Derecha / Izquierda

x Fernando Errandonea [1]

 

Confianza en el anteojo, no en el ojo
César Vallejo

Este artículo tiene por objetivo establecer las diferencias entre derecha e izquierda. Hay que advertir contra una decepción principal. El artículo reduce porque su propósito es definir. Y definir es reducir. La reducción tiene su fundamento sobre la base del tipo ideal polar, en la línea de Max Weber. El tipo ideal es una construcción racional realizada por el investigador. Consiste en una abstracción estilizada que no pretende describir un fenómeno tal cual se presenta en la realidad sino acentuar rasgos arquetípicos que al investigador le parecen destacables a fines analíticos. Mientras que en la vida sociopolítica abundan matices, zonas grises, fronteras delgadas y mixturas, el “tipo ideal polar” define rasgos en blanco sobre negro para partir aguas a nivel analítico. No para reificar a derecha e izquierda, se entiende: solo para definir.
 

  1. DERECHA NEGACIONISTA  /   IZQUIERDA APRIORISTA.

 

Mientras la derecha niega la existencia de la polaridad derecha/izquierda, la izquierda la afirma. En algún sentido, ambos se equivocan porque todo actor es un actor en construcción: no hay actores preconstituidos.

Derecha negacionista
Exponentes destacados de la derecha niegan que exista alguna contradicción entre izquierda y derecha. Alegan que la ideología es la gestión, y que la gestión no tiene signo. Señalan, en cambio, que las ideologías han terminado. Tres botones de muestra de esta negación clásica: Raymond Aron, Daniel Bell, Francis Fukuyama.

Raymond Aron así estrena El opio de los intelectuales, de 1957:

“¿Tiene aún algún significado la antítesis entre derecha e izquierda? El hombre que realiza esta pregunta sospecha inmediatamente […] ¿Existen estas dos clases de hombres, de ideas, de partidos, en otra parte que no sea la propia imaginación de historiadores engañados por el ejemplo con el ‘affaire Dreyfus’ y por una interpretación cuestionable de la sociología electoral? Los diferentes grupos que se consideran izquierdistas nunca se han unido en un sentido profundo. De una generación a la siguiente los slogans y los programas cambian. ¿Tiene la izquierda de ayer, que luchó por el gobierno constitucional, algo en común con la izquierda que hoy afirma su autoridad en las ‘democracias populares’?”

Más adelante Aron señala que mientras el bolchevismo invocó la totalidad de la ideología de izquierda (racionalismo, progreso, libertad), Franco invocó la ideología contrarrevolucionaria: familia, religión, autoridad. Pero esta argumentación no tiene otra función que la de colocar a la izquierda y la derecha autocráticas en un mismo catálogo a pesar de esos valores declarados: el catálogo del totalitarismo.

“El nacionalsocialismo se volvió cada vez menos conservador a medida que su reinado fue avanzando [sic]. Los jefes del ejército, los descendientes de las grandes familias se unieron junto a los líderes socialdemócratas. Paso a paso, la economía fue absorbida por el Estado. Y el Partido se esforzó por remodelar Alemania —y en la medida que pudo al conjunto de Europa— de acuerdo con su propia ideología. En su identificación del Partido con el Estado, en su Gleichschaltung [Unificación o Subordinación] de las organizaciones independientes, en su transformación desde una doctrina minoritaria a una ortodoxia nacional, en la violencia de sus métodos y el poder ilimitado de la policía. El régimen hitleriano tiene seguramente más en común con los bolcheviques de Rusia que con los ensueños de los contrarrevolucionarios. Derecha e izquierda, o pseudo-derecha fascista y pseudo-izquierda comunista se encuentran en el totalitarismo.”

El neoconservador Bell postuló en 1960 el fin de las ideologías en su libro The End of Ideology. On the Exhaustion of Political Ideas in the Fifties:

“La historicidad del término ha perdido su contexto y solo queda la penumbra peyorativa y desagradable, pero no la claridad conceptual. Ideología se ha convertido en una palabra fallida. Igual que pecado.”

Más de 30 años después, Francis Fukuyama afirmaba en The End of History and the Last Man:

“Para una buena parte del mundo, ya no existen ideologías con pretensión de universalidad que esté en condiciones de desafiar la democracia liberal ni ningún principio universal de legitimidad más allá de la soberanía popular.”

Para Fukuyama, las restantes ideologías ya no tienen margen en el mundo contemporáneo porque no vehiculizan las dos fuerzas motrices poderosas de la historia reciente: “la lógica de la ciencia moderna” que da cuenta del siempre ascendente horizonte de deseos y expectativas; y “la lucha por el reconocimiento” que según Fukuyama es motor de la Historia.

Izquierda apriorista
Derecha e izquierda como espacios políticos se nutren de un conjunto de intereses, expectativas, clases y actores distintos. Esto es lo que sustenta la izquierda, muchas veces de manera apriorística. El tema no es fácil porque las clases sociales son actores en construcción, sujetos a deconstrucciones y reconstrucciones a lo largo del tiempo. Y además siempre además hay obstáculos a la constitución de la clase social. En el caso de la clase trabajadora, los obstáculos fueron y siguen siendo múltiples.

En primer lugar, los obstáculos legales del pasado: la prohibición o las restricciones para la constitución de sindicatos y el derecho de huelga. Todavía siguen vigentes en una cantidad todavía grande de países alrededor del mundo.

En segundo lugar, el conjunto de identidades competidoras aportan confusión a la constitución de una identidad de clase: las familias, las comunidades, los grupos de estatus, las asociaciones interclasistas y las naciones. El fenómeno nacional se ha manifestado como enemigo frontal de la solidaridad de clase. El Estado-nación mezcla las clases y llegado el caso contrapone clases trabajadoras de diversos orígenes nacionales y las lleva al campo de confrontación simbólico, diplomático y de batalla. El Estado-nación realiza una gigante obra de construcción de una “comunidad imaginada” que requiere la construcción idealizada de un pasado común, un panteón de héroes, rituales públicos que sacralicen fechas, héroes nacionales y mitos fundacionales y los reactualice periódicamente en la sensibilidad pública, un proyecto unitario de destino, un sentido de pertenencia como para que la población, llegado el momento, sea capaz de morir o matar en nombre de esa comunidad imaginada de la que consiste la nación. Esa comunidad simbólica que actúa como cemento de vivos y muertos conocidos y desconocidos, compite y convive con la clase social en términos de lealtad.

Tercero, las guerras interimperialistas han mostrado durante el siglo XX la fuerza de la identidad nación frente a la identidad clase social.

Cuarto, la misma economía debilita la solidaridad de clase. Las relaciones directas de producción y de cambio generan colectivos más acotados, relacionados con funciones específicas que las personas ocupan en la estructura social: los roles socio-ocupacionales.

En quinto lugar, entre los trabajadores se forman particularismos sindicales y conquistas distintas según cuál sea la relación de fuerzas de los sindicatos. De hecho, los Estados de Bienestar son generalmente una sumatoria incongruente y diferenciada de edificios de derechos sociales, sobre todo bajo los Estados de Bienestar corporativos o meritocráticos.

Sexto, hay fracciones dentro de la clase trabajadora, regulados por estatutos distintos. Hay trabajadores, como los funcionarios públicos, que gozan de virtual inamovilidad mientras que no pasa lo mismo en el sector privado. Dentro del sector público y privado, a su vez, hay particularismos de toda índole. Todo esto también atenta contra la unidad.

Séptimo, la peculiar reacción de los trabajadores formales ya establecidos y protegidos por las instituciones de protección social frente al género, el transgénero, la etnia, el origen migrante y la nacionalidad refuerzan la segmentación que ya ostenta el colectivo trabajador como agregado social. A veces, frente al inmigrante legal o semilegal, los impedimentos a la afiliación sindical provienen del Estado, del empresariado e incluso de los trabajadores. Los sindicatos franceses no albergaron originariamente en sus filas a trabajadores magrebíes. La película Bread and Roses, del británico Ken Loach, muestra la lucha de la inmigración latinoamericana en la ciudad de Los Angeles contra la discriminación por ser migrantes y contra la múltiple vulnerabilidad de los mismos: vulnerabilidad en términos de estabilidad laboral, de seguridad social, de residencia y de idioma.

Octavo, la nueva deslocalización de la empresa horizontal, conspira contra la identidad clasista bajo la triple vía del offshoring (traslado de procesos de un país a otro), outsourcing (tercerización de tareas por subcontratación) y el teletrabajo.

Noveno, en la mayor parte de los países —a excepción de los países del Primer Mundo— una buena parte de los trabajadores son informales y por lo tanto no tienen derechos laborales ni derechos sociales. Tampoco forman parte de sindicatos ni, en general, de movimientos sociales de algún tipo.  

Décimo, se ubica también la “nueva esclavitud” dada por la trata y el tráfico de personas, que configura un delito de lesa humanidad pero que se viene extendiendo de la mano de una modalidad perversa de “globalización”.

A pesar de estas dificultades para la constitución quimérica de una “clase trabajadora” medianamente homogénea, en términos generales los trabajadores han formado parte de las coaliciones que han sustentado gobiernos de izquierda, aunque no en todos los casos.   
La clase dominante, por su parte, también tiene sus dificultades para constituirse como clase social, aunque menos que la clase trabajadora. Siempre fue legal, nunca tuvo que batallar contra la policía y casi nunca contra los militares en contextos de sociedades capitalistas. Siempre es más fácil el acuerdo entre pocos poderosos nos enseñaba Adam Smith. Ese acuerdo, agregaba Smith, asume modalidades silenciosas en consonancia con las autoridades estatales. A pesar de que la clase dueña del capital industrial, financiero y terrateniente tienen intereses parcialmente contrapuestos, presenta igual mayor facilidad para la organización de clase.

La derecha ha sido y sigue siendo generalmente apoyada por una economía política integrada por la gran empresa nacional y transnacional, por capas medias en acenso y por intelectuales orgánicos organizadores de las fuerzas productivas capitalistas. Hoy en día todos ellos conforman una “coalición de crecimiento”, que apuesta discursivamente al crecimiento económico sobre la base de una ideología neoliberal. Estos actores generalmente se ven expresados por la aversión a la distribución del ingreso que entraña la ideología neoclásica. El Premio Nobel en Economía Robert Lucas, que recibiera el galardón en 1995, fue uno de lo que puso en palabras esa aversión al expresar que el mayor “veneno” de la ciencia económica estuvo y sigue estando dado por focalizarse en la redistribución del ingreso. Estos actores coagulados en torno a la ideología neoliberal piensan que el crecimiento del PIB opera un “efecto dominó” sobre el crecimiento del empleo y un “efecto derrame” (trickle down) sobre los sectores más bajos de la economía.

La izquierda, por su parte, ha sido apoyada generalmente por trabajadores sindicalizados de la ciudad y el campo, pensionistas, capas medias vinculadas a la cultura, la enseñanza y el arte, cooperativistas de vivienda por ayuda mutua, etc. Todos ellos configuran una “coalición de distribución”, dirigida fundamentalmente a una redistribución más equitativa de la propiedad social, el ingreso, el estatus y el poder. Pueden asumir ideologías como el marxismo, el socialcristianismo, el liberalismo social de izquierda otras, nacionalismos progresistas, así como variantes y combinaciones entre ellas.

Tanto la derecha como la izquierda están contaminadas en la región y el mundo con un corporativismo nunca asumido y por cuya virtud señalan que las instituciones de protección social deben cubrir a las personas con estatus laboral e insertas en el mercado de empleo formal. A nadie más.

Ahora bien, hay dos puntos relevantes.
El primero: que la derecha asuma que sin distribución del ingreso, de la propiedad social y del poder es mucho menos probable un desarrollo sostenible en el tiempo. Por lo demás, de existir, sería un desarrollo basado en “sangre, sudor y lágrimas”.
El segundo: que la izquierda tome nota que una redistribución robusta del ingreso y la riqueza sólo puede hacerse sobre la base de un modelo de acumulación económica que reclute amplios consensos en la economía política del empresariado nacional y en los mercados internacionales. 

 

 2. INDIVIDUO  /  VÍNCULO SOCIAL

La derecha se ocupa del individuo: de su libertad económica y también de su autonomía respecto de coacciones externas. La izquierda se ocupa sobre todo del vínculo social, del cemento social, del haz de solidaridades que hace posible el orden social, de ese punto de unión que nos habilita a ser humanos capaces de desarrollar nuestras diferencias y sin embargo vivir juntos, ya no en coexistencia sino en convivencia.

Sin embargo, no es tan fácil el punto. La izquierda moderna podría intentar articular una liberación amplia del individuo en el marco de nuevos vínculos sociales. Para Marx, emancipación, humanización, desalienación y liberación son palabras intercambiables y constituyen tanto el leitmotiv de la existencia como una posibilidad cierta bajo la modernidad. Es una emancipación, humanización, desalienación y liberación de la humanidad en la persona de cada uno de los hombres. Y además es una emancipación, liberación, etc. de la naturaleza respecto de la destrucción del hombre. En este sentido, reingresa la libertad al campo de la izquierda. Izquierda es también libertad.

 


3. ESTRATOS  /  CLASES SOCIALES

La derecha no cree que existan clases sociales sino estratos. A partir de allí no percibe obstáculos estructurales a la movilidad social. Por su lado, la izquierda sustenta la noción de estructura de clases sociales.

El concepto de “estrato” es distinto al de “clase social”. La clase social se define a partir de la propiedad o no sobre los medios de producción y de cambio. Un sociólogo marxista introdujo una segunda dimensión que es el control sobre la gestión (Wright, 1999)  Pero hay más dimensiones contenidas en los textos de Marx y Engels, según se ha escrito (Mann, 1991). La clase social implica también: sentido de pertenencia a un mismo cuerpo (identidad); percepción de que capitalistas y gerentes del capital constituyen adversarios en el conflicto de clase (oposición); capacidad organizativa para extender una demanda clasista local o nacional al universo de los trabajadores (totalidad); construcción de una ideología capaz de ofrecer una imagen contrahegemónica sobre los vínculos sociales (alternativa). El estrato, en cambio, es una categoría estadística definida por un conjunto de expertos según que el individuo detente en mayor o menor medida un atributo o una cartera de atributos: ingreso, riqueza ocupación, nivel educativo medido en años de escolaridad, prestigio u otros. Mientras el concepto de “estratificación” proviene de la tradición estructural-funcionalista en que los individuos son ordenados en una suerte de celdas a partir de jerarquías continuas sin mayores obstáculos a la movilidad social ni tendencias marcadas a la desigualdad persistente, el concepto de “estructura de clase social” pertenece a la tradición marxista y se vincula con la discontinuidad entre los que detentan control sobre la propiedad y gestión de recursos, y quienes no lo hacen. Ver: (Wright, 1999; Mann, 1991; Tilly, 1998; Tilly, 2000). Esto es, para la izquierda la movilidad social ascendente está obturada por razones estructurales entre clases y entre generaciones, por el mecanismo de la herencia. El analista podrá objetar que la derecha no tenga presente una determinación en última instancia de las clases sociales. Y también podrá objetar que la izquierda no tenga en cuenta tres cuestiones: primera, una estructura de oportunidades más amplia que las clases y el mercado, dada por el perfil del Estado, la familia y el vecindario; segunda, una toma de decisiones por parte de las personas y miembros del hogar (acción y estrategias individuales); tercero, la interacción entre estructura, acción y estrategias individuales y familiares.  

4. CONVERGENCIA MUNDIAL  /  ASIMETRÍA ESTRUCTURAL

Así como la derecha no cree que existan obstáculos internos a la movilidad social de los individuos, tampoco cree que existan restricciones exteriores a la movilidad internacional de los países. En ese sentido se niega a integrar a su análisis la correlación asimétrica de fuerzas entre países centrales y países periféricos. Y apuesta a una convergencia a largo plazo entre todos los países del mundo. La izquierda, en cambio, rechaza la visión monoeconómica de la economía clásica, no cree en las ventajas comparativas de los países y afirma la existencia de países situados en planos distintos en cuanto a la toma de decisiones en el mapa global: están los países globalizantes y los países globalizados. La izquierda también ha teorizado sobre el fenómeno del imperialismo como fenómeno que abarca múltiples dimensiones: financieras, comerciales, políticas, militares y culturales.

En realidad, a partir de estos puntos de vista, ni la derecha podría explicar los fenómenos del subdesarrollo ni la izquierda podría dar cuenta del salto dado al Primer Mundo: primero por parte de Canadá, Australia y Nueva Zelanda en los años 50; luego, por los países del sudeste asiático a partir de los años 70 del siglo XX.       

5. BIENES PÚBLICOS NATURALES / BIENES PÚBLICOS CONSTRUIDOS

La derecha neoclásica cree que existen bienes públicos y bienes privados por naturaleza. Para la izquierda los bienes públicos y los bienes privados son resultado de la política, de los actores sociales y de la correlación de fuerzas sociopolíticas.  

Según la teoría económica los bienes públicos tienen dos rasgos centrales: son “no exclusivos” por la condición de que su consumo por unos no excluye del consumo por parte de otros del mismo bien; y son bienes “no rivales” porque el consumo por parte de un individuo no impide o reduce la posibilidad del consumo por otros. Por ejemplo, el agua y el aire. Los bienes privados, en cambio, son “rivales” porque el consumo por parte de un individuo impide o disminuye la posibilidad del consumo por otros; y también son “exclusivos” porque su consumo por unos excluye o inhibe el acceso a su consumo por otros. La alta exclusividad significa que es fácil imponer el racionamiento basado en algún criterio sobre el uso del bien. Sin embargo, la teoría económica neoclásica se equivoca. Por ejemplo, en Chile bajo la dictadura de Pinochet la salud, la educación y el retiro por vejez fueron convertidos desde bienes públicos no sujetos a fuerzas de mercado, a bienes privados que son objeto de compraventa en los mercados. Esa conversión fue mantenida (con correcciones) por los gobiernos de La Concertación de Partidos para la Democracia, aun cuando sus actores políticos habían condenado con dureza esas políticas neoliberales bajo la dictadura. La conversión de un bien público en bien privado muestra que los bienes no son “naturalmente” públicos o privados —como cree la corriente neoclásica— sino que adquieren esa condición en virtud de arreglos políticos que son consecuencia de correlaciones de poder. La izquierda debiera integrar a la mejor versión de la sociología para debatir este punto nada menor.
 

6. MERCANTILIZACIÓN / DESMERCANTILIZACIÓN DE BIENES PÚBLICOS

La derecha económica defiende la presencia del mercado. Cree que el mercado es eficiente al asignar ingresos, bienes y servicios. Por lo tanto, quienes pueden acceder a la compra en el mercado de bienes sociales como salud, educación, seguros y cuidados, deben hacerlo. La izquierda defiende, en cambio, la desmercantilización de los bienes públicos preferentes bajo el entendido que hay “fallas de mercado” que deben ser corregidas por el Estado. Y bajo un segundo entendido: la prestación por parte del Estado de servicios públicos contribuye a la construcción de una sociedad de semejantes, dotada de integración social en lo material y en lo simbólico. La izquierda, sin embargo, no ha reparado en las “fallas del Estado”: patrimonialismo estatal, colonización del Estado por los partidos, corrupción, etc.

Ha habido una evolución en el campo de la izquierda en los últimos 300 años. La solución originaria dada a la indigencia de las clases populares fue el reparto de la propiedad privada de los ricos. La minoría rica debía ser desposeída en beneficio de la mayoría pobre bajo la modalidad de la distribución directa e igualitaria de la propiedad (Rousseau) o bajo la forma de socialización de los medios de vida (socialistas). Cierta izquierda moderna descree del reparto de la propiedad privada tanto como del “socialismo de medios”. Levanta otros dos pilares: la distribución de la propiedad social en términos de bienes públicos; la redistribución del ingreso-riqueza a través de la presión fiscal.

La derecha impulsó a un proceso de remercantilización en América Latina en las últimas tres décadas del siglo XX. Este proceso en que el mercado pasó a ser alfa y omega, comprendió: la transformación del Estado Social en un socio del crecimiento (reforma de la seguridad social); la conversión de toda empresa estatal en activos líquidos pasibles de ser canjeados por títulos de deuda externa (reforma de empresas públicas); la formación de un mercado de empleo sin rigideces en el campo y la ciudad a través de flexibilización de la fuerza de trabajo en términos de salario, horario y tareas (reforma laboral); la creación de un mercado financiero “libre” mediante la autorización de sociedades financieras con acceso a crédito internacional, la posibilidad de fijar libremente la tasa de interés, la limitación del papel de los bancos centrales y la privatización de la banca estatal (reforma financiera); el funcionamiento del mercado de bienes mediante la desregulación de precios y la eliminación de subsidios a los productos de la canasta básica; la formación de un mercado de tierras sin trabas mediante la desamortización de los predios ejidales o comunitarios (“reforma agraria”). Estas reformas dieron al mercado un poder para ejercer una mayor violencia estructural sobre individuos, hogares, categorías ocupacionales y Estados.

Frente a la implantación de este modelo neoliberal extremo, la izquierda en la región no tuvo alternativas reales ni una estructura de oportunidades políticas para rechazarlo. En el mejor caso sólo pudo ejercer roles de retaguardia y reducción de daños. La correlación de fuerzas nacional e internacional benefició al capital, a las coaliciones de crecimiento y a los gobiernos promotores de esta ola de reformas neoclásicas, con el consiguiente impacto en el déficit social: pobreza, marginalidad y vulnerabilidad a la pobreza y marginalidad social.
  

7. DESREGULACIÓN  /  REGULACIÓN ESTATAL

Derecha e izquierda están enfrentadas en cuanto a la regulación. La derecha defiende la libertad de empresa y una mínima regulación estatal en caso de ser necesaria. La izquierda defiende la regulación de los mercados y su domesticación.

La regulación importa para evitar el riesgo moral, la asimetría informativa, externalidades negativas, etc. En efecto, la propia disciplina económica reconoce múltiples riesgos en materia de aseguramiento privado. Pongamos el caso de la salud. En primer lugar, existen problemas de equidad derivados del acceso estratificado de las personas a los servicios sociales por razones de ingreso diferencial. Segundo, existe asimetría en el acceso a la información. En la atención médica, la asimetría de información entre demanda y oferta da lugar a que el proveedor del servicio sea en gran medida el creador de su propia demanda. Ergo, los mecanismos de pago constituyen un incentivo a la sobreprestación de servicios. A esto se agrega el incentivo adicional a la recomendación de tratamientos superfluos que se aprovecha de la información relativa menor del usuario. Tercero, el riesgo moral. Siguiendo con el ejemplo médico-asistencial, si bien la enfermedad puede ser considerada como algo teóricamente aleatorio (no lo es porque existen enfermedades de clase, ocupación y etnia), el seguro puede alterar la aleatoriedad al asociarse con incentivos para consumir los servicios por encima de las necesidades. Cuarto, para que un seguro privado sea óptimo, debería tratar con eventos imprevisibles del mismo tipo. Sin embargo, la distribución de los riesgos varía según clase social, barrio, el tipo y composición de la familia, edad y hábitos individuales. Quinto, también importan los problemas emanados de la “selección adversa”. Como la aseguradora no puede adscribir perfectamente los individuos a categorías diferenciadas de riesgo, no discrimina entre las primas que cobra y éstas reflejan un riesgo promedio. En ese caso, el seguro pierde atractivo para los individuos de bajo riesgo y el mercado se desarrollará para los grupos de más alto riesgo. (Panadeiros, 1996)

En América Latina durante las dos últimas décadas del siglo XX se llevaron a cabo reformas neoclásicas dirigidas a desregular mercados. Aparte de los problemas referidos por la teoría económica, hay otros problemas que la agenda de derecha neoliberal ignoró.

En primer lugar, la reforma neoliberal ignoró que el sistema privado no es inmune a la intervención política del Estado. “No puede ser inmune desde que “entre el 57% y el 90% del fondo de pensiones estaba invertido en 2003 en títulos públicos de deuda pública y el Estado fija el interés, lo cual determina el rendimiento del fondo y el monto de la pensión futura”. (Mesa-Lago, 2005).

Segundo, la reforma neoliberal olvida la condición social de los servicios. “La ciudadanía como totalidad se beneficia de la provisión de estos servicios sociales, sea o no parte activa del intercambio entre proveedor y usuario, de la misma forma que la sociedad en su conjunto se beneficia de los bajos índices de pobreza y altos índices de escolarización que existen en un país. Por ende, los resultados del servicio no pueden limitarse al intercambio directo entre usuario y proveedor” (Filgueira y otros, 2005).

Tercero, se generaron problemas de sustentabilidad de los programas financiados con fondos públicos por déficit de incentivos en mantenerlos. Este déficit de incentivos es el que caracteriza a todos los sistemas segmentados (salud, pensiones) y sobreviene porque ciertos grupos siguen financiando las políticas sociales clásicas (educación, salud pública) pero no reciben sus beneficios. A esto se puede sumar una tensión fiscal complementaria. La renuncia del Estado a recaudar entre los sectores superiores de ingreso (que ahora contratan sus servicios en el mercado) prepara el terreno para el financiamiento de programas residuales sin base fiscal sostenible (Filgueira y otros, 2005).

En cuarto lugar, la posición neoliberal pretende “direccionar el gasto” pero no repara en la integración social. La separación de la población en torno del eje “capacidad de pago” para costear servicios privados de pensión, salud o educación, puede mejorar la progresividad del gasto, pero al costo de fomentar nueva segmentación y perjudicar la integración social. Al mismo tiempo puede cooperar en producir y reproducir configuraciones ciudadanas fragmentadas y dualizadas en que un núcleo acceda a “buenos” servicios privados mientras que el resto deba recurrir a prestaciones de rango y calidad inferiores.

En quinto lugar, dado que un actor central de las reformas lo constituyen aseguradoras de pensiones y salud en gran medida extranjeras, se aduce que existe poca seguridad de que la mayoría de éstas subsistan al momento en que deba procederse a pagar a los beneficiarios. Se agregaría, pues, una tensión entre el Estado-nación y las empresas privadas mayoritariamente transnacionales. (Vilas, 1997)

En sexto lugar, existe una relación estrecha entre la eficiencia de la privatización y el poder regulador del Estado. Como el Estado en América Latina adolece de déficit normativo, de problemas de fiscalización y de prácticas irregulares, la política pública puede resultar capturada por grupos poderosos. Se ha dicho que “el camino para avanzar en la eficacia y eficiencia ciertamente no reside en el mercado como tampoco en una entrega de servicios sociales al Estado de espaldas a controles de calidad y de eficiencia” (Filgueira y otros, 2005)

En séptimo lugar, la privatización sin un Estado con capacidad de regular y sin una ciudadanía con capacidad de controlar, resulta en mayor ineficiencia y corrupción. En América Latina la privatización convirtió a empresas públicas monopólicas en monopolios u oligopolios privados. Y la ciudadanía pasó por un ciclo de lo privado, ausente de los asuntos de la res publica (Isuani, 1992).   

 

8. LEYENDA NEGRA DEL SINDICALISMO  /  LEYENDA ROSA

La derecha entiende que el sindicalismo introduce rigideces entre oferta y demanda de trabajo y que por lo tanto debe ser restringido e incluso anularlo. Ha desarrollado una “leyenda negra” del sindicalismo. Frente a esto se ha desarrollado una “leyenda rosa” de una cierta izquierda sindicalista.

Entre los estereotipos de la derecha se cuentan los que muestran a los sindicatos como: a) buscadores de rentas (rent seekers); b) responsables principales —junto a la legislación laboral y social— de las “rigideces” que obstaculizan, distorsionan o impiden las relaciones económicas flexibles entre capital y trabajo; c) rémoras del pasado en contextos de globalización; d) “monopolios” reales o incipientes que elevan el salario de sus miembros a expensas del empleo de los excluidos de la PEA (Población Económicamente Activa); e) causantes de un “excedente” de mano de obra que se refleja en el aumento crónico de las tasas de desempleo abierto.
En la literatura rosa los mitos más recurridos sobre el sindicalismo son: a) el interés sindical se identifica con el interés general; b) el sindicalismo invariablemente defiende el empleo del trabajador en general; c) la acción sindical conduce a una igualación entre la totalidad de trabajadores; d) el sindicalismo significa lo mismo en el sector privado y en el sector público; e) el sindicalismo tiene una relación simbiótica con la democracia y sólo se entiende vinculada a ella. En realidad, ambas narrativas no pasan de leyendas. En una versión más estilizada debe entenderse que el sindicalismo, conjuntamente con otras instituciones, no obstaculiza sino que perfecciona el mercado de empleo, no genera desempleo y coopera a disminuir la desigualdad de ingresos. “Cuanto mayor es el grado de sindicalización menos es el grado de dispersión salarial y de ingresos”. (Ramos, 2010, 97-121).

 

9. CURRÍCULUM OCULTO DEL ESTADO BENEFACTOR   / CURRÍCULUM BENÉVOLO

La derecha desconfía del Estado: es reacia y crítica de su intervención. Le endosa un currículum oculto. Sobre todo la derecha neoclásica es severamente crítica de la presencia del Estado en general, y del Estado de Bienestar y los derechos de ciudadanía social, en particular. La izquierda, en cambio, cree que la intervención del Estado en la economía y en las áreas sociales del bienestar es relevante porque el mercado no brinda por sí mismos servicios educativos, asistenciales ni habitacionales en barrios de sectores sociales deprimidos, donde no obtendrá retornos monetarios.

Para los neoclásicos las “fallas de mercado” (monopolios, monopsonios, carteles) que atentan contra la eficiencia en la asignación de recursos, no son corregidas sino agravadas por el Estado y epilogan en “fallas de Estado”, de tal forma que el sector público reemplaza al mercado como agente de ineficiencia. Incluso más, el Estado es fuente de ineficiencia ampliada por ausencia de competencia, por el estatuto de inamovilidad de sus funcionarios y por la impunidad asegurada por la ley ante la ineficiencia. Para el neoliberalismo los derechos sociales son productores de ineficiencia: el Estado invierte cada vez mayores recursos en Estado de Bienestar sin conexión con los logros que son invariablemente acotados. Además de ineficientes, para el neoliberalismo los derechos sociales son productores de crisis fiscal, son fuente de inestabilidad democrática, son adversarios del mérito, son mecanismos de control y son un “camino hacia la servidumbre” (Crozier, Huntington y Watanuki, 1975; Hayek, 1976). Este último punto, el “camino de la servidumbre”, lo destaca Friedrich A. Hayek desde el título de su obra más conocida. En efecto, Hayek advierte que, a menos que los países eviten la planificación en el área económica y social, el camino más factible es el de la servidumbre (Hayek, 1976). Además, la teoría neoclásica agregó a partir de los años ochenta nuevas desventajas. Los derechos sociales incentivan comportamientos pasivos de los pobres, estimulan las llamadas “trampas del bienestar”, agudizan la ineficiencia económica por no direccionar el gasto, redistribuyen el ingreso de manera regresiva y legitiman el rentismo de las corporaciones sindicales. Los neoclásicos defienden, en cambio, los seguros privados. Sin embargo, no reparan en el conjunto de problemas a que dan lugar: a) problemas de equidad derivados del acceso diferencial de las personas a los servicios sociales; b) problemas de asimetría en el acceso a la información;  c) problemas de “riesgo moral”, como cuando hay incentivos para consumir los servicios por encima de las necesidades; d) problemas emanados de la “selección adversa”. A eso debe agregarse que: primero, el sistema privado no es inmune a la intervención política del Estado (Mesa-Lago, 2005); segundo, que un bien privado, por ser rival y excluyente, no beneficia la totalidad de la ciudadanía, a diferencia de un bien público que no es rival ni excluyente; tercero, que la separación de la población en torno de la capacidad de pago para costear servicios privados de pensión, salud y educación, puede mejorar la progresividad del gasto al costo de perjudicar severamente la integración social; cuarto, que como el Estado en América Latina adolece de déficit normativo, de problemas de fiscalización y de prácticas irregulares, la constitución de mercados de bienes privados en el área social puede resultar dominada por grupos poderosos  (Vilas, 1997).

La derecha dirige su acción a reducir el tamaño y funciones del aparato estatal. En la región y el mundo la derecha promovió una ola de reformas anti-estatista, enviando al mercado y desocupación a funciones y personas. Sin embargo, ese reformismo neoliberal no se hizo a partir de un diagnóstico del funcionamiento del Estado sino a partir de principios ideológicos a priori y del déficit fiscal. La derecha sólo concibe al Estado en términos de configuración mínima y rol subsidiario: su intervención sólo se justifica una vez que fallan los mercados, la comunidad y las familias. Piensan que un Estado que deja de cumplir funciones (desviándolas hacia otro agente por la vía de privatización o descentralización) o prescinde de prestadores oficiales, estará en condiciones de evitar corrupción, patronazgo, clientelismo político, desorden administrativo. La anomia tendería a desaparecer porque éstas solo prosperan en el ámbito centralizado, burocrático y regulado. La derecha postula un Estado no sólo reducido en volumen, poder, funciones y márgenes de acción sino también pasivo. Siempre que un Estado pretende ser activo distorsiona el “natural” funcionamiento de la economía y la sociedad. 
La izquierda ha defendido casi invariablemente al Estado, como si todos los Estados fueran iguales.
El analista se debería hacer dos preguntas. Primera ¿un Estado reducido en volumen y funciones es un mejor Estado? Segunda ¿una administración reducida significa una administración más limpia? En otras palabras ¿se neutraliza o reduce la corrupción a través de un Estado Mínimo? No necesariamente. No hay una relación causal entre el tamaño del Estado y la ausencia de corrupción. Si eso fuera así, no se entendería, por ejemplo que el Estado más robusto del mundo, radicado en los países nórdicos, sea al mismo tiempo el menos corrupto del mundo según el Índice de Transparencia Internacional.
[2]En breve, la derecha aboga por un Estado pequeño para evitar la “crisis fiscal” mientras que la izquierda defiende al Estado sin reparar en otras consideraciones. Tampoco la izquierda acierta en defender intervenciones del Estado distorsivas.
El análisis independiente pretende abrir una agenda en que el Estado cuente con fortalezas institucionales para el logro de objetivos. Hay que reparar en el tipo de Estado y en la calidad de sus prestaciones, no en su tamaño. Esto significa un “salto en madurez” en el debate sobre el Estado. Significa pasar de lo cuantitativo (más Estado / menos Estado) a un debate tipológico referido a un tipo de Estado con capacidades para el cumplimiento de sus objetivos versus un Estado sin capacidades.

 

10. INDIVIDUALIZACIÓN  /  SOCIALIZACIÓN DEL RIESGO SOCIAL

La derecha defiende la individualización del riesgo social. Un ejemplo de individualización del riesgo fue la reforma de las jubilaciones que tuvo lugar en los años 90s, de corte neoliberal, donde el riesgo tuvo que ser afrontado por la propia persona. Esta reforma llamada “sustitutiva” por el Banco Mundial consistió en un régimen de capitalización individual, contribuciones definidas, administración a cargo de administradoras privadas de fondos, beneficios basados en cálculos actuariales e individualización de los riesgos: macroeconómico, financiero, político, del mercado de empleo. Por su parte, la izquierda corporativa ha defendido la vuelta al sistema de reparto porque supone solidaridad intergeneracional.

Un análisis de izquierda adulta trascendería ambos conceptos por insuficientes y reclamaría la socialización de los riesgos sociales. Un ejemplo de socialización del riesgo, por ejemplo, en materia de salud, se daría cuando “malos” y “buenos” riesgos son cubiertos por las mismas entidades públicas, con idénticos rangos de cobertura y calidad asistencial, y redistribuciones cruzadas. O sea, la socialización del riesgo implica que jóvenes, ricos y sanos tanto como viejos, pobres y enfermos, sean atendidos por igual, por las mismas entidades asistenciales y por equipos médicos de calidad equivalente. Implica también operar una triple redistribución: desde los ciudadanos de mayor salario a los de menores ingresos, desde los que tienen menores riesgos —jóvenes, ricos y sanos— a los de mayores riesgos —ancianos, pobres y enfermos—, y desde las familias pequeñas a las familias numerosas. A la redistribución indirecta del ingreso, se agrega además el vector integración social: individuos pertenecientes a diferentes clases, capital cultural, ocupaciones y escalas de ingreso interactúan en los mismos espacios y se benefician de los mismos bienes y servicios.

 

11. ESTADO BENEFACTOR RESIDUAL / ESTADO BENEFACTOR UNIVERSAL

La derecha defiende la existencia de un Estado de Bienestar de tipo liberal-residual, que traduce una concepción restringida del riesgo social. La izquierda, en cambio, defiende un concepto amplio de riesgo.

Para la derecha, individuos de “riesgos buenos” deben pagar por su atención médica mientras que el Estado sólo deberá cubrir los riesgos “inaceptables” o “malos riesgos”: de aquellos que cayeron por debajo de un mínimo establecido arbitrariamente por una red de expertos avalados por la autoridad del Estado. De ahí que para la derecha la intervención del Estado deba darse sólo en los casos en que haya fallas de mercado o imposibilidad de protección social por parte de la familia.
Se registra, sin embargo, una diferencia al interior de las izquierdas. Una izquierda de tipo corporativa tiene una visión particularista, aunque no restringida del riesgo: los riesgos se comparten sólo en virtud de un común estatus ocupacional o laboral. Una izquierda de tipo universalista tiene una concepción amplia del riesgo. Se basa en la idea no sólo de compartir todos los riesgos (los buenos, regulares y malos) sino de convertir al Estado en una entidad que cubra satisfactoriamente el arco más amplio de riesgos, por fuera de lógicas de mercado y corporativas, según criterios de ciudadanía, durante todo el ciclo de vida de las personas, desde la cuna hasta la tumba.

 

 12. EQUIDAD INDIVIDUAL  /  IGUALDAD SOCIAL

La derecha defiende un concepto individual de equidad que descansa en la comparación entre aporte y beneficio mientras que la izquierda desdeña de tal. Para la izquierda existe la posibilidad de concebir la equidad como una caja de herramientas para el logro de la igualdad de oportunidades, la igualdad de trato, la igualdad de capacidades y la igualdad de resultados, al menos dentro de cierta franja de variación. Entre esa caja de herramientas se encuentra el Estado de Bienestar Universal, un Estado Fiscal potente y un conjunto de acciones afirmativas.

 

13. DESIGUALDAD NATURALIZADA  /  DESIGUALDAD ESTRUCTURADA

La derecha entiende que no le compete tener políticas públicas que mitiguen la desigualdad (aunque sí la pobreza). Entiende que la desigualdad deriva de talentos y méritos diferenciales entre los individuos. Por el contrario, para la izquierda la desigualdad deriva de una constelación de poderes distribuidos asimétricamente entre individuos y clases.

Me detengo en algunas contribuciones teóricas para pensar la desigualdad social, tres de ellas provenientes de la obra de Karl Marx.
La primera contribución de Marx: para Marx bajo el capitalismo la producción y reproducción de desigualdades sociales duraderas, persistentes, estructurales y sistemáticas entre hombres, grupos y clases sociales es la cara oscura de la igualdad formal declarada por el liberalismo: el asalariado y el dueño de la fábrica son jurídicamente libres y se supone que tienen los mismos derechos y garantías. Lo que resulta particularmente nuevo en la obra de Marx es la existencia de clases sociales que estructuran desigualmente y de manera proactiva los vínculos entre los individuos.
La segunda contribución de Marx radica en que la estrategia explicativa de la desigualdad entre los seres humanos radica en la explotación, es decir, la extracción y apropiación de plusvalía, de trabajo no pago (Marx, 1976). El afán del capitalismo es “sacar el mayor provecho del valor de uso de su mercancía”, la fuerza de trabajo, de ahí que el conflicto social sea constitutivo de la naturaleza del capitalismo. Es la explotación la que permite posteriormente acaparar todo tipo de oportunidades, status-roles, prestigio social, etc. (Tilly, 2000).

La tercera contribución de Marx consiste en la idea de “Estado” como una organización que hace posible la producción y reproducción de las relaciones sociales capitalistas. El sistema capitalista no está basado en una coacción económica pura. La coacción estructural del mercado necesita del poder del Estado para materializarse bajo formaciones capitalistas y bajo otros modos de producción: asiático, esclavista y feudal.

La cuarta contribución pertenece a Karl Polanyi. (Polanyi, 1992)  Capital y Estado estuvieron estrechamente asociados desde el origen mismo del capitalismo. No ocurre, entonces, como dicen los liberales, que es a partir del Estado Keynesiano —intervencionista en lo económico— o del Estado de Bienestar —intervencionista en el área social—. Incluso, el Estado creó coactivamente tres mercados antes inexistentes, o bien débiles y limitados: el mercado de tierras —bloqueado por la amortización de las tierras del clero y la nobleza durante la Edad Media y Época Moderna—, el mercado de trabajo —frenado por las corporaciones de origen medieval, cofradías y guildas— y el mercado de capitales —progresivamente consentido en todos los lugares de Europa desde el Renacimiento por las necesidades financieras de las monarquías—.

La quinta contribución es de Charles Tilly  y es la reconfiguración del concepto de explotación como parte de una teoría más general de la desigualdad persistente y categorial (Tilly, 2000). El autor elabora dos menús básicos: uno es el menú de los tipos de relaciones sociales y el otro es el menú de los mecanismos de generación de desigualdades. Dentro de los primeros Tilly anota las siguientes: las cadenas, la jerarquía, las tríadas, la organización y los pares categoriales. De estas cinco formas elementales de relaciones sociales, la más importante para el estudio de la desigualdad persistente es la organización. El segundo menú es un inventario de mecanismos causales a través de los cuales la desigualdad categorial es generada y sostenida por las organizaciones. Este menú está compuesto por la explotación, el acaparamiento de oportunidades, la emulación y la adaptación.

Por lo visto, la desigualdad es algo más complejo que una simple asimetría de talentos y construcción diferenciada de méritos. La derecha debería articular, en este caso, la economía neoclásica con otros enfoques heterodoxos dentro de la disciplina. Y también combinarlos con los aportes de otras disciplinas que abordan el tema.

 

14. CIUDADANÍA POLÍTICA / CIUDADANÍA SOCIAL Y MULTICULTURAL

La derecha democrática prioriza, dentro de los derechos no económicos, los vinculados a la ciudadanía civil y política. La izquierda prioriza los derechos sociales.

En realidad, es posible defender una ciudadanía integral: de tipo civil, política, social y multicultural. Ciudadanía civil se vincula con el conjunto de derechos necesarios para el ejercicio de la libertad individual: libertad de locomoción, Habeas Corpus, libertad de cultos, libertad de prensa, derecho de reunión, asociación y sindicalización, libertad de trabajo, etc. Las instituciones donde se hacen valer los derechos son los tribunales judiciales. El ejercicio de los derechos civiles estuvo y aun hoy está limitado por el prejuicio social y la falta de oportunidades económicas para hacerlos valer. La ciudadanía política consiste en el derecho de participar en poder político como elegido o elector. Las instituciones donde se ejercen son los parlamentos y los consejos locales. Los derechos políticos necesitan de partidos políticos, aprendizajes cívicos, ideologías y plataformas de gobierno. Ciudadanía social se vincula a la provisión de bienes y servicios públicos, de alta e igual calidad, por parte del Estado, fuera de lógicas de mercado y en calidad de derechos universales, con el propósito de cubrir todos los riesgos sociales a todos los habitantes, desde que nacen hasta que mueren. Por último, la ciudadanía multicultural, de aparición más reciente, defiende: a) los derechos de representación política de las minorías (mujeres, minorías étnicas, colectivos LGTTTBI, población con capacidades diferentes); b) los derechos poliétnicos (como la subvención pública a educación multilingüística y prácticas culturales); c) derecho de autogestión (derechos a la autonomía política y/o jurisdicción territorial a ciertos grupos).

 

15. DESARROLLO COMO SACRIFICIO / DESARROLLO COMO LIBERTAD

La derecha y la izquierda hegemónicas han tendido a tener un concepto similar del desarrollo.

El análisis independiente encuentra que hay criterios minimalistas que vinculan al desarrollo con el crecimiento económico y otros de mayor amplitud que sostienen que el desarrollo también contempla la forma en que las interacciones político-sociales se llevan adelante. Amartya Sen expresa esta dicotomía al distinguir dos perspectivas de desarrollo. La primera es descripta con tres palabras: “sangre, sudor y lágrimas”. Esta visión es indiferente a plazos y costos sociales. El desarrollo llega por la acumulación sucesiva de esfuerzo infrahumano, para lo cual los derechos políticos y sociales constituyen generalmente un obstáculo. En contraste, la segunda perspectiva entiende al desarrollo como un proceso agradable en el que derechos políticos y sociales operan sin restricciones y donde la “libertad” en un doble rol, como medio y como fin, ocupa una posición central. Ésta última debería ser la posición típico ideal de la izquierda.

  

16. POPULISMO PUNITIVO / DERECHO PENAL GARANTISTA

La derecha ha insistido históricamente en endurecer el Derecho Penal en términos delictivos y punitivos. La izquierda parte de una economía política del delito específica.

Se ha llamado “populismo punitivo” a la inflación penal tanto como a la inflación punitiva. Una derecha más extrema defiende el “Derecho Penal del enemigo” que implica tratar al delincuente no como individuo sujeto de derechos sino como enemigo de la sociedad (Jakobs y Cancio Meliá, 2003). Por lo tanto, esta derecha enragé proclama la conformación de dos cuerpos jurídicos distintos, uno a ser aplicado a los considerados “ciudadanos” y otro a los sujetos tildados de “enemigos”.  Esta dualidad normativa es contraria al concepto de ciudadanía que se ha impuesto en los últimos 200 años en Occidente, para la cual la plataforma de derechos es la misma para todos y sólo admite desigualdades para representar y beneficiar a los colectivos de menor poder, en el entendido que así se los integra al mainstream y se les otorga un poder del que carecen.
Para la izquierda, según Marx “El delincuente no produce solamente delitos: produce, además, el Derecho Penal y, con ello, al mismo tiempo, al profesor encargado de sustentar cursos sobre esta materia y, además, el inevitable compendio en que este mismo profesor lanza al mercado sus lecciones como una ‘mercancía’ [...] El delincuente produce, asimismo, toda la policía y la administración de justicia penal: esbirros, jueces, verdugos, jurados”. Esta línea argumentativa fue seguida en el siglo XX por Foucault y Garland. Conduce a una tendencia contraria al endurecimiento de las penas y la creación de nuevos tipos delictivos tanto como partidaria de un modelo preventivo. Así, mientras en general la izquierda acentúa la responsabilidad social cimentada en las estructuras capitalistas, patriarcales y racistas, la derecha se concentra en la responsabilidad individual frente al delito común. No obstante, ambas ideologías tienen en común partir de “a priori” en temas que atañen más bien a un análisis caso a caso, al margen de abstracciones. Lo que sí caracteriza a la izquierda democrática es su énfasis por el garantismo de los derechos de todos.

 

17. PRESCRIPTIBILIDAD  /  IMPRESCRIPTIBILIDAD DE DERECHOS HUMANOS

Izquierda y derecha tienen aproximaciones distintas respecto del carácter imprescriptible de los delitos de lesa humanidad.

En realidad, la izquierda a veces olvida que hay “abusos de la memoria” (Todorov, 2002). Y la derecha ignora que Nüremberg abrió una nueva senda en el Derecho Internacional al posibilitar a la Corte Penal Internacional de La Haya condenar a los perpetradores de los derechos humanos. Después de Nüremberg la doctrina definió conceptos de genocidio y crímenes contra la humanidad que se han incluido en la legislación de un número creciente de países. En 1998 el Estatuto de Roma establece la Corte Penal Internacional que vuelve establecer la imprescriptibilidad de los derechos de lesa humanidad de manera vinculante para los países que lo firman y luego lo ratifican.   

 

18. SOCIEDAD DE MERCADO  /  CAPITALISMO

La derecha no habla de capitalismo sino de sociedad de mercado. Una teoría articulada del capitalismo y de crítica a su economía política la ha hecho la izquierda a partir del aporte central de Karl Marx en El Capital: como modo de producción dirigido a extraer plusvalía a partir de un mix de coacciones económicas (mercado) y extra-económicas (Estado).

Sin embargo, hoy en día hay una bibliografía que sostiene que el capitalismo es uno y múltiple, de la que la izquierda todavía no ha tomado nota (Hall, P. y Soskice, 2001).

 

19. IDEOLOGISMO TOTALITARIO  /  IDEOLOGÍA EN RETAGUARDIA.

Mientras la derecha cuenta con una ideología totalitaria dada por el neoliberalismo, la izquierda democrática no cuenta con ninguna ideología totalizante a la cual echar mano en la actualidad, una vez que cae en desgracia el marxismo. Incluso la izquierda es hoy una ideología en retaguardia.

El foco lo pongo en un lado aparentemente contraintuitivo. ¿Por qué hay razones para entender al neoliberalismo como ideología totalitaria?

La primera razón de la naturaleza totalizante del neoliberalismo es su cientificismo excluyente. El cientificismo excluyente que durante tanto tiempo se le criticó al marxismo-leninismo soviético, fue repuesto por el neoliberalismo cuando éste tuvo las palancas del Estado. El neoliberalismo cree que sus postulados se identifican con la ciencia. En ese sentido constituye un asedio al Otro discursivo, lesiona el pluralismo, deteriora la política democrática, donde se supone que cada uno participa con igual pretensión a postular verdades. El sustrato del neoliberalismo es antidemocrático y contrario al pluralismo liberal. El enfoque neoclásico para los neoclásicos no es un enfoque más entre otros sino que es sinónimo de “ciencia” por tratarse de una disciplina no valorativa. Y es tan primitivo en su consistencia epistemológica que identifica su paradigma con la propia realidad. En los hechos, esto constituye una epistemología académicamente minoritaria en el siglo XX, perimida desde Max Planck y Albert Einstein, sólo sostenida por quienes todavía creen que el “átomo”, el “mercado” o el “hecho social” existen en alguna parte, y que ellos lo descubrieron y lo reflejan. Paradójicamente lo que en la academia fue enterrado, fue impuesto como dominante a nivel global en los 90s. Y en los países en que predominó el neoliberalismo como ideología oficial, dejó un orden sociopolítico que funcionó bajo la pretensión de validez universal. Un corolario de esta cosmovisión cientificista reposada en modelos matemáticos (y supuestos contrafácticos) es que frente a sus conclusiones no cabe la protesta. No es “racional” protestar contra la Ciencia. Porque es síntoma de un “interés parcial” como sostienen Friedman y Hayek. De entablarse la discrepancia, se daría a niveles dispares: la protesta ocuparía un lugar inferior por traducir intereses particulares mientras que el razonamiento neoliberal ocuparía un sitio jerárquico de universalismo, cientificismo y neutralidad. La protesta deja de ser legítima, se entabla la “lógica de protesta derrotada”, como diría Marcuse.

La segunda razón para considerar al neoliberalismo como “ideologismo económico totalizante”, al decir de Foxley, es su carácter positivista primitivo. La ideología neoliberal es positivista en el sentido que niega toda forma de trascendentalismo. Rechaza todas las morales, todas las filosofías y todas las disciplinas con contenido normativo. Realza la neutralidad como si eso fuera posible. La pregunta es: ¿cómo se puede criticar las coaliciones del poder si no se cuenta con alguna dimensión que trascienda esa realidad? Hay que “trascender para transformar”, para repetir la fórmula de Johann Galtung. Sin embargo, el neoliberalismo en el fondo también es normativo y trascendentalista: sólo así puede postular que lo que debe ser respetado es la eficiencia o el Óptimo de Pareto.

La tercera razón que hace del neoliberalismo una ideología totalitaria es su carácter extremadamente abstracto y su declarada indisposición a asumir razonamientos históricamente situados. Ambos rasgos constituyen dos caras de una misma moneda. La abstracción reside en varios extremos. Primero, reside en separar analíticamente economía y sociedad y también economía de Estado, como si el mercado pudiera entenderse al margen de las condiciones sociales e institucionales que lo producen. El Estado desde los orígenes del capitalismo industrial crea y cierra mercados por la fuerza del poder coactivo. Entre los siglos XVIII y XIX creó el mercado de tierras y de empleo, mientras que cerró el mercado de esclavos. La Revolución Francesa desamortizó coactivamente los bienes del clero y la nobleza, al igual que lo hicieron todas las revoluciones burguesas. Desde los años ochenta del siglo XX, los gobiernos latinoamericanos crearon mercados de fondos previsionales en la región, cuasimercados para la salud en Argentina y Chile, y también monopolios de todo tipo. Segundo, los neoliberales también separan a la economía de todo lo que influye culturalmente en la oferta y la demanda, como los esquemas de percepción creados a partir de empresas publicitarias (Bourdieu, 2000). Y lo que queda de lo económico con estas restas es pura abstracción y error.

Cuanto mayor sea la abstracción reductora de un enfoque por exclusión de procesos históricos, mayor será el riesgo de totalización. El neoliberalismo es completamente ahistórico: elimina espacio y tiempo del análisis, haciendo universal lo contingente. Como dice Bourdieu, el neoliberalismo elimina la génesis de los esquemas del agente económico y la historia de constitución del “campo económico”. Y lo elimina porque supone en el actor pautas de racionalidad, egoísmo y cálculo válidas para todo tiempo y lugar: válidas para las comunidades zapotecas en Oaxaca, los tamiles de Sri Lanka, y los brokers de Wall Street; y tanto para el paleolítico como para el siglo XXI (Bourdieu, 2000). Sólo un enfoque tan extremadamente etnocéntrico como el neoliberal (aunque ya esto ya se encuentra en ciernes en Adam Smith) puede creer que es universal lo que en realidad surgió en Occidente hace menos de 300 años.
La búsqueda de maximización por parte del homo aeconomicus que levanta la economía como disciplina es una extrema abstracción, ni siquiera válida en el capitalismo; ya no digamos para etapas anteriores. Para la economía marginalista el ser humano es sinónimo de interés egoísta, racional y calculador. La cuestión es que alguien tan complejo como el ser humano no puede ser sinónimo de interés maximizador porque la psicología del ser humano y del ser humano como ser social es más compleja: en el psicoanálisis se encuentran las capas distintas de la configuración de una persona (el “ello”, el “yo”, el “superyo” social); se encuentra el miedo en la obra de Adler; el “pánico de status” en la obra de Mills, etc. Por su lado Veblen, Hirschman y Bourdieu nos enseñaron que el actor social puede desear la máxima utilidad pero también preferir variedad antes que maximización, o bien status, “distinción”, “consumo conspicuo”, fama, incluso altruismo. Puede querer conflicto o bien moderación distributiva si ve progreso futuro: el análisis sobre la base del “efecto túnel” de Hirschman lo ilustra. Puede sentir placer por el bien ajeno en vez de placer por buscar o consumar el autointerés según Elster.

Finalmente, desde esta reducción dogmática el neoliberalismo establece sus “remedios fundamentales” (que el neoconservadorismo comparte): con la reducción del Estado se abate la inflación, con la flexibilización laboral se disminuye el desempleo, con la eliminación de los precios de garantía se aceleran las quiebras y por ende las transferencias de activos hacia los particulares más “eficientes”.

 

20. RECHAZO DEL PROGRESO  /  AFIRMACIÓN DEL PROGRESO HISTÓRICO

La derecha ha rechazado metódicamente el horizonte de progreso y las reformas que lo harían posibles mientras que la izquierda se ha comportado como laboratorio de experimentación con las reformas y los cambios.

Albert Hirschman describe tres discursos contrarios a la expansión de los derechos ciudadanos a los que asigna el nombre de “retóricas de la intransigencia”: la “tesis de la futilidad”, la “tesis de perversidad” y la “tesis del riesgo”. A toda expansión de los horizontes civilizatorios en Occidente, la derecha ha respondido con tesis que barren el arco que va desde la futilidad hasta el catastrofismo. El libro titulado Retóricas de la intransigencia fue escrito en el contexto de avance de la lógica del there’s no alternative (no hay alternativa) neoliberal y refiere fundamentalmente (aunque no exclusivamente) a la manera falaz y autoritaria de razonar de las derechas a lo largo de la Historia contemporánea.(Ver también Mardones, 2017) El autor deja ver la sesgada obra de pilotaje sobre la que reposan los discursos de los intelectuales orgánicos de las derechas. De ahí que sean objeto de una crítica tan lúcida como demoledora autores conservadores como: Burke, Crozier, Forrester, Milton Friedman, Rose Friedman, Huntington, Le Bon, Mosca, Pareto, Stigler, Von Hayek, Watanuki, entre otros. Hirschman incluye también algún exponente de la izquierda (O’Connor) que se mimetizara con la forma autoritaria de razonar de la derecha. (Hirschman,1991)

Las tesis de la futilidad, perversidad y riesgo aplicadas al Estado de Bienestar  dicen, respectivamente, que éste no soluciona los problemas que pretende resolver (mucho esfuerzo para resultado inútil), que su obra contradice sus objetivos (mucho esfuerzo para un resultado contrario al perseguido) y que su intervención pone en “riesgo” o “peligro” cuestiones fundamentales como el sistema político, la gobernabilidad, la democracia, la legitimidad sistémica (mucho esfuerzo para colocar a la sociedad frente a la catástrofe). Hirschman acomete una obra demoledora: atrapa con el mismo lazo una muestra representativa de autores enemigos del progreso;[3] muestra la pseudo-inteligencia de los que se creen inteligentes a fuerza de advertir que las obras humanas progresistas están destinadas a la inutilidad, el fracaso o el colapso; exhibe el núcleo de sofismas y paralogismos que contiene cada una de estas retóricas reaccionarias; y advierte contra formas regresivas, anti-humanistas y autoritarias de analizar las sociedades, que no aportan al debate sino que lo boicotean. Finalmente, el autor de Salida, voz y lealtad devuelve la flecha a quienes durante el último tiempo han pontificado sobre los “verdaderos retardatarios” [4] al dejar al descubierto su prevención-miedo a la construcción institucional colectiva, responsable, solidaria y audaz.

 

21. NACIONALISMO  /  INTERNACIONALISMO

Algunas derechas e izquierdas se han definido a favor del nacionalismo

Actualmente, sin embargo, lo que realmente preocupa es el rebrote de un neonacionalismo de ultraderecha en varios puntos del planeta, desde Filipinas hasta al Estados Unidos de Trump, desde Brasil (Bolsonaro) a Italia (Liga del norte), desde Rusia (Putin) a Polonia (Kaczynski). Este neonacionalismo asume discurso y comportamiento xenófobo, familista, contrario a la globalización y favorable a la Patria y a Dios tanto como a formas autoritarias de gobierno. En el caso de Brasil, Bolsonaro impulsó un discurso en las recientes elecciones basado en la triple B: bala, buey y biblia".
Una fuente de dificultades actual la ofrece una izquierda que se define en favor de la causa nacionalista: izquierda nacionalista es prima facie un oxímoron. En términos típico-ideales, la izquierda pretende portar la universalidad de la clase trabajadora y llevar la solidaridad clasista más allá de las fronteras nacionales. El nacionalismo, en cambio, no se perfila como expresión de una clase social sino del Pueblo: de idiosincrasia, la diferencia, el particularismo. No del universalismo. La primera y segunda guerras mundiales son ejemplos de cómo la lealtad nación vence a las lealtades de clase social, de cómo el particularismo gana la partida frente al universalismo internacionalista de la Internacional Socialista II y de los Juegos Olímpicos. Son ejemplos de cómo nacionalismos e izquierdas se constituyeron en enemigos contumaces. Es cierto que la izquierda y el nacionalismo encontraron un punto de encuentro después de la segunda guerra mundial, a partir de la “guerra patriótica” de Stalin, y de los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo. En efecto, Stalin rusifica la URSS y profundiza un sentir nacionalista aun antes de la guerra, cuando decide hacer el “socialismo en un solo país”. También algunos partidos socialistas, reacios históricamente al nacionalismo, adoptaron las claves interpretativas de lo que se dio en llamar la “izquierda nacional” a mediados del siglo XX. En la versión argentina esto pasó por la valorización de los caudillismos nacionales-populares, la revisión de la historia, la adopción de un panteón propio, el desprecio a una izquierda “europeizada” y “cipaya”, la admiración del fenómeno peronista y la asunción del tercerismo. En la versión uruguaya, si bien hay algo de todo eso, el énfasis estuvo dado en abrazar los legados de ambas colectividades partidarias tradicionales para realizar una síntesis superadora dirigida a construir el “socialismo nacional”. También los partidos comunistas del mundo se “nacionalizaron”, adoptando el ropaje del país. Y actualmente algunas izquierdas apoyan causas nacionalistas impulsadas por segmentos de burguesías pujantes y sectarias, como se ha visto a raíz del caso catalán durante el 2017.

 

22. TRADICIÓN, FAMILIA Y PROPIEDAD / CAMBIO, ARREGLOS FAMILIARES MÚLTIPLES Y PROPIEDAD SOCIAL

La derecha basa su mundo de vida en una tríada indisociable: tradición, familia y propiedad. En las antípodas se posiciona la izquierda.

Para la derecha bajo la forma conservadora y neoconservadora, la identidad colectiva no es proyecto sino memoria. No es qué hacer de cara al futuro sino qué fuimos en el pasado como comunidad. Para la derecha la familia se cuenta por una y no por muchas. La familia no admite otro formato que la que ganó ascendencia numérica y sobre todo cultural en Occidente: la familia nuclear, biparental, heterosexual y jefatura masculina. En tercer lugar, la derecha no concibe al individuo disociado de la propiedad. Incluso concibe a la propiedad en la misma línea de importancia de otros bienes jurídicos como la vida y la libertad.

La izquierda es contraria a un único modelo de familia, favorable a arreglos familiares múltiples; y contraria a la propiedad privada concebida como valor absoluto, por encima de otros bienes jurídicos como la vida, la vida digna y la libertad. Redistribuir ingreso y propiedad social de manera progresiva es el Non Plus Ultra de la izquierda democrática.

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

AGUIRRE, Julio y LO VUOLO, Rubén. 2013. “Variedades de Capitalismo. Una aproximación al estudio comparado del capitalismo y sus aplicaciones para América Latina”. Documentos de Trabajo del CIEPP nro. 85.

ARON, Raymond. 1955. El opio de los intelectuales. Buenos Aires: Siglo Veinte.

BELL, Daniel. 1961. The End of Ideology. On the Exhaustion of Political Ideas in the Fifties. Glencoe, IL: Free Press.

BOURDIEU, Pierre. 2000. Las estructuras sociales de la economía. Barcelona: Anagrama: Barcelona.

CROZIER, Michel S., Samuel Huntington y Joji Watanuki. 1975. The crisis of Democracy Report on the Governability of Democracies to the Trilateral Commission. New York: Columbia University Press. 

ESPING-ANDERSEN, Gøsta. 1990. The Three Worlds of Welfare Capitalism. New Jersey: Princeton University Press.

ESPING-ANDERSEN, Gøsta. 1996. “Después de la Edad de oro: el futuro del Estado benefactor en el nuevo orden mundial”. En Desarrollo Económico, vol. 36, n° 142 (julio-setiembre).

ESPING-ANDERSEN, Gøsta. 1999. Social Foundation of Post Industrial Economies. Oxford: Oxford University Press.

FILGUEIRA, Fernando, C.G. Molina, Jorge Papadópulos, Federico Tobar. 2005. “Universalismo Básico: una alternativa posible y necesaria para mejorar las condiciones de vida en América Latina”. Montevideo: CIESU. Ponencia presentada ante el BID, agosto de 2005.

FUKUYAMA, Francis. 1992. The End of History and the Last Man. New York: The Free Press, Macmillan, Inc.

GERCHUNOFF, Pablo. 2017. “La reconfiguración del mapa político argentino. ‘Cambiemos es el partido del centro popular’". En La Nación. Lunes 30 de octubre de 2017. Buenos Aires.

GRAMSCI, Antonio. 1980. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Buenos Aires: Nueva Visión.

HALL, P. and D. SOSKICE, Eds. (2001). Varieties of Capitalism. The Institutional Foundations of Comparative Advantage Oxford, Oxford University Press.

HAYEK, Friedrich A. 1976. The road to serfdom. Chicago: Chicago University Press.

HIRSCHMAN, Albert O. 1991. Retóricas de la intransigencia. México DF, Fondo de Cultura Económica, Ensayos.

HUBER, Evelyne and John D. Stephens. 2000. The Political Economy of Pension Reform: Latin America in Comparative Perspective. Geneva: UNRISD. 

HUBER, Evelyne and STEPHENS, John D. Development and Crisis of the Welfare State. 2001. Chicago and London: University of Chicago Press.

HUBER, Huber. 2005. “Globalization and Social Policy Developments in Latin América”. Chapter 4. En GLATZER, Miguel and Dietrich Rueschemeyer. Globalization and the Future of the Welfare State. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press.

ISUANI, Ernesto Aldo. 1992. Política social y dinámica política en América Latina. ¿Nuevas respuestas para viejos problemas? Revista Desarrollo Económico, vol. 32, n° 125.

JAKOBS, Günther y Manuel CANCIO MELIÁ. 2003. Derecho Penal del enemigo. Madrid: Civitas.

MANN, Michael. 1997. Las fuentes del poder social 2. El desarrollo de las clases y los Estados nacionales, 1760-1914. Barcelona: Alianza.

MARDONES, Luis. 2017. Confusiones nítidas. Sitio web: https://www.escaramuza.com.uy/pensamiento/item/nitida-confusion.html

MARX, Carlos. El Capital. 1976. Montevideo: Editorial Progreso.

MESA LAGO. 2004. La reforma de las pensiones en América Latina. Modelos y características, mitos y desempeños, y lecciones. En Katia Hujo, Carmelo Mesa Lago y Manfred Nitsch (editores) ¿Públicos o privados? Los sistemas de pensiones de América Latina después de dos décadas de reformas. En Nueva Sociedad, Caracas, 2004, pp. 21-56

NATANSON, José. 2017. “El macrismo no es un golpe de suerte”. En El País. 17 de agosto de 2017.

OLLIER, María Matilde. 2017. "Macri no está pensando como un empresario, sino como un político". En La Nación, lunes 27 de noviembre de 2017. Buenos Aires.

PANADEIROS, Mónica. 1996. “Organización del seguro de salud en la Argentina. Análisis y propuestas de reforma”. Revista Desarrollo Económico, Número Especial, Vol. 36, verano 1996. Buenos Aires: IDES.

POLANYI, Karl. 1992. La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo. México DF: FCE.

RAMOS, Joseph. 2010. Sindicalismo en el sur en la era de la globalización. Revista de CEPAL 100, Santiago de Chile.

SEN, Amartya. 2011. La idea de la justicia. Montevideo: Taurus.

SOBOUL, Albert. 1984. Historia general del socialismo. De los orígenes a 1875. España: Destinolibro.

TILLY, Charles. 1998, Durable Inequalities Berkeley: University of California Press.

TILLY, Charles. La desigualdad persistente. 2000. Buenos Aires: Manantial.

TODOROV, Tzvetan Todorov. 2002. Memoria del mal, tentación del bien. Indagación sobre el siglo XX. Barcelona: Península.

VILAS, Carlos M. 1997. De ambulancias, bomberos y policías: la política social de neoliberalismo. Revista Desarrollo Económico, vol. 36, n° 144 (enero-marzo 1997).

WRIGHT, Erik Olin. 1999. “Metatheoretical Foundations of Charles Tilly’s, Durable Inequality”. September 1999. Department of Sociology. University of Wisconsin Madison, Wisconsin.

ŽIŽEK, Slavoj. 2007. Robespierre. Virtud y Terror. Madrid: Akal.


[1] Sociólogo (UDELAR). Profesor de Historia (IPA).

[2] El Índice de Percepción sobre Corrupción (IPC) de la organización civil Transparencia Internacional (TI), de aparición anual y alto impacto mediático, es realizada por la ONG del mismo nombre con sede en Alemania, y se basa en trece entrevistas estandarizadas con el objetivo de mostrar la posición de los países sobre el nivel percibido de corrupción. El estudio, que evaluó la situación en 178 países del mundo, califica con una nota de entre cero y diez (0 y 10), siendo los Estados que más se acerquen al máximo los que tienen menos problemas de corrupción. Para TI, la corrupción es el abuso del poder para beneficio propio; es la definición usada por la ONG a efectos prácticos.

[3] El “lazo” consiste en sostener un discurso que enuncia: “cuánto mejor, peor”, “cuánto mejor, igual”, “cuánto mejor, aumenta el riesgo humano”.

[4] El discurso de la derecha tecnocrática en América Latina (una derecha sin obra técnica, en realidad) ha abusado de esta falacia: que la apariencia es lo contrario de la realidad, y por lo tanto, que los progresistas son los reaccionarios. Como en el mundo de Orwell, en el universo neoliberal nada es lo que es: en uno “la guerra es la paz”, en el otro “el mercado es el bienestar”.

 

 

 

 

 

vuelve al texto

regresa al índice