo, en este ensayo se sostiene que quienes acusan al feminismo de ejercer una ideología de género, suelen caer en el lazo de su propia ideología de género, según un maniqueísmo que debe abandonarse y abrir paso a una mejor ideología de género, una compartida, sustentada en la acción de mujeres, hombres y disidencias. ║

Agradecimientos, siendo el texto de mi responsabilidad:
por sus comentarios, a Graciela Gómez Palacios y Marisa Silva,
por sus ejemplos y enseñanzas, a las mujeres comuneras de Montevideo.

 

Bibliografía seleccionada

(Sugerir una lectura no implica estar de acuerdo con todo lo que se dice allí, es seleccionar textos que pueden ampliar puntos de vista y agregar otros).

El capitalismo tiene sus límites (2020)
Judith Butler, política y teórica feminista
Texto que reivindica la política. La autora es votante de Bernie Sanders y sostiene la propuesta de salud universal y pública
https://www.librevista.com/el-capitalismo-tiene-sus-limites-x-judith-butler.html

El género en disputa - el feminismo y la subversión de la identidad (1989), (prólogo a la edición de 1999)
Judith Butler
“Constituye una lúcida crítica a la idea esencialista de que las identidades de género son inmutables y encuentran su arraigo en la naturaleza, en el cuerpo o en una heterosexualidad normativa y obligatoria. Libro interdisciplinario que se inscribe simultáneamente en la filosofia, la antropología, la teoría literaria y el psicoanálisis” (de edición Paidós, 2007)
Ver en particular el prólogo de la autora a la edición de 1999, que recoge el debate promovido por el libro durante diez años, se apoya en él, describe y actualiza su obra.
https://www.lauragonzalez.com/TC/El_genero_en_disputa_Buttler.pdf

Contra las dicotomías, feminismo y epistemología crítica (2008)
Diana Maffía, académica y militante feminista
Adopta descripciones a discutir, y es de gran interés sus aportes sobre la epistemología feminista.
https://www.librevista.com/contra-las-dicotomias-feminismo-y-epistemologia-critica.html

Feminism and Pragmatism (Feminismo y pragmatismo) (1990)
Richard Rorty
Publicado en The Tanner Lectures on Human values (Conferencias Tanner sobre valores humanos)
Universidad de Michigan, 1990
El autor aprecia y diverge con citas de las feministas Catharine Mackinnon y Marilyn Frye.

www.librevista.com nº 47, abril 2022

 

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