Conversación de Antonio Negri con Cesare Cassarino

Extraída del libro Elogio de lo común, Una conversación sobre filosofía y política, Universidad de Minnesota, 2008. (In praise of the common, A conversation on philosophy an politics, University of Minnesota Press)[1]

 

Negri es un pensador y político italiano, autor de Imperio (con M. Hardt) y Goodbye Mr. Socialism (entrevista), entre otras muchas publicaciones. Cassarino es profesor de la Universidad de Minnesota.

El texto que publicamos pertenece al capítulo Problemas del pensamiento constituyente. En él, Negri discute con Deleuze y Guattari y se posiciona respecto a la filosofía presentando a sus afinidades filosóficas: “los mejores fisicalistas, Rudolf Carnap, y momentos del pensamiento de John Dewey y el pragmatismo norteamericano”(esta nota y las notas al pie a continuación son del editor de librevista)

C.Cassarino.- Podemos dar ya por cierto que no te considerás un filósofo profesional. De alguna manera, también explicaste por qué te resulta difícil reconciliar la idea de enseñar filosofía con tus proyectos intelectuales.

A.Negri.- No, no me identifico con la filosofía como disciplina académica o como profesión. Y tampoco me identifico, de paso, con la filosofía definida como elaboración de conceptos, es decir, con la filosofía tal como la definen Deleuze y Guattari en el libro ¿Qué es la filosofía? [2] Cuando se trata del concepto y su relación con la filosofía, más bien tengo una marcada afinidad por la iconoclastia intelectual de aquellos pensadores filosófico-científicos que tomaron la tarea de demoler sistemáticamente a los conceptos uno tras otro. Estoy pensando en los mejores fisicalistas [3] , así como en Rudolf Carnap [4] , pero también en ciertos momentos del pensamiento de John Dewey [5] y en el pragmatismo[6] norteamericano en general.

C.C.- Sí, pero ¿con qué concepción de la filosofía te identificás, si es con alguna? Me parece creer que estás evitando decir explícitamente tus definiciones sobre la filosofía o el filósofo.

A.N.- ¿Me preguntás qué es un filósofo? ¿Qué otra cosa podría ser un filósofo? El filósofo es un mero residuo del pasado. En cuanto a la filosofía, no estoy de acuerdo con la definición que dieron Deleuze y Guattari por la manera en que tratan el concepto. No es que la definición que dan de la filosofía como elaboración de conceptos sea incorrecta o desencaminada: esta definición capta un elemento importante de la actividad filosófica, pero es insuficiente. Tampoco, por supuesto, es que los conceptos sean innecesarios o carezcan de importancia, al contrario. Lo que es fundamental, en cambio, es no confundir la definición de un concepto, que a lo sumo constituirá un instrumento propedéutico, con una transformación real que acontezca en la historia, que es lo que el concepto debería ayudarnos a analizar y comprender. Mientras trabajes en un terreno puramente conceptual, todo sigue siendo demasiado formalizado, demasiado abstracto, y ése es el principal problema de ¿Qué es la filosofía? El título del  libro ya nos habla de ese problema. Sospecho que Deleuze y Guattari terminaron eligiendo ese título casi como un modo de ocultar el hecho de que no eran capaces de definir de qué debería ocuparse exactamente la filosofía, que era, me parece, lo que pretendían.

C.C.- En tu opinión, entonces, el libro que escribieron en un principio habría tenido que plantear una pregunta muy diferente, como ser ¿Por qué la filosofía?  Estás diciendo que terminaron centrándose demasiado en el concepto, o sea el “qué” de la filosofía y poco en el “por qué” de la filosofía, es decir, en su tarea política o en su raison d’être.

A.N.- Sí. Debemos vivir el pensamiento- y, en realidad todo lo demás- de un modo que nos permita vincularnos con prácticas, porque las prácticas se refieren siempre a algo real. Comprendo que alguien tenga ganas de ocuparse, por ejemplo, del análisis de un texto literario o un texto filosófico. Pero una vez analizado este u otro texto, necesito entonces dar cuenta del hecho de que la filosofía – o la literatura o cualquier otra cosa- tiene algún valor para mí sólo en la medida en que constituye una decisión sobre la vida, sólo en la medida en que me propongo y puedo interrogarlo acerca del sentido de mi vida. Ocuparse adecuadamente de estas cosas significa postular a la filosofía como un instrumento de lucha. Esta es la definición de filosofía que puedo ofrecerte: la filosofía no es nada si no es un instrumento de lucha. La filosofía no es nada si no me ayuda a decidir si quiero alcanzar a Dios o si quiero descender a la tierra, si debo buscar algo para calmar mis problemas – en aras de una mediación trascendental- o si debo llevar el autoexamen y el autoanálisis tan lejos como pueda. La filosofía no tiene nada que ver con la crítica. Mientras que la tradición filosófica moderna ha constituído la solución o la Aufhebung de la crítica, nosotros debemos disolver por completo a la filosofía en una reflexión sobre la praxis y la existencia- y en consecuencia eliminarla.

C.C.- Estoy completamente de acuerdo contigo. La filosofía no es nada si no es una ética de la existencia, y, dicho sea a modo de nota, creo que es precisamente eso lo que Foucault intentó decir en los últimos años de su vida. Sin embargo, me gustaría defender a Deleuze y Guattari, al menos en parte. Me parece que aunque se les pueda reprochar el haber hecho demasiado hincapié en el “qué” y no en el “por qué” de la filosofía, no hay nada de lo que exponen que contradiga lo que has dicho aquí. Al contrario, tu énfasis en el hecho de que la filosofía es una práctica de pensamiento como lo son muchas otras, y que por lo tanto no tiene primacía sobre las demás, así como la insistencia de Deleuze y Guattari en utilizar esta práctica para denunciar todas las formas contemporáneas de doxa, que van desde el periodismo hasta el marketing, son congruentes con las funciones ético-políticas de la filosofía que tú has señalado aquí. Lejos de negar o oscurecer lo que has dicho acerca de la filosofía, me parece que en ¿Qué es la filosofía? Deleuze y Guattari simplemente trataban de decir algo más, esto es, que la filosofía es una práctica específica de pensamiento que produce objetos específicos, esto es, conceptos, y que funciona según reglas y regulaciones específicas. En definitiva, su aproximación a la filosofía es complementaria de la tuya. Si, por otro lado, tuviera que criticar esta obra adoptaría un enfoque distinto. Diría que que no subrayan suficientemente en que la filosofía, entendida como producción de conceptos, es un elemento necesario, intrínseco a cualquier práctica, o dicho de otro modo, que cualquier práctica conlleva algo así como un momento filosófico en la que medida que necesita producir sus propios conceptos para funcionar.

A.N.- Dejando de lado los desacuerdos concretos que tenemos sobre ¿Qué es la filosofía?, coincido contigo en el último punto, entendiendo que es más tuyo que suyo. No hay duda que cualquier forma de conocimiento necesita pasar por una fase epistemológica, en la cual elabora y define sus propios conceptos a fin de formalizar y transmitir el conocimiento. Pero, ¿por qué debería darse a todo eso el nombre de “filosofía”? Llamémosle si querés “actividad conceptual” o “práctica de pensamiento”. O cualquier otra cosa similar. Probablemente el aspecto más nocivo y pernicioso de la historia de la filosofía es que siempre que a esta práctica de pensamiento o actividad conceptual se le ha denominado “filosofía” inmediatamente se ha convertido en un acto de poder y dominación. Deja de ser, dicho de otro modo, una función sofística. Los sofistas sostenían que cada discurso tiene sus propios conceptos y reglas específicos, y que estos conceptos y reglas no son preexistentes o eternos, sino que es preciso inventarlos desde el interior de esa práctica discursiva específica que, ante todo, los necesita para existir. Pero luego vino Platón y dijo: “No, no es cierto que cada ciencia tenga sus propias reglas, sino que más bien existen reglas generales que nos permiten dirigir y dedicarnos a todas las ciencias”. Y luego vino Aristóteles – que era aún más sagaz – y dijo: “No sólo existen reglas generales, sino que esas reglas se hallan inscritas en el orden mismo de la naturaleza”. Y a partir de entonces la cosa fue cantar y bailar. A partir de entonces esta forma de pensamiento va a ser imparable y va a continuar obsesionando a la filosofía hasta hoy, porque constituye un instrumento formidable de dominación. Una vez que lograste garantizarlas y adueñarte de esas reglas eternas, puedes conquistar y dominar el mundo. No es casual que Platón viajara a Sicilia para poner la filosofía al servicio del tirano Dionisio de Siracusa, y este hecho no es una excepción o una aberración en la historia de la filosofía. A la pregunta de si debería enseñarse esta historia de la filosofía, la respuesta es quizás sí, aunque con mucho, mucho cuidado. A la pregunta de si yo defendería y lucharía por esta historia de la filosofía, la respuesta es que no, porque, por desgracia, es casi imposible garantizar en la actualidad que esa defensa no termine constituyendo también una glorificación de una larga y triste tradición de esclavización por parte del poder soberano. Tengo otras cosas mejores que hacer que actuar como aquellos socialistas revisionistas, que para defender la existencia del socialismo en el seno del Estado, terminaron glorificando al propio Estado. Es lamentable que aún hoy día necesitemos no sólo reafirmar lo obvio – es decir, que la historia de la filosofía es el producto de una selección realizada según los peores criterios políticos- sino que debamos actuar sobre ese hecho evidente y, por lo tanto escribir otra historia del pensamiento, del otro pensamiento, es decir, del pensamiento de los pobres, de los rebeldes, de los marginados, de todos aquellos que tuvieron una visión diferente del mundo. ¿Por qué cuando se trata de filosofía medieval recordamos a aquellos teólogos que se ocuparon del conflicto entre la Iglesia y el Estado, y no recordamos al molinero de Carlo Ginzburg, que pensaba que el universo era como un queso (y cuya cosmología era aún medieval aunque vivía en el Renacimiento)[7] Por simplista y grosera que pueda parecer, la respuesta a este tipo de preguntas es muy simple para mí: la historia de la filosofía es la historia de los vencedores.

C.C.- Se podría sostener que una parte significativa del proyecto de Deleuze consistió en articular una visión posible de esa otra historia del pensamiento, en hacer una selección y una genealogía muy diferentes del pensamiento.

A.N.- Sí, por supueto. Pero no subestimes tampoco lo cómicos y vanos que pueden ser nuestros intentos de hacer esa otra historia. Pensemos en Spinoza, por ejemplo. Sobrevivió al olvido gracias, en buena medida, a la codificación que hizo Hegel de la historia de la filosofía moderna. La razón por la cual Hegel lo resucitó fue porque necesitaba un objeto a partir del cual anular, o al menos neutralizar, la tentación materialista.

C.C.- Se trata más de un exorcismo que de una resurrección. Me parece  que estás diciendo que Hegel devolvió a Spinoza a la vida para sumarlo a su causa y ponerlo al servicio del idealismo, antes de que otro lo redescubriera y se sintiera atraído por su materialismo.

A.N.- Y desde entonces hemos redescubierto a Spinoza, es decir, hemos  sido capaces de de sacarlo del caparazón idealista en el que Hegel lo había confinado. Se podría pensar que este redescubrimiento fue un éxito: nuestros libros se venden, algunos tienen incluso una buena acogida, etc. Pero juraría que en un plazo de veinte años se volverá a hablar de Spinoza como lo hizo Hegel, y no como hicieron Matheron o Deleuze. En resumen, Spinoza, al igual que los otros pensadores de esta otra historia del pensamiento necesita ser redescubierto y reinventado en cada época histórica. Apenas es posible decir lo mismo de Hegel o de Platón.

C.C.- No obstante, se podría decir que Platón necesita también ser redescubierto y reinventado en diferentes épocas. Se me ocurre que lo mismo podría decirse de cualquier pensador. No estoy diciendo que que todas las resurrecciones sean iguales, simplemente digo que todos los pensadores tienen que ser resucitados de un o modo u otro para que puedan ser reutillizados en el presente. Lógicamente, la diferencia debe situarse en otra parte.

A.N.- Supongo que depende, entre otras cosas, de quién lleve adelante la resurrección y de porqué la realice,  pero la cuestión es que uno de los mejores y también uno de los peores aspectos de la historia de la filosofía es el hecho de que acorta las distancias, produciendo encuentros íntimos. En este sentido, la historia de la filosofía es muy distinta de la historia de la literatura. Cuando leés, pongamos a Safo o a Sófocles, en el mejor de los casos entendés un tercio de lo que dicen, y eso puede ser suficiente para proseguir y hacer que queramos releerlos y reinterpretarlos en diferentes épocas. En la historia de la literatura, las distancias son enormes. En general, cada época es muy distinta de la anterior, así como de la siguiente. En cambio, la historia de la filosofía tiende a manejar una y otra vez la misma herencia conceptual presentándola en un envoltorio sincrónico. En este sentido, Platón es tan moderno como Hegel. En todas y cada una de las épocas, encontramos siempre al filósofo aristotélico que debate con el filósofo platónico sobre la cuestión de las formas ideales y cosas por el estilo. Este es el juego de palabras, tremendamente mistificador, de la filosofía. La historia de la filosofía produce, reproduce, se postula y presenta como eterna, y es capaz de hacerlo porque sus categorías fundacionales, desde lo trascendente hasta lo trascendental, resultan increíblemente útiles para la existencia y el ejercicio continuado del poder soberano.

C.C.- Por ese motivo, entonces, un pensador que nunca fue canonizado en la historia de la filosofía debido a su oposición al poder soberano tiene un futuro muy precario, y es también la razón por la cual su redescubrimiento no es como el de un pensador que ocupa un lugar central y dominante en esa historia.

A.N.- Y esa es también la razón por la que pienso a veces que es completamente indigno considerarse  filósofo.


[1] En castellano, Elogio de lo común, Antonio Negri, Cesare Cassarino, Paidós, Barcelona, 2012

[2] En castellano, ¿Qué es la filosofía? Gilles Deleuze, Félix Guattari, Anagrama, Barcelona, 1993

[3] El fisicalismo es una corriente amplia y diversa que subraya a los “hechos” como físicos, pasibles de ser estudiados por la física y entiende al lenguaje como subordinado a los mismos, o algo así.

[4] Carnap puede incluirse en la familia fisicalista primitiva, aunque con múltiples evoluciones, complejizaciones y matices posteriores

[5] Dewey, educador y pensador pragmatista estadounidense, viene siendo firmemente redescubierto en la actualidad, también en el Uruguay. La militante norteamericana Grace Lee Boggs, referida como “radical” y “revolucionaria” en muchos ambientes, dice que Dewey la ayudó a abandonar la dicotomía entre lo Verdadero y lo Bueno, tan atrincherada en el pensamiento occidental, y así pudo reconocer que las personas pueden desarrollar su potencial humano sólo a través de su inserción en la comunidad. “No puedo entender cómo tantos estudiantes universitarios que se preparan para ser maestros o profesores nunca leyeron u oyeron hablar de John Dewey (1859-1952), el pragmatista norteamericano cuyos escritos filosóficos me sacaron de la torre de marfil y enviaron al mundo de la militancia de base” Ver Grace Lee Boggs, La próxima revolución norteamericana, activismo sustentable para el siglo 21, University of California Press, 2012.

[6] La corriente pragmatista es una práctica de pensamiento presentada e introducida por Charles Sanders Pierce, John Dewey, William James y otros, con matices y aires de familia. Esta manera de pensar- no es una escuela-  al servicio de una práctica humana que se libere de dioses y destinos predeterminados está presente en momentos intensos de Marx, Wittgenstein, Nietzsche, Vaz Ferreira y numerosos otros, entre ellos Negri. El pensador contemporáneo más conocido de esta corriente es Richard Rorty, quien se considera discípulo directo de Dewey. Rorty proviene de la socialdemocracia norteamericana y Negri del marxismo autonomista italiano. Sin embargo ambos reconocen a Dewey y al pragmatismo norteamericano en general como referencia.


[7] Domenico Sccandella, molinero italiano del siglo 16, fue quemado por la Inquisición por sus ideas “heréticas” sobre el cosmos, su vida fue investigada por Ginzburg (nota editor de librevista)  Carlo Ginzburg, Il formagio e i vermi, Einaudi, Turin 1976 (versión castellana: El queso y los gusanos, Península, Barcelona, 2001) (nota original del libro)

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