Keynes, el político

x Alejandro Baroni Marcenaro


(tiempo de lectura rápida: 5 minutos, por otros métodos, experimentar)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Poder Ejecutivo no debe medir los gastos como en tiempos normales
editorial de Búsqueda, 4 de junio de 2020

Ni siquiera han despertado grandes alarmas las referencias que se han hecho – más que nada de la ministra de Economía Azucena Arbeleche, contagiando al presidente – al cuestionado economista inglés John Keynes
editorial de Búsqueda, 16 de julio de 2020

El martillo lo ajusta todo, hasta el punto que en la fábrica Lancia lo llamaban el “ingeniero”
Primo Levi (en su novela La llave estriada)
 
El Estado juega un rol fundamental cuando hay una crisis sistémica, el debate Keynes-Friedman está superado hace cuarenta años
Ernesto Talvi, julio 2020

No sería una exageración decir que la economía china es un proyecto laboral keynesiano a escala desmesurada
Centro Mises, economía austríaca y filosofía de libertad

Hay dos clases de políticos, insiders y outsiders. Los outsiders priorizan su libertad para  decir su versión de la verdad. El precio de su libertad es que son ignorados por los insiders, quienes toman las decisiones importantes
Larry Summers, asesor de Barack Obama en 2009-2011

Usted supone que la Economía Política es una investigación de la naturaleza y causas de la riqueza – y yo estimo que debería llamarse investigación de las leyes que determinan el reparto de los productos de la industria entre las clases que concurren a su formación
David Ricardo, en carta a Thomas Malthus

Todo puede pasar. Que el político Keynes sea olvidado, que el economista Keynes sea olvidado, que el pensador Keynes sea odiado, un virus, o peor y lo más probable, manoseado banalmente. Desde un societalista confeso, este ensayo modesto y limitadísimo en sus objetivos apunta a todo lo contrario, y a la vez, va a argumentar que en este contexto actual los duros de matar y los catastróficos al comienzo del siglo veintiuno son otros diferentes a los que veía Keynes hace cien años.

 

La belleza de Lydia Lopokova, la guerra del 14, la revolución rusa, el camino hacia la Teoría General, la guerra del 39, Bretton Woods, la crisis del 2008 y el Covid-19

El ambiente distendido y liberal del círculo de Bloomsbury de Cambridge[1] , al que Keynes frecuentaba, no privó al político y pensador de unirse a la bella bailarina rusa en 1925. La personalidad del británico le valió el sobrenombre de Pozzo, según el
apellido de un diplomático corso conocido por sus intereses multifacéticos y una mente imaginativa[2] . Precisamente ese año, Keynes pronunció dos conferencias que denominó ¿Soy un liberal? [3] dirigidas a la renovación del ahora desaparecido Partido Liberal británico. Previamente en 1919 había publicado en Consecuencias Económicas de la Paz sus frustraciones cualitativas y cuantitativas como delegado de Gran Bretaña en las negociaciones por  el Tratado de Versalles. Dos recuerdos que Virginia Woolf- también asidua a Bloomsbury- calificó de “brillante obra maestra” que elegimos comentar aquí son El Doctor Melchior y Mis primeras creencias, que fueron liberados al público por sus albaceas recién en 1949, permaneciendo aún varios escritos suyos sin publicar, una meta de investigaciones. Se produce la crisis de 1929, que Keynes define como “la paradoja de la pobreza en medio de la abundancia”. En 1934 se entrevista con Franklin Delano Roosevelt. Un New Deal  (Nuevo Acuerdo) debió ser iniciado antes de la aparición de la Teoría general, cuando la gente se refugiaba en los edificios municipales, recibía ayuda caritativa de las Iglesias y revolvía los tachos de basura. La apatía del gobierno  y el mercado debió terminar. El político Keynes ingresa en el debate norteamericano debiendo reafirmar que creía en el capitalismo (se le decía de todo, de totalitario para arriba)[4] y cuando se encuentra con Roosevelt, le urge al Presidente una mayor intervención. La Teoría general ofrece una interpretación del capitalismo alternativa a los economistas clásicos y a El Capital de Marx, diagnostica la crisis y expone una teoría y un cierto curso de acción alternativo a lo que improvisadamente ya se estaba adoptando. El historiador Richard Hofstadter en su Franklin D. Roosevelt: the Patrician as Opportunist (FDR: el Patricio como oportunista) contemplaba al New Deal como una amalgama de programas improvisados, lejanos de ser progresistas y capaces de ser adaptados a propósitos muy conservadores[5] . De todas maneras,si la burguesía ahorraba y no invertía, alguien debía hacerlo.
El camino para formular su Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero[6] de 1936 fue largo, desde su especialidad académica, y sin privarse de pensar y conjeturar sobre las limitaciones psicológicas y probabilísticas de las conductas humanas, tratando sin éxito de evitar que fuera tomado como un recetario, aunque adjudicándole en su título una generalidad extrema y excesiva que no condecía con el texto prudente. También preparándose para disputar en la conferencia de Bretton Woods de 1944 el esquema financiero pos guerra, al proponer un Banco Central mundial y una única moneda, en debate nuevamente sin suerte para él. Falleció en 1946 y el sistema que se resolvió en Bretton Woods lo sobrevivió algo menos de treinta años.
El pensamiento económico de Occidente entra luego en una etapa teórica muy mezclada, de monetarismo crédulo básico y laissez-faire retórico, en la que los economistas ocultaban sus influencias teóricas y recortaban períodos históricos que parecían evidenciar unas y otras tradiciones. El pensamiento de Keynes estuvo sepultado, en los sótanos, y en la superficie, y nunca en las condiciones supuestas por la Teoría General.

La crisis del 2008 trajo una intervención de la Reserva Federal[7] liberal que Xi Jinping ya quisiera para sí. Billones de dineros se volcaron a reparar instrumentos tóxicos financieros, instituciones especuladoras, a bancos variados, en resumen, al salvataje de la quiebra a lo que Keynes denominaba el casino rentista. Esos dineros salvaron momentáneamente las pérdidas locales, con más de lo mismo, aunque solo con alguna reversión a unos años después acompañada de un aumento de la inequidad. Uno de los resultados fue que en una década la desocupación subió y el salario real continuó cayendo en Estados Unidos, lo que en gran medida movió el voto de 2016 en varios Estados clave: triunfó Trump. Este sí ha estado moviendo dineros hacia las zonas y clases afectadas por el casino de Wall Street, generando proteccionismo y muros contra la inmigración, al mismo tiempo que representando y promoviendo otras reacciones contrarias a la vida contemporánea diversa y liberal.

La pandemia del Covid-19 puso en juego tardíamente nuevos billones de dineros en Estados Unidos y en parte de Europa, y están por verse – según las luchas políticas -  los destinos y derrames hacia las sociedades de esos intervencionismos por fuera del mercado. Por su parte, China continuó con su apalancamiento financiero estatal, y su juego de variables múltiple sin recetas, con objetivos de bienestar social y poder estatal.

Varias veces debe haberse revuelto Keynes en su tumba cuando igualaron e igualan el keynesianismo a la intervención financiera estatal en la demanda pues las simplificaciones exasperantes sobre el liberalismo y la dinámica de variables económicas y psicológicas de ajenos y propios siguen siendo abrumadoras. Con precisión, James K. Galbraith habla de cuidarse del keynesianismo vulgar [8], ese que echa leña al fuego del gasto descontrolado, al tiempo que saca conclusiones desde la economía de la demanda y de la oferta planteándoselas al progresismo norteamericano.
Lejos de la banalidad, la Teoría General es una teoría acerca un nuevo equilibrio que evite catástrofes en los ciclos de ocupación y distribución de riqueza, y no exclusivamente una táctica intervencionista estatal para sacar las castañas del fuego.
La fe de Keynes en el poder de las ideas era grande, iluminista: “las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad el mundo está gobernado por poco más que esto”. Y apuntando contra el pragmatismo vulgar: “Los hombres prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto. Los maniáticos de la autoridad, que oyen voces en el aire, destilan su frenesí inspirados en algún mal escritor académico de algunos años atrás”[9] . Dicho esto, sabía que las ideas y teorías son producto del conocimiento del autor, y éste de sus experiencias y reflexiones. Así, Keynes, una persona que excedía a un partido político, evolucionó y abandonó ideas, cambió y reconoció influencias a lo largo de su obra y dejó abiertos caminos para futura política y nuevos conocimientos.

 

Keynes, Moore, Russell y la filosofía analítica de Cambridge.

Centraremos sus influencias y referencias filosóficas en el relato de Keynes Mis primeras Creencias, revisado por él en 1938[10] . Había estudiado inicialmente matemáticas y presentó una tesis sobre la teoría de probabilidades en 1908, bajo el ojo de Alfred North Whitehead. Luego derivó hacia la economía y tuvo por profesores a Alfred Marshall y Charles Pigou, con los cuales luego debatiría y criticaría en la Teoría General. Su formación inicial en teoría probabilística no fue accesoria y estará presente en su pensamiento posterior, configurando un pie y antecedente para las teorías contemporáneas que no terminan de despuntar y reclaman una paciencia que se agota. Asienta un acercamiento ya sabiamente cauteloso a la epistemología de la verdad y falsedad, a los grados de verdad y falsedad, al lenguaje preciso de las variables lógicas como relativamente insuficiente. A quien interese este proceso puede consultar el Prefacio y los dos primeros capítulos de su Treatise on Probability[11] , temática en la que no nos detendremos aquí.
Los Principia Ethica de G. E. Moore eran definitorios para esa edad “en la que nuestras creencias influenciaban nuestro comportamiento, una característica de los jóvenes que la gente de mediana edad olvida con facilidad” (Mis primeras creencias, Acantilado, p 90, los entrecomillados y páginas indicadas pertenecen a la misma edición). En una frase estampa su divergencia con la clásica preferencia generalmente oculta del individualismo liberal, según el cual lo que sirva a tu interés sirve al colectivo: “Aceptamos la religión de Moore, y dejamos de lado su moral. De hecho, en nuestra opinión (del círculo-club-de Bloomsbury, ed.), una de las mayores ventajas que tenía su religión es que hacía innecesaria la moral – entendiendo por ‘religión’ la actitud de uno hacia sí mismo y lo esencial, y por ‘moral’ la actitud de uno hacia el mundo exterior y lo accidental” (p 92). Debatiendo con Hayek, quien extremadamente confundía la religión individualista con la moral social, expresa: “Debería decir que lo que queremos no es ausencia de planificación, o aún menos planificación, debería decir que con seguridad queremos más. Pero la planificación debería tener lugar en una comunidad en la que la mayor cantidad de gente posible, líderes y seguidores, comparten la misma posición moral”[12]
Y admitiendo algo tan presente cien años después entre nosotros, en lo que si no fuera tan repetido podría ser pasado por alto, como la mezcla científica dieciochesca con un platonismo persistente: “todos sabíamos con seguridad cuáles eran los estados mentales buenos y que consistían en la comunión con los objetos del amor, la belleza y la verdad. He llamado religión a esta fe, y sin duda tenía cierta relación con el neoplatonismo, aunque en la época nos habría enfadado mucho que alguien sugiriese tal cosa. Nos parecía que todo tenía un carácter científico y racional… se trataba sólo de la aplicación de la lógica y el análisis racional al material presentado como datos sensoriales” y remataba “combinábamos una aproximación dogmática respecto a la naturaleza de la experiencia con un método de manejarla que era extravagantemente escolástico” (p 96)
El planteo de Moore era la recurrencia al uso de un lenguaje preciso, “una gramática impecable”, “sin ambigüedades”, “y la formulación de las preguntas exactas”, “‘¿Qué quieres decir exactamente?’ era la frase que acudía con más frecuencia a nuestros labios. Si, tras el interrogatorio, daba la sensación de que no querías decir algo exactamente, quedabas bajo la grave sospecha de no querer decir nada en absoluto”[13] (p 97)
Luego de guiarse por los Principia Ethica de Moore y los Principios de la matemática de Russell, Keynes arriba en su madurez a que la “religión” analítica era “más pura y dulce que Freud combinado con Marx” y que continuaba siendo su religión sin Dios celestial bajo la superficie. Observa su intemporalidad, que sus intuiciones fundamentales terminan resultando “demasiado escasas y estrechas como para explicar la experiencia real”, y pareciendo un pragmatista sostuvo que el lenguaje de la abstracción generalizada era “una comedia  encantadora y hermosa, aunque le reconforte “poder descartar con buena conciencia el cálculo y la medida y el deber de saber exactamente lo que uno siente y quiere decir”.

También agradece a Moore haberle vacunado contra el virus de la tradición benthamita del utilitarismo – como se verá luego entrelíneas en la Teoría General -  a la que “ahora veo… como el gusano que ha estado royendo las tripas de la civilización moderna y es responsable de su decadencia moral”,  y en una frase que pinta su actitud ante la vida y sus frustraciones políticas: “fue esta escapatoria de Bentham, unida al insuperable individualismo de nuestra filosofía, lo que sirvió para protegernos a todos de la definitiva reductio ad absurdum del benthanismo conocida como marxismo[14] Hemos fracasado por completo, desde luego, en la tarea de proporcionar un sustituto para esas falsas doctrinas económicas que fuese capaz de proteger o satisfacer a nuestros sucesores, pero nosotros hemos sido - ¿me equivoco al decir que todos?- inmunes al virus, tan seguros en la ciudadela de nuestra fe como el Papa de Roma en la suya” (pp 108-109).

En particular, la autocrítica ética que resuena en el Keynes ya sumergido en el proceso de  publicación de la Teoría General es haberse fundado en el esquematismo de  “la naturaleza humana es racional” y “en una visión a priori de la naturaleza humana, tanto de los demás como de la nuestra, desastrosamente equivocada”, suponiendo que “los sistemas egoístas y altruistas conducían en la práctica al mismo fin”, “la atribución de racionalidad a la naturaleza humana, en lugar de enriquecerla, hoy me parece que la ha empobrecido, ignoraba ciertas fuentes de sentimientos que son valiosas y muy poderosas” (pp 110-113)  
Acerca de los diálogos mantenidos con Bertrand Russell, quien en ese momento sobrevaloraba extremadamente a la lógica, comenta que “Bertie (Russell) sostenía simultáneamente un par de opiniones ridículamente incompatibles. Defendía que, de hecho, los asuntos humanos se llevaban a cabo de la manera más irracional, pero que el remedio era muy simple y sencillo, puesto que todo lo que teníamos que  hacer era realizarlos de modo racional” (pp 114-115)[15] .
Un día, Keynes cenaba con Max Planck, físico fundador de la mecánica cuántica, y éste le dijo que había considerado dedicarse a la economía, pero que no lo había hecho por considerarla demasiado difícil. Keynes contó la anécdota, divertido, a un colega de Cambridge, quien le relató que Bertrand Russell le había confiado que él también había pensado en estudiar economía, pero decidió que era demasiado fácil[16] .

 

Keynes pregunta: ¿Soy un liberal? y la gente como uno en el siglo veinte

Entiendo que esta pieza a comentar, siendo una vara alta para saltar, es importante para la literatura política liberal, institucional y silvestre, cien años después de pronunciada. Revela insights, brillantez y tragedias que quien lea puede registrar en diferentes contextos y períodos de tiempo, y hoy día, desde luego. Es una síntesis política de uno de los más lúcidos intelectuales de la burguesía que, en una etapa relativamente primaria de su producción, ofreció alternativas al conservadurismo del viejo mundo y al impacto revolucionario ruso[17] .
¿Soy un liberal? es el título de una conferencia dictada en dos partes por J.M. Keynes en la Liberal Summer School  (Escuela de verano del Partido Liberal) que se reunió en Cambridge al norte de Londres, en agosto de 1925.
El autor aclara aquí inductivamente a sus correligionarios del Partido Liberal su liberalismo social, caracterización nada inocente, producto de la evolución desde su individualismo primario en los años de Cambridge, y en una situación histórica de divisiones entre los liberales debilitados que apoyaban alternativamente a gobiernos conservadores y laboristas.

Keynes plantea su ajenidad al partido del viejo mundo (Conservador): “Ellos no me ofrecen comida ni bebida, ni consuelo intelectual ni espiritual. No me divierten, ni emocionan o edifican. Lo que es común a esa atmósfera, la mentalidad, la visión de la vida de - bueno, no mencionaré nombres -  no promueve mi propio interés ni el bien público” y  “El Partido Conservador siempre tendrá su lugar como el duro de matar (die-hard)… A menudo no es más que un accidente de temperamento o de asociaciones pasadas” y sigue con nada menos que: “La dificultad es que los líderes capitalistas en la ciudad y en el Parlamento son incapaces de distinguir las medidas novedosas para salvaguardar el capitalismo de lo que llaman bolchevismo”, como es las leyes de la herencia, que Keynes aboga por abolir: “el principio hereditario en la transmisión de riqueza y el control de los negocios es la razón por la cual el liderazgo de la causa capitalista es débil y estúpido. Está demasiado dominado por hombres de tercera generación”.
Enfrentado al conservadurismo, aboga por la paz en Europa, aún pudiendo parecer “débil”, y plantea en su lenguaje de época la cuestión de “sexo”: “No tengo dudas de que las cuestiones de sexo están a punto de entrar en la arena política. Los comienzos muy crudos implicados por el movimiento pro sufragio femenino fueron solo síntomas de problemas más profundos y más importantes debajo de la superficie. El control de la natalidad y el uso de anticonceptivos, las leyes matrimoniales, el tratamiento de delitos sexuales y anormalidades, la posición económica de la mujer, la posición económica de la familia. En todos estos asuntos, el estado actual de la ley y de la ortodoxia aún es medieval, fuera de contacto con la opinión civilizada y la práctica
civilizada y con lo que las personas, educadas y sin educación, se dicen unas a otras en privado”. Y sobre el salario familiar, trabajo remunerado y el mercado: “La situación de las mujeres asalariadas y el proyecto del salario familiar afectan no solo a las mujeres, la primera en el desempeño del trabajo remunerado y el segundo en el desempeño del trabajo no remunerado, sino que también plantea la cuestión de si los salarios deberían ser fijados por las fuerzas de la oferta y la demanda de acuerdo a las teorías ortodoxas del laissez-faire, o si deberíamos comenzar a limitar la libertad de esas fuerzas según lo que es "justo" y "razonable" teniendo en cuenta todas las circunstancias”. E insiste sobre sus dos ideas básicas, justicia y estabilidad social: “En el campo económico, esto significa, en primer lugar, que debemos encontrar nuevas políticas y nuevos instrumentos para adaptar y controlar el funcionamiento de las fuerzas económicas, de modo que no interfieran intolerablemente con las ideas contemporáneas sobre lo que es adecuado y apropiado para los intereses de estabilidad social y justicia social”. Es básico para Keynes la noción de equilibrio social, concepto que desarrolla luego atacándolo desde la economía y el pleno empleo. Así el modelo formal le es suficiente, a pesar de haberse liberado de la mano ciega del mercado, caracterizado por la confianza en determinadas élites ilustradas y sus ideas de “justicia social”, equilibrio sutil que podría preservar de catástrofes innovadas y de conservadurismos muertos.

Las clases sociales estaban muy recortadas y muy autoidentificadas al comienzo del siglo veinte. Keynes cree en la gente como él, en la burguesía y su inteligencia ante el “grosero” proletariado. Dice de la burguesía: “con todas sus faltas, es la calidad de vida y seguramente contiene las semillas de todos los logros humanos”[18] .
En su conferencia define que no puede elegir al Partido Laborista porque “es un partido de clase, y la (su) clase no es mi clase. Si voy a perseguir intereses sectoriales, buscaré los míos. Cuando se trata de la lucha de clases como tal, mis patriotismos locales y personales, como los de todos los demás, excepto ciertos celos desagradables, están unidos a mi propio entorno. Me puede influir lo que me parezca justo y de buen sentido, pero la guerra de clases me encontrará del lado de la burguesía educada”.
La omisión en la publicación escrita de expresiones de la conferencia parece no haber sido error. Allí la sinceridad de Keynes acerca de su posición de élite es cristalina: “Pero esta no es la dificultad fundamental. Estoy preparado para sacrificar mis patriotismos propios por un importante propósito general. ¿Cuál es la verdadera repulsión que me mantiene alejado del Laborismo?” Para  Keynes es que el círculo dirigente, el control ilustrado, intelectual y científico, sea ejercido con técnica política, desde arriba, sobre los illiterate de un partido. “No creo que los elementos intelectuales del Partido (Laborista) puedan alguna vez ejercer un control adecuado… y si - lo que no es improbable - el control del partido es tomado por un círculo interno autocrático, este control se ejercerá en interés de la extrema izquierda: el sector del Partido Laborista que designaré el Partido de la Catástrofe”.
Veamos, con disculpas por la brevedad, acerca del contexto de las consideraciones de Keynes y si sus expectativas estaban fundadas.
Dice Eric Hobsbawm[19] : “las repercusiones de la revolución de octubre fueron mucho más profundas y generales que las de la revolución francesa, pues si bien es cierto que las ideas de ésta siguen vivas cuando ya ha desaparecido el bolchevismo, las consecuencias prácticas de los sucesos de 1917 fueron mucho mayores y perdurables que las de 1789” (p 56 ). En Gran Bretaña, el Partido Comunista se refunda en 1921, y es rechazado su ingreso como tal al Partido Laborista, entonces una suerte de federación de grupos socialistas y similares. Sin embargo, ingresan individualmente dirigentes del Partido que seguía las orientaciones de la Tercera Internacional y en las elecciones de 1923 dos comunistas resultan elegidos como diputados. Las bancas se repartieron así: Partido Conservador y Unionista, 344 escaños, Partido Laborista, 142,
Partido Liberal, 62, y además figuran otras representaciones menores[20] . Dos años antes de que pronunciara Keynes sus conferencias, la composición del Parlamento era favorable al conservadurismo, gran parte de los liberales habían votado al laborismo y el movimiento socialista estaba debilitado por una división promovida desde la Tercera Internacional.
Hobsbawm confiesa que sus expectativas de extensión de la revolución de octubre resultaron frustradas en Europa, y de manera similar Keynes decía que la gente había tenido una paciencia inesperada. Desde Marx, la carta mayor estaba en países capitalistas desarrollados, como era la derrotada Alemania, donde “la ejecutiva de un soviet de obreros y soldados de Berlín nombró un gobierno socialista de Alemania”. En 1918 se proclamó en Baviera una efímera república socialista y en 1919 una república soviética breve en Munich, ambos intentos “sofocados con la brutalidad esperada”. Pocas semanas después de la proclamación en Berlín hubo elecciones y los socialdemócratas obtuvieron algo menos del 38% de los votos – el porcentaje más alto que nunca alcanzaron – y los socialdemócratas independientes, revolucionarios, aproximadamente el 7,5%”…Menor aún fue la amenaza del Partido Comunista recién creado, cuyos líderes Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo fueron asesinados por pistoleros a sueldo del ejército”.
Berlín, Munich y Londres resultaron diferentes a San Petersburgo y su Palacio de Invierno, las insurrecciones alemanas por más complejas se mostraron más ineficientes que el relativamente más sencillo putsch de Trotski.
Concluye Hobsbawm: “en 1920 resultaba evidente que la revolución bolchevique no era inminente en Occidente, aunque también lo era que los bolcheviques habían conseguido asentarse en Rusia”.
Y en su texto La revisión del Tratado (de Versalles) de 1922, Keynes ya atemperaba sus angustias de 1919 expresadas en Las consecuencias económicas de la paz: “la paciencia de las masas populares de Europa y la estabilidad de las instituciones han resistido golpes peores de los que habrán de recibir nunca en el futuro”.
Keynes enuncia esta pieza política una década antes de haber reconocido que “la atribución de racionalidad a la naturaleza humana, en lugar de enriquecerla, hoy me parece que la ha empobrecido, ignoraba ciertas fuentes de sentimientos que son valiosas y muy poderosas” (ver líneas arriba). Lo que dijo en 1925 acerca de que el Conservadurismo y el Laborismo poseían alas con fuerza y ​​pasión expresaba una gran debilidad de su Partido Liberal de entonces, ese condenado a buscar el “medio” equilibrado por la mejor argumentación. Cuando Keynes debió comprender la crisis de la abundancia, la inestabilidad social y atestiguar la revuelta de tachos de basura, además de presenciar el advenimiento del odio fascista supo - como otros innovadores en diferentes disciplinas y lejos de hacerse irracionalista - colocar el uso de la razón siempre necesaria en nuevos sistemas de coordenadas y variables analíticas, y no necesariamente en un nuevo paradigma

 

Las consecuencias de la paz y la derrota de la República de Weimar

-Tu gente en Atenas y tu gente del Grupo de Bruselas no están interesados en una discusión seria
Yanis Varoufakis, Ministro de Grecia
-Tú hablas como Keynes ahora
Christine Lagarde, Directora del FMI
 
Keynes fue el representante del Tesoro británico en las conversaciones por el Tratado de paz de Versalles, Paris, luego de finalizada la guerra del 14. Interesan sus puntos de vista decepcionados acerca del futuro de Europa publicados en 1919, a catorce años de la culminación del proceso de irrupción nazi en Alemania de1933[21] .
No necesitaría pruebas mayores de actos irracionales a gran escala. La racionalidad estaba circunscrita por limitados intereses sentimentales, de supuestos y principios que él describe.
Con un talante historicista y aire hegeliano, Keynes inicia su libro Las Consecuencias económicas de la paz[22] de 1919 con un diálogo entre dos espíritus, Geist der Zeiten, el espíritu de los tiempos y el Geist der Piëtat, el de la piedad. No hay piedad en Versalles para con los vencidos, sostiene Keynes, los poderosos están poseídos por la venganza y la ausencia de juicio estratégico:
“El espíritu de los tiempos.- Observa que toda visión amplia y (con) dominio de sí mismas,
Han desertado de estas multitudes, ahora dadas a los demonios,
Por el abandono Inmanente. Nada queda
Más que venganza aquí, entre los fuertes,
Y allí, entre los débiles, rabia impotente
El espíritu de la piedad.- ¿Por qué impulsa la Voluntad, una acción tan insensata?
El espíritu de los tiempos.- Te he dicho que trabaja inconscientemente,
Como un poseído, no juzgando.

…(sobre el espíritu de la Conferencia de Paris) Keynes dice a continuación en su libro: “No les interesaba la vida futura de Europa; no les inquietaban sus medios de vida. Sus preocupaciones, buenas y malas, se referían a las fronteras y a las nacionalidades, al equilibrio de las Potencias, a los engrandecimientos imperiales, al logro del debilitamiento para el porvenir de un enemigo fuerte y peligroso, a la venganza, y a echar sobre las espaldas del vencido la carga financiera insoportable de los vencedores” (p 40 de la edición de Crítica, las páginas indicadas a continuación son de la edición referida)
En disonancia con otras opiniones contemporáneas suyas acerca de una posible irrupción revolucionaria en Inglaterra dice “No percibo en Inglaterra la más leve posibilidad de una catástrofe, ni probabilidad ninguna seria de un levantamiento general de la sociedad. La guerra nos ha empobrecido, pero no gravemente; yo creo que la riqueza real del país en 1919, es por lo menos igual a la que era en 1900. Nuestra balanza comercial es adversa, pero no tanto para que su restablecimiento implique un desorden en la vida económica (coloca tablas con cifras)” (p 165)
En la misma línea, refiriéndose a Europa: “Si dejamos que siga la bancarrota y la ruina de Europa, afectará a todos a la larga, pero quizá no de un modo violento e inmediato… Los acontecimientos se encargan del porvenir inmediato de Europa, y su destino inmediato no está ya en manos de ningún hombre. Los sucesos del año entrante no serán trazados por los actos deliberados de los estadistas, sino por las corrientes desconocidas que continuamente fluyen por bajo la superficie de la historia política, de las que nadie suele predecir las consecuencias” (p 191).
Keynes también conectaba sus cables intelectuales a tierra y sembraba nuevos campos teóricos hasta para el siglo veintiuno.

Para terminar este capítulo, no puede dejarse de mencionar por su frescura el relato El Doctor Melchior, leído por Keynes a sus amigos y amigas probablemente en 1931. Publicado erróneamente o, en fin, en Gran Bretaña en 1949 como el Dr. Melchior, un enemigo derrotado, la edición barcelonesa de Acantilado[23] titula simple y adecuadamente El Doctor Melchior, al menos en tapa. Karl Melchior fue un jurista consejero de la República de Weimar en las negociaciones por la pazen Versalles. Banquero, judío, fue desplazado de su oficio en 1933 por los nazis, falleciendo ese mismo año de un ataque cardíaco. Las simpatías de Keynes por la república democrática de Weimar y su preservación, aquí expuestas, no fueron aquilatadas y más bien criticadas ciegamente por conservadores connacionales y europeos.
 
Entre algunas joyas de este relato, que no resisto citarlas, con disculpas por la seriedad esperada que pueda pensarse que falta, están (aunque sugiero leerlo completo):
“(el mariscal Foch, representante francés) es honesto, valiente y tenaz, pero nueve décimas partes de los asuntos de la humanidad quedan fuera de su campo de visión y su entendimiento es incapaz de dedicarles atención. En las circunstancias apropiadas, por tanto, puede ser tan peligroso para el bienestar de la humanidad como lo han sido otros que han unido un intelecto estrecho e insensible a un carácter fuerte y sencillo. Pero esto no debe llevarnos a sobreestimar su importancia. Pese a ser todo un personaje, no deja de ser uno pequeño: un campesino” (p 18 edición Acantilado)… (del general Weygand) “al principio pensé que era el intelecto del mariscal, pero estaba equivocado… era su portavoz y cubría sus deficiencias menores. (como su jefe el mariscal) lo tengo por un católico educado por los jesuitas” (p 19)
“Entretanto, los alemanes nos habían salido al encuentro… Erzberger, gordo y desagradable con su abrigo de piel… con él iban un general y un capitán de la marina con una cruz de hierro alrededor del cuello y un extraordinario parecido, en el rostro y la figura, con el cerdo de Alicia en el país de las maravillas. Como grupo, cumplían a las mil maravillas con la idea que la gente suele tener de los hunos. Lo cierto es que el aspecto personal de esa raza está extraordinariamente en contra suya. ¡Quién sabe si
no sería esa la verdadera causa de la guerra! ¡Compárese a esos alemanes con ese estúpido e insensible militarista que es nuestro almirante Browning!” (p 22)
(entre los financieros alemanes) “se adelantó un hombrecillo exquisitamente limpio…sus ojos centelleaban directamente hacia nosotros, como los de un noble animal acorralado… (con él) iba a tener una de las relaciones más curiosas del mundo…(era) el doctor Melchior.” (p 24)
(Melchior) “era el único que conservaba la dignidad de la derrota” (p 37)
“Hicimos pocos progresos en el proyecto de intercambiar los barcos (mercantes alemanes a flote) por comida… pero llegamos a un acuerdo provisional por el que nos entregaron una suma de cerca de cinco millones de libras en oro y divisas extranjeras, a cambio de un suministro inmediato de manteca y leche condensada” (p 38) “Los Aliados estaban ahora al mando, pero los recuerdos del hambre podían volverse algún día contra ellos. Se dejaba pasar hambre a los alemanes cuando en Rotterdam había cientos de miles de toneladas de alimentos” (p 63)  “El antisemitismo… yacía a poca profundidad bajo la superficie de una asamblea como aquella” (p 68)
Veamos un extracto del relato de una entrevista de Keynes con Melchior, en una situación trabada por la falta de envíos de alimentos a Alemania, las resistencias de Weimar a entregar los barcos y las obstrucciones francesas, donde aparecen premoniciones oscuras en Melchior sobre el futuro de Alemania: “Ambos permanecimos de pie durante toda la entrevista. En cierto sentido, me había enamorado de él. Me dijo que haría lo que estuviese en su mano, aunque tenía pocas esperanzas de éxito… Hablaba con el pesimismo apasionado de un judío. El honor alemán, la organización y la moralidad se venían abajo, no veía la luz por ninguna parte, suponía que Alemania acabaría por hundirse y la civilización desaparecería; debíamos hacer lo que pudiésemos, pero unas fuerzas oscuras se deslizaban sobre nosotros” (p 56)
Al final del relato, cuando Melchior había dimitido por discrepar con el texto del tratado en ciernes, dice Keynes: “El que Alemania fuese tan culpable por aceptar lo que no podía cumplir como los Aliados por imponer lo que no tenían derecho a exigir, esas eran las ofensas contra La Palabra que tanto lo herían” para “un puritano que era, un moralista recto y estricto, un adorador de las Tablas de la Ley, un rabino”. Keynes debe haber visto en el negociador alemán un ejemplar similar al Moore de El ideal[24]
Para Melchior, “la guerra había sido una guerra contra Rusia, y lo que más le obsesionaba era la idea de las fuerzas oscuras que podían surgir ahora de Oriente”. Si Keynes interpretaba correctamente, el lúcido banquero alemán se equivocaba, pues las fuerzas oscuras y pardas del nazismo resultaron las peores amenazas para la civilización que el Oriente, que “al final del día” permitió la continuidad de Occidente.

 

Una gran Teoría que no necesita ascender a General y la banalidad

La Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero, de Keynes, se publicó en 1936. A siete años del comienzo de la gran crisis de 1929, con el proceso de ascenso nazi en Alemania en curso y a tres años de la entrada de Hitler en Austria y el comienzo de la segunda guerra.
No es una teoría sacada de la galera; Keynes había visto mucho, debatido suficiente con sus maestros economistas y políticos conservadores, abandonado los supuestos económicos y filosóficos con los que se educó y adquirido otros, comprobado la
necesidad de buscar una tabla de salvación del capitalismo entre guerra, revolución, crisis y nueva guerra, elegido variables determinadas por la historia vivida, y esa maduración suya produjo la teoría. Vale decir que su desarrollo matemático – que no abordaremos aquí - depende por entero de sus supuestos y objetivos[25] .
El libro puede dividirse en tres partes, una, la introducción de sus discrepancias con sus maestros liberales clásicos, dos, el desarrollo cuantitativo y algebraico y tres, una fundamentación metaeconómica de sus planteos. En este ensayo obligadamente, aunque también por elección, comentaremos solo aspectos delimitados del texto, concentrándonos en sus supuestos y objetivos. Las consideraciones de teoría económica irán en nota al pie[26] , y podrían ser omitidas para facilitar la lectura, sin permitirse olvidar que este es un texto de la economía política ineludible, y tan referido como poco leído en su contexto.
En su Teoría General  Keynes busca diseñar un posible equilibrio social, dinámico, que no se deducía del pasado, para el mundo de entreguerras, considerando variables que los autores clásicos y posteriores neoclásicos no atendían.
Como en su Am I liberal?, la Teoria General es un manifiesto político[27] que no es conservador para su momento histórico, sino todo lo contrario. Es un manifiesto liberal social sobre el capitalismo de su época, así como las conferencias referidas son un manifiesto liberal social dictado entre guerra, crisis, revolución, ascenso del Estado nazi-fascista y guerra, la Teoría General es un manifiesto por el capitalismo liberal social, alternativo al capitalismo salvaje de los poderosos de entonces, al Estado soviético en construcción y al Estado nazi-fascista en construcción.
Sería exagerado sostener que Keynes desarrollaba teoría defensiva y exclusiva contra el ascenso revolucionario de su época. Aunque sí tenía en cuenta explícitamente la revolución de octubre, las insurrecciones en Alemania y las inquietudes en Gran Bretaña, aparece en múltiples oportunidades que su inquietud mayor provenía de la ceguera teórica y política de su clase social, esa discapacidad que, sin embargo tuvo la oportunidad de disimular – la parte aliada -  ganando la guerra, aunque emergiendo debilitada como tradición liberal. Antecediendo a Thomas Piketty – otro outsider - en su intención de salvar el capitalismo de los capitalistas dominantes, aunque con propuestas estratégicas diferentes, logró convencer parcialmente a algunos gobernantes - durante la crisis - de que debían abandonar los presupuestos de su versión dogmática del laissez- faire económico.
En cuanto a sus ideas políticas y político económicas su fracaso en vida fue duro, aunque posteriormente sus aires de familia hayan visitado y reaparecido, poco literales ni adjudicados adecuadamente, y bien diseminadas por el mundo.
Su pensamiento descansaba en el poder de las ideas, el convencimiento y la persuasión excesivamente y, aunque confeso burgués ilustrado formulaba - desde su lugar - teoría para todas las clases sociales entendidas como capas de ingresos. Al mismo tiempo no dejaba de ver psicologías y probabilidades de comportamiento en la sociedad, las que intentó incluir en sus planteos.
Además de su elección tan determinada de clase social dirigente y de suponer al Estado como socialmente neutro, otra gran debilidad teórica suya fue su - herencia aceptada sin abandono - noción de equilibrio. La búsqueda del equilibrio por parte de un estudioso refinado y conocedor de ambientes como Keynes resulta asombrosa.
Luego de su evolución filosófica ¿acaso no supo ver que el equilibrio es como el amor, se encuentra y no se busca? ¿Qué la estabilidad es transitoria? Dicho esto, él sí sabía que la complejidad de variables es tan grande que ninguna permanece  constante durante tiempo prolongado. Habrá que aguardar lo que está sin publicar de su obra a ver si ofrece pistas.
Y otra pregunta que Keynes se formulara con otras palabras y repica hoy: ¿hasta qué punto los sistemas dinámicos que se estudian contemporáneamente serán adecuados si no se conoce suficientemente las pulsiones racionales e irracionales de los humanos como por ejemplo el dejarse ir suspendiendo el juicio?

 

 

El diseño internacional de Bretton Woods impulsado por un keynesiano contra Keynes y la imborrable globalidad

Seguimos aquí como referencias de estudios históricos  a Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Crítica, Buenos Aires, 2014 y a Yanis Varoufakis, El Minotauro global, Capitán Swing, Madrid, 2012, aunque no necesariamente a sus interpretaciones.

Lejos de los campos de batalla, casi un año antes del fin de la guerra (sic) y con el Ejército Rojo avanzando sobre Varsovia, en julio de 1944 se reunieron delegados de las naciones aliadas en Bretton Woods, New Hampshire, Estados Unidos, a iniciativa de Roosevelt[28] .
El delegado norteamericano fue Harry Dexter White “fervoroso defensor del New Deal y keynesiano confeso”[29] , quien se convertiría luego  en “víctima de la caza de brujas en Estados Unidos, por presuntas simpatías, mantenidas en secreto, con el Partido Comunista”[30] .
El delegado británico fue John Maynard Keynes.
Ambos sabían que para evitar nuevas depresiones, debía construirse un marco institucional global, un banco y un sistema financiero de préstamos y construcción de demandas programadas.
La propuesta triunfante fue la de White, quien propuso un “sistema de tipos de cambio fijos, con el dólar en su centro… lo principal era que cada moneda estaría vinculada al dólar por un tipo de cambio dado” [31], comprometiéndose Estados Unidos a pagar a quien quisiera una onza de oro al precio de  treinta y cinco dólares. Las instituciones formales claves eran el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF).
Keynes propuso “crear una Unión Monetaria Internacional  (International Clearing Union), y una única moneda (a la que denominó bancor) para todo el mundo capitalista con su propio Banco Central internacional…la UMI garantizaba a cada país miembro… el derecho a recibir préstamos sin interés del banco central internacional (y otros tipos de préstamos con interés fijo)… de este modo a los países deficitarios se les permitiría la  flexibilidad de estimular la demanda para contrarrestar cualquier ciclo de deuda-deflación sin tener que devaluar su moneda”[32]

De Bretton Woods surgió la creación de una arquitectura institucional que según Hobsbawm fue el marco de la “edad de oro” del capitalismo, aún con problemas congénitos que explotarán en 1971. Era un sistema gravemente herido dos décadas antes que revive con enorme potencia, y, en el medio y moviendo el marco, bancos, financieras, planes de reconstrucción, empresas transnacionales, guerra fría, prensa, opiniones públicas, múltiples guerras y ejércitos.
Dicho esto, lo que interesa más para este ensayo son las propuestas de Keynes durante esas negociaciones. En la Argentina de 1971, pensando en un país, un Estado y un contorno geográfico delimitado, el banquero DavidGraiver, Dudi[33] , le dijo a José Gelbard: “No importa el dinero sino el poder. Pero el poder no se consigue sin un banco, un diario y un ejército”[34] .
Keynes fue un político, no era militar aunque había administrado fondos de guerra, ni era editor periodístico aunque había publicado, debatido y participado en medios de comunicación, aunque sabía de bancos e instituciones financieras. En 1940, a cuatro años de su Teoría General, desatendida en muchas consideraciones y escuchada solo en detalles empíricos por la instrumentación del New Deal, él mismo había arribado a la conclusión de que políticamente era inviable instrumentar el gran experimento de organización del gasto que confirmara sus tesis, a no ser que estallara una guerra[35] . Y a no ser que se mirara al mundo en su globalidad.
Así, al concluir esa guerra, Keynes intentó nuevamente sin éxito que se construyera un equilibrio mundial, estable, cooperativo entre acreedores y deudores, sabedor de que ningún país podría sobrevivir con estabilidad independientemente del resto de los países. Ni siquiera Estados Unidos y mucho menos la Gran Bretaña endeudada y con gran destrucción a cuestas. Casi todos en Bretton Woods lo sabían, sin embargo, lejos de la cooperación, se eligió un camino de renovación de dominio, esa condición básica imperialista. Lejos de la pacificación, se eligió también una ruta lejos de las artes del mercado- y el laissez-faire - con un gran marco programado. Dice Hobsbawm: “a diferencia de las Naciones Unidas, el sistema internacional de comercio y pagos funcionó, aunque no de la forma prevista en principio. En la práctica, la edad de oro fue la época del libre comercio, libertad de movimiento de capitales y estabilidad cambiaria que tenían en mente los planificadores durante la guerra. No cabe duda que ello se debió sobre todo al abrumador dominio económico de los Estados Unidos y del dólar que funcionó como estabilizador gracias a que estaba vinculado a una cantidad concreta de oro, hasta que el sistema se vino abajo a finales de los sesenta y principios de los setenta”.  Se produce entonces la ruptura del acuerdo de Bretton Woods por una combinación de variables teniendo como la principal la decadencia de Estados Unidos, sin dejar de mencionar la derrota en Vietnam, que excede largamente al fenómeno circunscrito de la estanflación (desocupación más inflación) que según algunos significaría el fin de ese keynesianismo que en este ensayo sostenemos es sin la mirada conjunta, compleja y abierta de Keynes. Importa esta observación de Hobsbawm: “dejemos a los economistas, una tribu notablemente pendenciera, que discutan las virtudes y defectos y la eficacia de las diversas políticas que adoptaron distintos gobiernos (muchas de ellas asociadas al nombre de J. M. Keynes, que había muerto en 1946)”[36] .
Puede que la economía política sea un conocimiento aún inmaduro y sobre todo  imposible de encerrar dentro de manuales y teorías económicas. Dicho esto, la orientación de las acciones con recursos la da la respuesta a las preguntas muy antiguas. Pasando raya, están los intereses de clase, grupales, corporativos, y los ambientales que no estaban presentes en vida de Keynes.
La guía básica para interpretar es responder a las preguntas: ¿Para quién se gobierna? ¿para quién se piensa y proyecta?
No es difícil contestarlas. 

 

Ferrere, el Frente Amplio, los tanques rusos en 18 de Julio, los tanques de Cristi y Alvarez también en 18 de Julio y la estanflación

En el Uruguay de 1971, cuando parecía que el Frente Amplio podía ganar y los niños corrían el peligro de que se los llevaran para Cuba y cualquiera fuera atropellado por un tanque ruso en 18 de Julio – según unas imágenes formidables antológicas convincentes en la televisión que superaban a las piezas publicitarias del dolor de cabeza de Geniol  - hubieron reacciones liberales decentes que no estaban escindidas entre la economía y la política.
Con alta inflación y depreciación del peso, el abogado Daniel M. Ferrere, un inconformista y ocurrente emprendedor, fundador del actual estudio CPA Ferrere, que hoy tiene oficinas en Bolivia, Ecuador, Paraguay y Uruguay y representa a Aratirí en su juicio contra el Estado uruguayo, decía en junio de 1971 en el diario Acción de la Lista 15: “los capitales que los uruguayos han colocado en el exterior son… un capital que, correspondiendo a un bien producido en el país, no se reinvierte en el mismo, por lo que debe sumarse al capital que se mantiene paralizado en el país”. Dijo más: “…el déficit (fiscal) no es bueno ni malo. Es malo en cuanto no responde a ninguna finalidad, o se hace crónico, pero es bueno en cuanto constituye una medida destinada a crear condiciones para que los uruguayos vivan mejor”…”todo lo que es bueno para el  trabajador es bueno para el país”[37]
El diario Acción fue luego clausurado por la dictadura, el líder de la lista 15 Jorge Batlle proscrito de la actividad política y otros tanques recorrieron la avenida 18 de Julio para disolver la concentración antigolpista del 9 de julio de 1973.
El Uruguay es un país desde el que se podría escribir una historia política y económica, con intenciones generalizantes, que incluyera Estado directriz, Estado superavitario, deficitario, acuerdos sociales, nuevos y viejos de todo tipo y color, intervenciones por empleo, antiinflacionarias, regulaciones monetarias, Estado de bienestar, Estado represor social, etc. Es un ejemplo a pequeña escala de una experimentación socialdemócrata y liberal social. La necesaria concreción de la mirada, imprescindible, puede ceder a  intenciones ejemplarizantes e inductivas, sin necesariamente caer en la recurrente costumbre de la formulación de un modelo. Es un ejemplo de que los esfuerzos por desmontar un cierto estado de bienestar, si bien intensos y destructivos por momentos, no han resultado efectivos en el largo plazo, siempre lejos de los objetivos de sus diseñadores.
Hobsbawm, apelando a una mirada estratégica de historiador, que él reclama a economistas para su campo de estudio: “Pese a los esfuerzos realizados, casi ninguno de los gobiernos de los países ricos – y básicamente democráticos – ni siquiera los más hostiles a los gastos sociales, lograron reducir o mantener controlada la gran
proporción del gasto público destinada a estos fines” (entre 1972 y 1990)[38] . Y añade: “Tras catorce años en el poder, el más ideológico de los regímenes de libre mercado, el Reino Unido ‘thatcherista’, acabó gravando a los ciudadanos con una carga impositiva considerablemente mayor que la que habían soportado durante el gobierno laborista”[39] . Hobsbawm también anota que la suerte de los países más pobres fue distinta.
En su libro El Minotauro Global, que traza una historia económica occidental con una visión arquitectónica, al menos desde el patrón oro antiguo, Bretton Woods, su caída, arribando a una interpretación de la crisis del 2008 y una conclusión sorprendente cuyo comentario puede leerse en otro lugar [40] , Yanis Varoufakis introduce un determinante aspecto de la famosa estanflación – estancamiento más inflación - de los años setenta, fenómeno en la que se afirman aún hoy los ansiosos sepultureros del keynesianismo, que ya prendían velas al dios mercado desde la sociedad Mont Pelerin y contrataban al Martinelli global para enterrarlo por anticipado. Una de las virtudes de esta interpretación es su enfoque global.
Eran tantos los dólares que se habían acumulado en Europa y Japón, que en agosto de 1971 “el presidente francés Georges Pompidou (envió) un destructor a Nueva Jersey para canjear dólares estadounidenses por el oro guardado en Fort Knox (una onza costaba 35 dólares según el acuerdo de Bretton Woods)… días después el gobierno británico de Edward Heath hizo una solicitud similar (aunque sin emplear a la Marina Real)… cuatro días después, el 15 de agosto de 1971, el presidente Nixon anunció el final efectivo de Bretton Woods: el dólar ya no sería convertible en oro”.
En consecuencia, el oro pasó de 35 a 455 dólares en 1979, el petróleo pasó de 3 a 30 dólares en 1979, y una fortísima subida de las materias primas y los costes de producción en todo el mundo. La inflación se disparó al igual que el desempleo, una poco común combinación de estancamiento e inflación que pasó a conocerse como estanflación”. Los conspiradores de Mont Pelerin vieron su oportunidad mientras desde Suecia les daban una mano con dos premios Nobel (Hayek y Friedman): la gestión estatal y la administración pública eran el problema[41] : “el keynesianismo había fracasado”. En América Latina, la situación política estaba desmadrada con el gobierno de Allende, el retorno de Perón, un Frente Amplio promisorio, alguna guerrilla amenazante y la sobrevivencia cubana. De paso, liquidaron el estado de bienestar por un tiempo.

 

Keynes, el liberalismo escindido, China, los von Papen, la gente como uno del siglo veintiuno, las botellas y la inutilidad

Una conocida cita de la Teoría General, la de las botellas, revela gráficamente la preocupación de Keynes por la ocupación de las personas y la creación de demanda económica poniéndolas por encima de la eficiencia y el crecimiento económico. También ha sido objeto de burlas desde luego. Los asuntos ambientales no estaban en el radar de su época, pero cuántas obras ambientales sin un objetivo inmediato salvo dar trabajo, ocupación y dinero a las personas, y con grandes objetivos para la
vida futura podrían ser hechas. Hasta podrían figurar en las cuentas nacionales y el crecimiento del PBI, sin rentabilidad, al costo, a pérdida momentánea. Decía Keynes:   
“Si la Tesorería se pusiera a llenar botellas viejas con billetes de banco, las enterrara a profundidad conveniente en minas de carbón abandonadas, que luego se cubrieran con escombros de la ciudad, y dejara a la iniciativa privada, de conformidad con los experimentados principios del laissez- faire, el cuidado de desenterrar nuevamente los billetes (naturalmente obteniendo el derecho a hacerlo mediante concesiones sobre el suelo donde se encuentran) no se necesitaría que hubiera más desocupación y, con ayuda de esas repercusiones, el ingreso real de la comunidad y también su riqueza de capital probablemente rebasarían en buena medida su nivel actual. Claro está que sería más sensato construir casas o algo semejante; pero si existen dificultades políticas y prácticas para realizarlo, el procedimiento anterior sería mejor que no hacer nada”[42]
O como han hecho planificadores chinos de algunas provincias suyas, el promover la construcción de enormes barrios habitacionales que permanecen luego sin habitar, dando lugar a críticas de occidentales afirmando que la China de Xi Jinping mantiene una resaca de keynesianismo[43] .
O, con el camino recorrido hasta hoy, con esa inutilidad manifiesta que puede haber salido de su rechazo al utilitarismo de Bentham, podría tomar la forma de una entrega de dinero a las personas, según un criterio de renta básica universal sin condiciones, o instituir bonificaciones para reducir la jornada laboral ante el avance de la robotización, o invertir en grandes obras diversas sin aparente utilidad inmediata, aunque concurrentes a una buena vida.

El fantasma de Keynes está en el sótano, innombrable, o bien nominado como ese burgués maldito-comunista-aristócrata-anticomunista-amigo de alemanes-amigo de judíos-imperialista inglés-totalitario-etcc, hasta que revientan crisis inesperadas. Entonces asoman aspectos de su obra y vida, argumentando banalmente que Keynes da teoría para las crisis y el institucionalismo y el monetarismo básico para las épocas tranquilas.  
La pandemia del covid-19 evidenció con más claridad problemas pendientes que habían explotado en el 2008, y obligó ajustes en la marcha para China, India y vecinos menores. Y abrió un abanico de oportunidades, a la vez que desafíos sanitarios.
El sistema global del siglo veintiuno está en problemas por lo que reaparecen debates y decisiones ocurridos anteriormente, como el Tratado de Versalles o el Acuerdo de Bretton Woods, en los cuales hemos visto la participación y derrota de las propuestas de Keynes. Es así que emergen interpretaciones, reinterpretaciones y propuestas.

 

Keynes, los catastróficos, los duros de matar y la inutilidad de la buena vida

Los problemas de la globalización en el siglo veintiuno no pueden ser resueltos con nacionalismos y eventuales guerras ni globalizaciones que concentran riqueza y poder. Se necesitan planteos audaces para una nueva globalización que reúnan varias condiciones y es aquí que el fantasma arquitectónico de Maynard Keynes puede colaborar, en estas condiciones concretas diferentes de las del siglo pasado.
Dejando para otro ensayo preferencias, argumentación y el estudio necesario e introduciendo desde luego a otras tradiciones teóricas, entre las propuestas locales y globales durante y pos pandemia de coronavirus que se escuchan, puedo mencionar sin pretensión exhaustiva, ni orden, y en titulares:

 

Dicho esto, la guerra comercial  entre Estados Unidos y China tiene más gravedad potencial que lo que aflora a la superficie, y es la de una nueva guerra fría[44] de características diferentes a la del siglo veinte, aunque no debería descartarse un papel equilibrador de Europa, y mucho menos darla por muerta o entregada al filofascismo, con un liderazgo financiero duro de Alemania y países nórdicos sumando tradiciones democrático liberales.

Es constatable, si lo que antecede es atendible, cómo liberales han dejado separar su liberalismo económico del liberalismo político, construyéndose una personalidad escindida. Aunque von Hayek y Friedman no lo hayan hecho, discípulos suyos como Hernán Büchi en el Chile de Pinochet y Alejandro Végh Villegas en el Uruguay de Bordaberry lo hicieron, entre otros. Luego, diversas escuelas del nuevo liberalismo, o neoliberalismo banal, con esas pulsiones escindidas cuyo refrán es primero la economía luego la política, que no se  privan de un intervencionismo estatal conveniente para sus motores, se impusieron al liberalismo clásico y concurren colaborando con la casi desaparición político partidaria explícita del liberalismo y aún más del liberalismo social en Brasil, Argentina, Bolivia, Venezuela y Uruguay, donde las lecturas propias de otras épocas les han llevado a confiar y aliarse con los duros de matar y los catastróficos de hoy.
Salvando diferencias, y contextos e ideologías de otro momento, pero el ejemplo extremo ayuda a la expresión y el sentido: ciertos liberales de hoy parecen creerse los von Papen - conservador alemán en la República de Weimar- quien confió en que si se aliaba con el odiado Hitler contra el comunismo y lo ayudaba a ascender luego lo iban a poder controlar. Hindenburg y Papen permitieron el inmediato incendio del Reichstag y la caída de Weimar, cuando el Partido Socialdemócrata alemán, el de Bernstein y Kautsky - los que enfrentaron a Lenin - era minoría en el Parlamento, y los comunistas de la Tercera internacional estaban exterminados.
Hoy el bolchevismo desapareció como propuesta viable, aún en caso de una extrema grosería de gobiernos, el proletariado no es necesariamente grosero y la burguesía ilustrada no es necesariamente inteligente como Keynes los veía a comienzos del siglo veinte. Las clases sociales, sea cual sea la visión sobre la dinámica de las mismas, han cambiado y aparecido otros contornos y conjuntos abiertos – según una descripción que se verá en otra oportunidad.  
El riesgo mayor del pensamiento social es la traslación mecánica de contextos históricos, y el riesgo mayor que este ensayo desea señalar – aportando un relato argumentado de la experiencia de Keynes en estos asuntos -  es la desaparición ineficiente de una tradición política como el liberalismo social.  

En resumen, han pasado cien años desde los manifiestos de Keynes y los duros de matar siglo veintiuno están repartidos  entre liberales escindidos marca tóxica de Wall Street y la Reserva Federal por un lado y las cavernas culturales tradicionalistas – diferente del respeto a una tradición – sumando posturas antifeministas, antimigratorias, antisindicales, antiposmodernas, cuando no plagadas de antisemitismo. Los catastróficos están repartidos entre los líderes nacionalistas fundamentalistas y eventualmente populistas, emergentes con apoyos masivos, aunque ellos mismos recurran a recetas vulgares keynesianas.

Si estas consideraciones son acertadas o, al menos argumentadas debidamente, es en este ambiente que el político Keynes merece ser revisitado. ║

 

Agradecimiento: a Graciela Gómez Palacios por sus comentarios y a aquellos y aquellas liberales igualitaristas que me aportaron sus preocupaciones y distracciones

Julio de 2020.

[1] Para asomarse a la polifacética personalidad de Keynes, ver https://es.wikipedia.org/wiki/John_Maynard_Keynes

[2] Robert L. Heilbroner, The Worldly Philosophers – the lives, times and ideas of the great economic thinkers, Simon and Schuster, New York, 1965, p 222. (Los filósofos mundanos - las vidas, tiempos e ideas de los grandes pensadores economistas)

[3] Ver el texto de las dos conferencias en  https://www.librevista.com/Soy-un-liberal-John-Maynard-Keynes.html junio 2020

[4] “Veo el problema de la recuperación de la siguiente manera: ¿Cuánto tardarán las empresas de negocios normales en acudir al rescate? ¿En cuál escala, con qué expediente, y por cuánto tiempo este anormal gasto del gobierno es aconsejable mientras tanto?” J.M. Keynes, Carta al New York Times, 1934, citada en Robert L. Heilbronner, The Worldly Philosophers, Simon and Schuster, New York, 1965, p 241

[5] Franklin D. Roosevelt: the Patrician as Opportunist, The American Political Tradition, New York, 1959, p 332.

[6] Fondo de Cultura Económica, D.F.,1970. El título original en inglés fue The General Theory of Employment, Interest and Money, en 1936. La traducción de employment por ocupación revela una adecuada interpretación del sentido del autor. Fue publicado en castellano a escasos siete años de su edición original.

[7] El Banco Central de Estados Unidos

[8] James K. Galbraith, ¿Puede Trump cumplir con el crecimiento prometido? Ver en   https://www.librevista.com/puede-trump-cumplir.html#_ftnref15 julio 2020

[9] Teoría general, ibidem, p 337.

[10] J.M.Keynes, Dos recuerdos, presentación de David Garnett, Acantilado, Barcelona, 2006

[12] Citado por Heilbroner, ibídem, p 244

[13] Imposible dejar de recordar un ambiente similar entre estudiantes, científicos e ingenieros en la UDELAR de la década del sesenta y setenta, hasta que tuvieron que borrarse del país para sobrevivir. No puedo comentar con propiedad si luego de esos momentos continuó algo parecido, aunque indicios existen.

[14] Heilbroner relata que su amigo socialista George Bernard Shaw le instó a adquirir un mayor conocimiento de la obra de Marx y Keynes le contestó que le había gustado poco (ibídem, p 234)
Keynes no parece haberse detenido suficientemente en la obra de Marx. Una crítica de Keynes a El Capital de Marx hubiera sido de gran interés, en particular para conocer mejor su postura acerca del valor de uso de la mercancía  y el utilitarismo, así como el estudio de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia del capital que defiende Marx y la exposición cíclica que hace Keynes de la tasa de eficiencia marginal del capital. 

[15] Lejos de la voluntad de hacer racionales a los seres humanos, en el siglo veintiuno aparecieron otras estrategias indirectas. Cien años después, el premio Nobel de economía 2017 Richard Thaler descubrió un numero de regularidades en la irracionalidad de los seres humanos, como el “efecto dotación,” la “furia del consumidor,” las “preferencias sociales,” la “contabilidad mental,” el “efecto umbral de rentabilidad” y los modelos “hacedor-planeador”, entre otros. La segunda contribución de Thaler fue demostrar que, al poder anticipar la irracionalidad humana, uno puede diseñar políticas que contrarresten esa irracionalidad. Esta contribución se popularizo en el libro que escribió junto a Cass Sunstein, titulado Nudge. Un “nudge” se puede traducir del inglés como un pequeño empujón. Este libro describe cómo pequeños empujones en el diseño de políticas pueden ayudar a gobiernos, empresas, empleados, consumidores y políticos a tomar mejores decisiones, casi sin darse cuenta. Nudge propone una suerte de “paternalismo libertario.” Bajo este tipo de políticas, uno siempre es libre de tomar las decisiones que quiera, incluso si esas decisiones lo perjudican a uno mismo. Estos “pequeños empujones” simplemente ayudan a aquellos que están tomando decisiones equivocadas, sin saberlo, a equivocarse en la dirección correcta. Ver en http://focoeconomico.org/2017/10/10/richard-thaler-premio-nobel-de-economia-2017/ junio 2020

[16] Heilbroner, op cit. p 227

[17] En 1967, Antonio Negri compone su ensayo John Maynard Keynes y la teoría capitalista del Estado en 1929. Negri señala acertadamente la importancia del pensamiento de Keynes y su “diagnóstico desencantado” ofrecido a los sordos capitalistas en la década del veinte, aunque entrando en una discutible determinante dicotomía “capitalismo de Estado” versus “Estado soviético”, o “Estado capitalista” versus “Estado obrero”, al mismo tiempo que sosteniendo la caída del laissez-faire sin poder considerar la reconversión neoliberal posterior que fortaleció el monetarismo y reelaboró la teoría económica del Estado, como creador de mercados y garantías de salvataje para esos mercados.
Negri variará luego sus posturas al respecto. Negri es de los pocos autores marxistas que estudia tempranamente y con apertura el pensamiento de Keynes.
Descargar del sitio http://www.revistas.unam.mx/index.php/rep/article/view/59992/52927 junio 2020

[18] Heilbroner, ibídem, p 245

[19] Las citas entrecomilladas pertenecen a Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Paidós, Buenos Aires 2014.

[21] Es conocido que su irrupción en la Cancillería de Weimar no le fue fácil a Hitler. Los conservadores como el Presidente von Hindenburg y su asesor von Papen, no simpatizaban con él, más bien competían por parte del electorado. Von Papen encontró la fórmula de “contratar a Hitler” para contener el peligro de una revolución popular ante la crisis económica y que podría contar con el apoyo de la URSS. “La ley habilitante del 24 de marzo de 1933, oficialmente la Ley para el remedio de las necesidades de Pueblo y Estado, aprobada por el Reichstag el 23 de marzo de 1933 que cedió de facto todo el poder legislativo a Adolf Hitler quebrando la separación de poderes de la República de Weimar. Fue el principal soporte jurídico sobre el que se construyó la transición de una república parlamentaria a la Alemania nazi”.
“La ley fue aprobada el 23 de marzo por el Reichstag, por 444 votos a favor y 94 en contra. La ley fue impulsada por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) pero los votos del Partido de Centro fueron claves en la aprobación de la ley. Sólo el Partido Socialdemócrata de Alemania votó en contra, pues los comunistas habían sido prohibidos y no podían estar presentes”. Las citas son de https://es.wikipedia.org/wiki/Ley_habilitante_de_1933 junio 2020

[22] J.M.Keynes, Las consecuencias económicas de la Paz , Crítica, Barcelona, 1987

[23] Keynes, Dos recuerdos, ibídem

[24] Dice Keynes en Mis primeras creencias: El Nuevo Testamento es un manual para políticos comparado con la espiritualidad del capítulo de Moore sobre ‘El Ideal’. No conozco nada comparable en la historia de la literatura desde Platón. Y es mejor que Platón porque está bastante desprovisto de fantasía.” (p 106)

[25] Cuando Keynes introduce la función algebraica de la ocupación, en la primera sección del capítulo 20, clave para su teoría, coloca de inmediato la siguiente nota al pie: “Quienes, con razón, no sean partidarios del álgebra, perderán muy poco omitiendo la primera sección de este capítulo” (p 249)

[26] Breve presentación y comentario del texto de la Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero. Las referencias corresponden a la edición de Fondo de Cultura Económica, D.F., 1970.
“El objeto final de nuestro análisis es descubrir lo que determina el volumen de (la) ocupación” (p 87) Este es el leitmotiv del autor, ante la desocupación involuntaria y sus problemas sociales.
Keynes afirma de entrada que “los postulados de la teoría clásica solo son aplicables a un caso especial, y no en general, porque las condiciones que supone son un caso extremo de todas las posiciones posibles de equilibrio”. Incluye entre los clásicos a Smith, Ricardo, J.S. Mill, Marshall, Edgeword y Pigou. Sostiene que ese caso extremo es el de la ocupación plena, y que es una falacia aplicarla a los problemas de la desocupación involuntaria, que es justamente el primer foco de atención de Keynes ante la crisis de 1929 en Gran Bretaña y EEUU y sus procesos posteriores. Dice gráficamente que el mundo se ha vuelto no euclidiano, y que “las paralelas se encuentran con frecuencia” y que no sirve criticarlas “por no conservarse derechas” y reclamarles que lo hagan. “Hoy la economía exige algo semejante… y elaborar la teoría del comportamiento de un sistema en el cual sea posible la desocupación involuntaria en su sentido riguroso” (p 26)
Y remata diciendo que la idea de Say y Ricardo de que la oferta crea automáticamente su propia demanda es el “axioma de las paralelas de la teoría clásica” del cual deduce entre otras su teoría de la tasa de interés, de la desocupación, la teoría cuantitativa del dinero, el laissez-faire con respecto al comercio exterior “y muchas otras cosas que habremos de poner en tela de juicio” (p 30).
Sin embargo, Keynes apunta más bien a aquellos seguidores del laissez- faire posteriores a Ricardo (y actuales), citando una carta de éste a Malthus en lenguaje de su contexto, sin desperdicio: “Usted supone que la Economía Política es una investigación de la naturaleza y causas de la riqueza – y yo estimo que debería llamarse investigación de las leyes que determinan el reparto de los productos de la industria entre las clases que concurren a su formación. No puede enunciarse ninguna ley respecto a cantidades, pero sí con bastante exactitud para las proporciones relativas. Cada día me convenzo más de que la primera investigación es vana e ilusoria (el monto de la riqueza, el PBI y otras cuantificaciones absolutas, ed.) y que la segunda es el verdadero objeto de la ciencia”. (p 16)
En términos simples y preliminares, Keynes argumenta que “el volumen de ocupación está determinado por el punto de intersección de la función de oferta global con la función de demanda global”. Y difiriendo con las posturas “ofertistas” y “productivistas” de aquellos que sostienen que la oferta creará su demanda y en consecuencia el consumo, se dirige a estudiar “la propensión a consumir”. Para esa propensión, menciona factores “objetivos” y “subjetivos”, en lo que constituyen supuestos para el comportamiento humano, antecediendo al premio Nobel de 2017 Richard Thaler, y dando pie a Robert Lucas, Nobel de 1995, quien sesenta años después de la Teoría General restringió las cosas con su RET (Rational Expectations Theory). Entre los “objetivos”, Keynes incluye “aquellas características psicológicas de la naturaleza humana y aquellas prácticas e instituciones sociales que, si bien no son inalterables, no plantean probabilidades de sufrir un cambio en períodos cortos, excepto en circunstancias anormales o revolucionarias” (y aquí van entre otros factores, cambio en los ingresos, brutos y netos, en el valor de bienes e ingresos presentes comparado con los futuros) “La ley psicológica fundamental en que podemos basarnos… consiste en que los hombres están dispuestos, por regla general y en promedio, a aumentar su consumo a medida que su ingreso crece, aunque no tanto como el crecimiento de su ingreso”
Los ejemplos de los EEUU de 1929 y Gran Bretaña de 1935 que cita son de interés (p 96)
Luego dedica espacio a los factores “subjetivos” de la propensión a consumir. Precisamente, la propensión a consumir y el consumismo, una de las temáticas de investigación  de hoy. Comienza con ocho motivos que “impulsan a los individuos a abstenerse de gastar sus ingresos” y seis motivos para consumir, siendo estos últimos: disfrute, imprevisión, generosidad, error, ostentación y extravagancia. Estos supuestos implican toda una línea de investigación en psicología social, una especialidad de la psicología diferente a la individual que Keynes consideraba en su tiempo, aunque vislumbrara su extensión social.
El capítulo de la propensión a consumir concluye con una comparación a registrarse, en la que Keynes insiste en evitar los sufrimientos de la desocupación, y en lo incomparable que es la conducta de un individuo con la conducta de un Estado:  “El antiguo Egipto era doblemente afortunado, y, sin duda, debió a esto su fabulosa riqueza, porque poseía dos actividades: la de construir pirámides y la de buscar metales preciosos, cuyos frutos, desde el momento que no podían ser útiles para las necesidades humanas consumiéndose, no perdían utilidad por ser abundantes. La Edad media construyó catedrales y cantó canciones de difuntos (endechas). Dos pirámides, dos misas de réquiem, son dos veces mejor que una; pero no sucede lo mismo con dos ferrocarriles de Londres a York.  Así que somos tan sensatos y nos hemos educado de modo tan semejante a los financieros prudentes, meditando cuidadosamente antes de agravar las cargas “financieras” de la posteridad edificando casas habitación, que no contamos con tan fácil escapatoria para los sufrimientos de la desocupación. Tenemos que aceptarlos como resultado inevitable de aplicar a la conducta del estado las máximas que fueron proyectadas más bien para “enriquecer” a un individuo, capacitándolo para acumular derechos y obligaciones que no intenta hacer efectivos en un momento determinado” (p 122)
A partir del capítulo 11, Keynes se dedica a reflexionar sobre el incentivo para invertir, en particular de las expectativas a largo plazo, encaminándose al estudio de las finanzas y de la tasa de interés. Interpretando la crisis de 1929, anota la progresiva separación entre el inversionista privado y el profesional de la inversión, que se agudiza progresivamente con la orientación especulativa predominante ya en Wall Street y la expresión del casino. Dice: “Entre las máximas de la finanza ortodoxa, ninguna, seguramente, es más antisocial que el fetiche de la liquidez, la doctrina según la cual es una virtud positiva de las instituciones de inversión concentrar sus recursos en la posesión de valores ‘líquidos’. Olvida que las inversiones no pueden ser líquidas para la comunidad como un todo… Esta batalla de viveza para prever… el rendimiento probable de una inversión durante años, ni siquiera necesita corderos entre el público para saciar las fauces de los lobos profesionales: estos últimos pueden jugar entre sí… (entre los expertos profesionales de la inversión) hemos alcanzado el tercer grado en el que dedicamos nuestra inteligencia a anticipar lo que la opinión promedio espera que sea la opinión promedio. Y existen algunos, según creo, que practican los grados cuarto, quinto y otros superiores…
Cuando el desarrollo del capital en un país se convierte en subproducto de las actividades propias de un casino, es probable que aquél se realice  mal.  La medida del éxito obtenido por Wall Street, considerada como una institución cuya finalidad social es guiar las nuevas inversiones por los cauces más productivos en términos de rendimiento futuro, no puede presentarse como uno de los triunfos prominentes del laissez-faire – lo que no es sorprendente si estoy en lo justo al pensar que los mejores cerebros de Wall Street se han orientado de hecho hacia un fin diferente” (pp 142-145)

Y continuando con la liquidez y el dinero, presenta las variables complementarias de su teoría y su influencia conjunta, entre las que están además  los factores institucionales, ocupacionales y psicológicos, en lo que algunos autores han querido ver erróneamente cierto estructuralismo. Keynes introduce un sistema de equilibrio más complejo que el clásico y el neoclásico,  postulando ciclos, y sin ser determinista. Como ya se vio, su preocupación está centrada en la ocupación y el ingreso nacional “medido en unidades de salario” que son las variables dependientes que desea estudiar. Las variables independientes que adopta en su teoría son la propensión a consumir, la curva de la eficiencia marginal del capital (en breve: el rendimiento promedio de varios tipos de inversión de capital durante su vida útil) y la tasa de interés, aunque avisa que esta lista puede ampliarse, con necesarias observaciones de la realidad.
En un texto didáctico dice: “si nos vemos tentados de asegurar que el dinero es el tónico que incita la actividad del sistema económico, debemos recordar que el vino se puede caer entre la copa y la boca; porque si bien puede esperarse que, ceteris paribus (con el resto de las variables constantes) un aumento de la cantidad de dinero reduzca la tasa de interés, esto no sucederá si las preferencias por la liquidez del público aumentan más que la cantidad de dinero; y mientras puede esperarse que, ceteris paribus, un descenso de la tasa de interés aumente el volumen de la inversión, esto no ocurrirá si la curva de eficiencia marginal del capital baja con mayor rapidez que la tasa de interés; y mientras es de suponer que, ceteris paribus, un aumento en el volumen de la inversión haga subir la ocupación, esto puede no suceder si la propensión a consumir va en descenso” (p 156)

Keynes no renuncia a su herencia clásica y debate con neoclásicos monetaristas: “Mientras los economistas se ocupan de lo que se llama teoría del valor han acostumbrado enseñar que los precios están regidos por las condiciones de la oferta y la demanda… pero cuando pasan… a la teoría del dinero y de los precios… nos trasladamos a un mundo en donde los precios están gobernados por la cantidad de dinero, por su velocidad-ingreso, por la velocidad de circulación relativamente al volumen de transacciones… por la inflación y la deflación et hoc genus omne (y todas cosas por el estilo)… (p 260)
Salvo cuando refiere a Silvio Gesell y su socialismo,  a quien debe su nombre Villa Gesell, Provincia de Buenos Aires, Keynes no debate con la teoría del valor-trabajo de Marx (que es la de Adam Smith y David Ricardo) a quien refiere como opuesto a la competencia, tal vez asimilando a Marx directamente con la experiencia soviética.

Y hablando ahora de las “características objetables del capitalismo”, toma algunas suposiciones:
“que se toman medidas para asegurar que la  tasa de interés corresponda a la de inversión propia  de la ocupación plena. Supongamos, además que la acción del Estado interviene como un factor de compensación para procurar que el crecimiento del equipo productor sea el adecuado para alcanzar la saturación a una tasa que no arroje una carga desproporcionada sobre el nivel de vida de la generación presente. En tales supuestos, diría que una comunidad dirigida convenientemente y equipada con recursos técnicos modernos, cuya población no crezca rápidamente, debería ser capaz de reducir la eficiencia marginal del capital, en estado de equilibrio, aproximadamente a cero en una generación; de tal manera que alcanzáramos las condiciones de una comunidad cuasi-estacionaria, en la que los cambios y el progreso resultarían únicamente de modificaciones en la técnica, los gustos, la población y las instituciones, vendiéndose los productos a un precio proporcionado al trabajo etc., incorporados en ellos… Si estoy en lo justo al suponer que es relativamente fácil hacer que los artículos de capital sean tan abundantes que la eficiencia marginal del capital sea cero, éste puede ser el camino más sensato para librarse gradualmente de muchas de las características objetables del capitalismo; porque un poco de reflexión mostrará los enormes cambios sociales que resultarían con la desaparición gradual de la tasa de rendimiento sobre la riqueza acumulada… Aunque desaparecería el rentista, todavía habría lugar, sin embargo, para la empresa y la habilidad en el cálculo de los rendimientos probables acerca de los cuales las opiniones pudieran diferir; porque lo anterior se refiere en primer lugar a la tasa pura de interés… y no al rendimiento bruto de los bienes incluyendo el referente al riesgo” (pp 196-197)

Habiendo expuesto ya la teoría, en el libro refiere su última sección a  observaciones “para indicar la línea de investigaciones que sugiere nuestra teoría anterior”. Keynes, como cualquier teórico importante, es consciente de que abre espacio para futuros desarrollos, ajustes, cambios y reformulaciones. La teoría no está terminada.   
El capítulo final incorpora notas “sobre la filosofía social a que podría conducir la teoría general” (pp 328-337)  donde Keynes sostiene que “los principales inconvenientes de la sociedad económica en que vivimos son su incapacidad para procurar la ocupación plena y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza y los ingresos…por mi parte creo que hay justificación social y psicológica de grandes desigualdades en los ingresos y la riqueza, pero no tan grandes disparidades como existen en la actualidad” y hablando de 1936.
El autor está hablando de economía política: “debemos reconocer que solo la experiencia puede mostrar hasta qué punto la voluntad popular, incorporada a la política del estado, debiera dirigirse al aumento y refuerzo del aliciente para invertir; y hasta qué punto es prudente estimular la propensión media a consumir, sin abandonar nuestro objetivo de privar al capital de su valor de escasez en una o dos generaciones”.
Y sobre el papel del Estado: “tendrá que ejercer una influencia orientadora sobre la propensión a consumir, a  través de un sistema de impuestos, fijando la tasa de interés y, quizá, por otros medios…parece improbable que la influencia de la política bancaria sobre la tasa de interés sea suficiente por sí misma para determinar otra de inversión óptima”, y reafirmando su pensamiento liberal junto con su preocupación central por la ocupación: “los sistemas de los estados totalitarios de la actualidad parecen resolver el problema de la desocupación a expensas de la eficacia y la libertad. En verdad el mundo no tolerará por mucho tiempo más la desocupación que, aparte de breves intervalos de excitación, va unida – y en mi opinión inevitablemente – al capitalismo individualista de estos tiempos; pero puede ser posible que la enfermedad se cure por medio de un análisis adecuado del problema, conservando al mismo tiempo la eficiencia y la libertad” (p 335)

[27] Negri caracteriza así a la Teoría General en su ensayo de 1967 aunque calificándola de “conservadora”

[28] Uruguay fue representado por Mario La Gamma Acevedo, quien integró la Comisión I, presidida por H.D. White y que integraba Keynes. El texto de la conferencia United Nations Monetary and Financial Conference puede consultarse en https://books.google.com.uy/books?id=8OxIAQAAIAAJ&pg=PA408&lpg=PA408&dq=mario+la+gamma+acevedo&source=bl&ots=_6IRBBAxKo&sig=ACfU3U3pculdtLCHP4jmB3Ix6fkwLnV8wQ&hl=es-419&sa=X&ved=2ahUKEwiC3OCXhL7qAhUjC9QKHfwECaoQ6AEwAnoECAcQAQ#v=onepage&q=mario%20la%20gamma%20acevedo&f=false julio 2020

[29] Varufakis, ibídem p 91

[30] Hobsbawm, ibídem p 239                                                                                                                                                                       

[31] Varoufakis, ibídem p 93

[32] Varoufakis ibídem pp 93-100

[33] El hijo adoptivo financiero que el líder de la burguesía nacional argentina José Ber Gelbard disfrutó, y personaje más complejo e interesante que un simple “ banquero de los Montoneros”

[34] María Seoane, El burgués maldito, Los secretos de Gelbard, el último líder del capitalismo nacional, Sudamericana Buenos Aires, 2003, p 204

[35] Declaraciones a  The New Republic, 29 de julio de 1940, citado por A. Negri, ibidem

[36] Hobsbawm, ibídem p 240

[37] Daniel Ferrere, Pensamiento en acción, Biblioteca Daniel Ferrere, 2013, pp 14-17. En el capítulo Economía aparecen luego contribuciones seleccionadas en El Observador hasta el 2009. Luego de ese arranque violentamente keynesiano, Ferrere va deslizándose por un andarivel schumpeteriano en diálogo con escasos caballeros de la industria y nulos aspirantes a retomar una banca nacional que él promuevió, hasta llegar al discurso del estado deficitario causante principal de los males sufridos por las víctimas burguesas. En El Observador, año 2009, incitaba a la economía de la oferta y propuso la creación de una banca nacional: “al mercado le haría bien tener algunas instituciones nacionales privadas. No por nacionalismo, sino por vinculación al mercado y porque los banqueros locales, con espíritu de banqueros pero con sensibilidad por el mercado local y disposición a maximizar sus oportunidades, le harían un bien al sistema” Ibídem, p 96.

[38] Hobsbawm, ibídem, p 351. En nota al pie amplía: “en 1972, 13 de estos estados distribuyeron una media del 48% de los gastos del gobierno central en vivienda, seguridad social, bienestar y salud. En 1990 la media fue el 51%. Los estados en cuestión son: Australia y Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá, Austria, Bélgica, Gran Bretaña, Dinamarca, Finlandia, Alemania Federal, Italia, Países Bajos, Noruega y Suecia (calculado a partir de UN World Development, 1992, cuadro 11)”

[39] Hobsbawm, ibídem, p 354

[41] Habían problemas desde luego, pero estaban lejos de ser “el problema”

[42] John Maynard Keynes, Teoría general, Fondo de Cultura Económica, D.F, 1970, p 121

[44] Ver Fernando Flores Morador, Trump y la segunda guerra fría en https://www.librevista.com/trump-y-la-segunda-guerra-fria.html julio 2020

 

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