www.librevista.com nº 55, setiembre 2023

Brasil y su doble, un libro de Luiz Eduardo Soares[1]
Reseña, comentarios y preguntas

x Alejandro Baroni Marcenaro

PDF metro

La edición argentina coloca en tapa a una bella imagen de Zé Pilintra, cuya autora es Natália Guindani, explicando al lector rioplatense que ese es un “personaje de las tradiciones religiosas afrobrasileñas que frecuenta los márgenes y las encrucijadas, simbolizando las diásporas, el movimiento permanente y la resistencia a las clasificaciones”. La imagen muestra un personaje andrógino, posgénero en términos de Soares, y no necesariamente femenino, como se afirma en la edición. Adecuadamente, atrayendo gusto, la imagen resalta un personaje tipo ideal que Soares ve, imagina y propone para salir del enredo individualista neoliberal.

La subtitulación incluye: Patriarcalismo (palabra con escaso uso en el texto) capitalista (régimen que a Soares le interesa analizar y criticar, revolución estética (a Soares también le interesa la revolución existencial y política) y utopía (palabra que casi no se utiliza en el texto) libertaria (expresión usada por el autor en sentido clásico, con la libertad en todas sus dimensiones).[2]

 


Un libro inclasificable

Estamos ante un libro que no se puede encasillar como “político”, “sociológico”, “antropológico”, “antropológico político”, “antropológico cultural”, “histórico”, “histórico político”, u otras clasificaciones usuales. Es todo eso a la vez, con el agregado de un batido filosófico donde el autor muestra sus preferencias acerca de cómo mirar y estar, mirar y “habitar” el Brasil.
Un libro que encara al Brasil desde todo el amplio y profundo conocimiento que posee el autor.
Así se entromete (entrevive) con las ambigüedades brasileñas, claves para su cultura, tan dinámicas, y las enfoca teóricamente de una manera alternativa a las más comunes interpretaciones. Para Soares, la ambigüedad indica una incompletitud. Si ella está, es porque hay al menos dos versiones incompletas, o realidades parciales que entran en conflicto con otras, al menos una dualidad. Expresa malestar ante el vocabulario de la ambivalencia, para él la enunciación como diagnóstico de la ambigüedad no basta, pues la considera pobre para lidiar con la complejidad.
También evidencia la imposibilidad de seguir los acontecimientos paso a paso, casi renunciando sin renunciar a hacerlo, mientras invita a habitar ese mundo – con un sentido diferente a construir o comprender – y dedica un gran esfuerzo para indicar a dónde va, desde luego según sus elecciones y preferencias teóricas, ideológicas y afectivas que no oculta. Con prudencia y respeto, dialógicamente y practicando un pluralismo tolerante, apenas presenta debates y derivas que entiende inadecuadas en las ciencias sociales en curso, que solo podemos vislumbrar aquí. Y se expone: “Puede comprenderse intelectualmente el mundo de la esclavitud, tal vez no para un blanco de clase media en el siglo 21”, aunque pueda indagarse en la génesis, acontecimientos y testimonios, cuidándose de ser dueño de “una objetividad desde el exterior”.

A Soares le duele y preocupa lo que llama la “dualidad ontológica” en Brasil, adoptando un cierto grado de abstracción, entendiéndola como dos maneras de ser y actuar sociales, etimológicamente, que se presentan a la vez, se interponen, confrontan, compiten por la visibilidad y la hegemonía, sus portadores luchan en diferentes planos, políticos, culturales, judiciales.
El autor sostiene que el camino imparable hacia nuevas individualidades, por un lado, es resistido con más femicidios y por otro, con acciones de conservación violentas en todos los planos.

Desde esta reseña, se cree que el objetivo principal de este libro es argumentar la necesidad de visualizar y disolver esa dualidad, en favor de una perspectiva pluralista, abierta a las nuevas individualidades, liberada de las sombras de la casa grande –el domicilio de los esclavistas–, o al menos disminuyendo el carácter autoritario, aunque permanezcan diferentes comportamientos diversos, más que duales.

Para ejemplificar y corporizar tal vez a las nuevas individualidades en gestación, Soares trae el antecedente y referencias del tropicalismo y la figura del chamán indígena/afro/brasileño.
 
El autor sabe que hay mucha cosa pendiente por hacer y así termina su texto: “los vestigios de la dualidad ontológica permanecen con nosotros, rasgando el corazón del país. El odio no cesa de circular…fluye como un río de sangre cuya fuente nunca dejó de ser la casa-grande”.
   
De antemano, quien escribe esta reseña sabe que sus citas elegidas, resúmenes y comentarios pueden resultar insuficientes, poco comprensivos o aún errados. La elección es dejar hablar al autor con citas apenas hilvanadas, con la pretensión de guardar la riqueza de su lenguaje.
Sin pedir disculpas, por ahora, por los eventuales errores de lectura e interpretación, cabe hacer lo mejor que se pueda. Es que resulta difícil, desde aquí a orillas del Río de la Plata, habitar el Brasil. Así que lo intentaremos, con exclusiva responsabilidad del escribiente, de la mano de Luiz Eduardo Soares.
(los textos entre comillas pertenecen a la edición de Prometeo libros)

 


Nosotros contra ellos

El libro comienza con una referencia a las grandes manifestaciones populares del 2013 en Brasil “babélicas y espontáneas”, más concentradas en junio 2013, críticas y contrarias al gobierno federal de Dilma Rousseff. Desarrolladas principalmente en Natal, Río de Janeiro y San Pablo, rechazaron el aumento del precio de transporte público, criticaron las inversiones por el campeonato mundial de fútbol y se extendieron con reclamos difusos en salud, educación y otras temáticas.
Dice Soares: “desde 2013, la energía agonística a la cual se conectó el sistema político brasileño sin lograr canalizarla, fortaleció la bipolaridad que asumió la forma ‘nosotros’ contra ‘ellos’ (que) predispone al protagonismo creativo y al odio reactivo”.

Sostiene el autor que en junio del 2013 “faltaron las grandes banderas” en este caso las grandes reivindicaciones dirigidas al Estado, esas que se logran luego de un proceso de “luchas políticas entre grupos y subgrupos”, de “vanidades personales” que chocaran entre ellas, “ambiciones de liderazgos” sacrificadas o consagradas, “opiniones divergentes” neutralizadas, adaptadas, “votaciones” ganadas y perdidas, “mayorías y minorías” jugadas al juego sucio y limpio. Hubo “voces roncas” confrontadas, celebrando “conquistas casi bélicas”.
El texto se aparta de suscribir a los clásicos optimistas que ven a la gran bandera como una dialéctica histórica de contradicciones que hacen “luz a la síntesis”. El autor afina la observación de un proceso constituyente de protestas, sin menospreciar los acuerdos entre bambalinas, maniobras no respetables, impurezas de la vitalidad democrática: (pasando por) “el filtro de emociones, valores, intereses y pasiones. En junio 2013 “miles de personas llevaban a las manifestaciones sus propios pequeños carteles…pancartas individualizadas… el Estado no las podía leer, tampoco los medios de comunicación”.

Las movilizaciones iniciadas en 2013 poco a poco fueron quedando aisladas políticamente y en 2015 los sectores conservadores pasaron a ocupar las calles, “aprovecharon la experiencia reciente de las manifestaciones y con el apoyo, y luego la dirección de los medios de comunicación tradicionales” se produjeron movilizaciones de masas incluídas capas medias (con su “sesgo reaccionario típico”) contra la corrupción, generalizando las acusaciones y atribuyéndole al PT “de manera injusta” el monopolio de todos los males. Prepararon así el inicio del proceso de impeachment de la presidenta Dilma Rousseff.

Hacia el final del libro, Soares abundará en los procesos humanos y mediáticos que generaron las manifestaciones contra Dilma Rousseff y el PT: “la supremacía de la verosimilitud como estratagema estética naturalizadora y modo de producción de la hiperrealidad, cuando el tema es la corrupción en la política… A esa amalgama entre la historia editada y la propia historia vivida me permito denominarla, aquí, hiperrealidad, dado que sobrepuja la realidad, siempre impura y dudosa, multiangular y multidimensional… cuando las masas van a las calles, clamando por el impeachment de la presidenta Dilma Rousseff, presentándose y percibiéndose como protagonistas del drama que ven reflejado en los televisores. Aquí se opera la inversión: aunque editada previamente por el discurso mediático, que le prepara el vestuario, el escenario, la iluminación, los discursos y sus lugares y el elenco de personajes, es la sociedad la que genera los acontecimientos y les da (o confirma el) sentido, es ella quien se ve retratada fielmente. La fuente y la fuerza persuasiva de la verosimilitud está en esa inversión”. “Cumpliendo el guión mediático adredemente preparado, millones de personas “toman su destino en sus propias manos”…

“La transmisión (por la televisión) de las (manifestaciones en la) avenida Paulista es verdadera,,. porque allí la masa encarnó, performáticamente, la imagen de sí misma, urdida como proyecto editorial, que había reservado  espacio y había convocado para la espectacular acción en las calles. Las personas no fueron inducidas, manipuladas, engañadas…La avenida Paulista y la avenida Atlántica, entre otras, no fueron recorridas por una horda de zombis”.
(Al final de esta reseña, se formulan comentarios y preguntas acerca del papel de los medios de comunicación)

Ya con el texto maduro,… “Para decirlo con metáforas, ante la falta de conceptos más precisos: las grandes manifestaciones de 2013 precipitaron una energía que no fue procesada, incorporada o metabolizada institucionalmente antes del proceso electoral de 2018 (en el que fue electo Jair Bolsonaro). Esa energía desprendida por el desplazamiento de placas tectónicas (migratorias del campo a la ciudad, como se verá más adelante) está viva y vibra bajo la modalidad de la intensidad, predisponiendo al protagonismo creativo y al odio reactivo”.

 


Brasil y sus ambigüedades en movimiento

A Soares le importa estudiar “la claudicante trayectoria de la individualidad en Brasil”… y se propone analizar la ambigüedad entre persona e individuo, igualdad y jerarquía.

Al mismo tiempo que igualitarios, los brasileños pueden “rechazar el tratamiento igualitario cuando sus intereses son afectados o se hiere su orgullo estamental” por ejemplo cuando se dice “¿Usted sabe con quién está hablando?”

El autor trae la gambeta en el fútbol, ambigua, pícara, como “promesa de un movimiento que no se da y se da no dándose…” y la gambeta malandra como “el repertorio de las personas en situación de calle, niños y adolescentes con “estratagemas, gestos dubitativos, esquivos, imprecisos e incompletos en forma deliberada” y una subcultura de la evitación típica de las clases medias de Rio de Janeiro… en sus (no) relaciones con las personas en situación de calle”.

“La línea interpretativa que se extiende de la cordialidad a la elipsis, de la ambigüedad individualismo-jerarquía a las estrategias evasivas y de allí a la dialéctica del malandraje nos conduce a la casa-grande y senzala (la casa del esclavista y la casa de esclavos) como su fuente original”.
Soares propone su enfoque sintetizando: “el orden social brasileño resumido en la tensión casa-grande & senzala, escenario de la experiencia esclavócrata, expresa el equilibrio entre antagonismos… que provocan una oscilación de predominancias y generan, por lo tanto formas intermitentes y provisorias, unas veces opresivas, otras sociables: ese es el cuadro descrito por la categoría ambigüedad”

Coloca el ejemplo de la esclava que protagoniza un idilio erótico con su dueño esclavista: “ella experimente la transferencia de sí hacia un segundo cuerpo, al cual correspondería el alma humana –en ese caso, el doble de la esclava solo existe mientras es visualizado por el señor, aunque su amante juegue el juego y confirme la realidad del encuentro y se desplace afectiva e imaginariamente hacia ese lugar”.

 


Más sobre ambigüedad, el racismo es el molde para las desigualdades de clase

Dice Soares: “sugiero se piensen las ambigüedades en relación a la duplicidad ontológica instaurada por la esclavitud a lo largo del proceso que formó la nacionalidad”.
“Osaría proponer que se interprete la oscilación, el movimiento que sustenta (y realiza) la ambigüedad, no como flexibilidad, sino como la imposibilidad de fijar una única gestalt, así como las imágenes de la televisión aparecen distorsionadas mientras dos señales inestables ocupan el mismo canal”.
“Según mi hipótesis, el eje fijo no puede ser hablado: la dualidad ontológica esclavista, aunque históricamente superada (en términos generales porque el racismo estructural le da sobrevida) no fue elaborada culturalmente, por eso persiste en sus efectos y está presente en sus fundamentos (me refiero a las desigualdades con las cuales el país aceptó convivir)”.

Sostiene la tesis fuerte que el racismo precede y moldea al clasismo:
“El racismo es el molde en el cual la sociedad experimenta las desigualdades de clase, y no lo contrario. Todo transcurre como si el centro gravitacional de la sociedad brasileña fuera la gran desigualdad, la dualidad ontológica, imantando y naturalizando las desigualdades ordinarias… La luz del astro extinto (la dualidad ontológica esclavista que se declaró en 1888 con la abolición legal relativamente tardía de la esclavitud) alcanza la percepción social refractada por el juego de espejos de las ambigüedades y nosotros la contemplamos embaucados por las mediaciones, deificándolas, olvidados del origen, emulando a los personajes del mito platónico de la caverna. En ese sentido, las ambigüedades serían imágenes refractadas, prismáticas, de la escisión ontológica que experimentamos como sociedad a lo largo de los siglos en función del esclavismo”.

“Hoy día, muchas investigaciones ya demostraron la especificidad del racismo en sus manifestaciones estructurales. Voy más allá y propongo que se entiendan los preconceptos de clase de los que son víctimas los más pobres y vulnerables, como un desdoblamiento o una proyección del preconcepto racial”.
“Decir el horror, reconocerlo, significa marcar un corte y un pasaje, dotarlo de sentido, circunscribirlo y crear condiciones para superarlo, absorberlo y hacer el luto. Decir implica hacer, porque las narrativas, en ese caso, son performativas. Hacemos cosas con las palabras”.
Esta es una potente afirmación de la lucha en el lenguaje y por el lenguaje, la palabra. Las palabras hacen.

 


Más ambigüedad, ambivalencias, marañas, arenas de negociación y disputa

“Focalizar las ambigüedades como arenas de negociación y disputa en los procesos abiertos por la maraña de tensiones, contradicciones e indefiniciones de la sociedad brasileña me parece la decisión analítica más rica y promisoria desde el punto de vista de las ciencias sociales. Las ambivalencias descritas como escenas en las que se renegocian contratos sociales pierden la rigidez de la foto y ganan el dinamismo del cine o de “la vida tal cual es”.

Soares evita la perspectiva estructuralista:
“En esa perspectiva pragmática, performativa y micropolítica, las ambigüedades dejan de ser tratadas como si les cupiera decir algo sobre qué es el Brasil, como consecuencia de lo que fue, y revelan (al construir el presente en acto) lo que la sociedad brasileña y cada individuo en cada contexto pueden (llegar a) ser…Por tanto, es que la sociedad se apropie del espacio abierto por la incertidumbre y por la indefinición como una oportunidad de resistir a identidades fijas y definitivas, reinventándose y entendiendo que su ser más valioso y esencial es ese movimiento perpetuo”…

El autor es consciente de los matices en el campo de las izquierdas y se distancia de las polarizaciones:
“La izquierda no logró ver el color de la pobreza, obnubilada por el sesgo clasista de sus doctrinas. Escribo, también para ayudar a deshacer falsas polaridades e intentar serenar un ambiente que sofoca el diálogo. No acepto descalificar a los críticos de los cupos (universitarios o laborales para negros e indígenas) o clasificarlos como racistas para, así, neutralizar sus argumentos… Dudo de quien no dude de la complejidad de lo social, de quien no reflexione ampliamente y honestamente sobre los argumentos ajenos”.

Y resume sus argumentos:
“Desde mi punto de vista pluralista…(sugiero) una perspectiva estructural alternativa que a mi juicio recalificaría las lecturas anteriores: la remisión de las ambigüedades a lo no dicho de la dualidad ontológica, inscrita en la historia de Brasil por medio de la esclavitud. Mi propuesta analítica trataba la ambigüedad como un drama capaz de decir algo sobre la sociedad brasileña. Por lo tanto, al incluir el nuevo ángulo pragmático-performativo solo sumo un nuevo registro que tal vez tenga el potencial de redefinir las preguntas y llevarnos hacia adelante en las respuestas, o hacia los costados, lo cual inclusive puede ser más interesante”.

 


Las migraciones del campo a la ciudad.

Lula, el héroe de esa travesía

El autor describe la expulsión del campo y la urbanización acelerada con la metáfora de un desplazamiento de placas tectónicas
“El proceso en su período más intenso, (fue) bajo la dictadura. Los migrantes no contaron con canales de expresión, mecanismos de organización, ni con la protección de un welfare state.  Durante la migración el sujeto “literalmente pierde el suelo” (y) “no puede ser el mismo en los dos escenarios”, sufriendo una “mutación adaptativa”.

Soares, severo crítico por años de aspectos del gobierno de Lula y el PT, se define anti-anti-petista (lo que no implica ser petista), no duda en afirmar que “el país eligió su Ulises, héroe de larga travesía, Lula, personaje histórico-cultural, no puede ser descifrado fuera de ese contexto (migratorio)”.

Como referencias en el campo antropológico, Soares introduce ideas de Tim Ingold, “contrario a la supremacía occidental de la forma sobre el proceso” (quien) adopta la perspectiva del “habitar” (dwelling perspective) en oposición a la perspectiva del “construir” (building perspective), distinguiéndolo de Clifford Geertz y sus ideas “probablemente predominantes en la antropología”, quien, antes de habitar, separa el mundo de quien lo percibe, teniendo que “reconstituir el mundo en la mente antes de cualquier involucramiento significativo con él”.
Dice Soares que “esa separación artificial sería reducir una ‘forma de vida’ a una ‘visión del mundo’, a un ‘esquema cognitivo’” y vincula su punto de vista a un enfoque fenomenológico, diferente al dualismo cartesiano sujeto-objeto, y a textos de los pragmatistas William James y Richard Rorty.

 


El joven socialmente invisible, revoluciones en el campo religioso y la teología de la prosperidad

El libro sigue “habitando”, sumando, contextos y personas, en particular a jóvenes desamparados y amparados por el porte de armas:
“Para un joven que se siente socialmente invisible, exiliado en su casa y en su comunidad, que abandonó la escuela y no encuentra en los otros un reconocimiento de su valor, y que tampoco imagina un medio más accesible que la violencia para revertir su situación (material, moral, simbólica y afectiva de desaliento, desamparo y esperanza) sonará seductora una forma de vida que lo haga sentirse visible, reconocido, valorado y blanco de afecto. La portación de un arma y la pertenencia a un cohesionado grupo de guerreros, temidos, admirados, deseados, pueden representar el cambio deseado, a despecho de sus riesgos y costos; inclusive psicológicos, porque matar no es simple. Por ello, las políticas preventivas que logran reducir la violencia asociada al tráfico de drogas se estructuran para disputar con los emprendedores criminales el reclutamiento de los jóvenes”.

E introduciéndose en los cambios religiosos y definidamente “contrario a reduccionismos sociológicos”, Soares propone “pensar la transformación en curso en el campo religioso brasileño, perceptible desde finales de los años ochenta, aunque fuera anterior, no como efecto de la gran transición demográfico-sociológica, sino como parte de ese proceso, vale decir, como una de sus dimensiones. Cita el declive del catolicismo, la veloz expansión del pentecostalismo, la centralidad de los rituales-espectáculo, el crecimiento de los grupos sin iglesia.

Describe la “guerra santa” de los evangélicos pentecostales contra la religiosidad afrobrasileña”, poco conocida fuera de Brasil: “el pentecostalismo exige la pureza doctrinaria y rechaza prácticas y creencias que las capas populares cultivan, sobre todo en la Umbanda, en la Quimbanda, en el Candomblé. Sin embargo, evocan las presencias de Exú y la Pomba Gira en los rituales de exorcismo que promueven”.

Y se pregunta acerca de las causas del crecimiento pentecostal: “A la cultura cívica laica le faltaba el encantamiento profético del carisma, fuente de promesas y esperanzas, que conduce a la masiva adhesión a las iglesias evangélicas”.
Soares “arriesga” una sintética hipótesis interpretativa:
“El trabajador, sobre todo la trabajadora que asume el liderazgo familiar… necesita contar con una narrativa que atribuya un sentido afirmativo, positivo, al mundo real y a la vida tal cual es, de tal modo que las eventuales conquistas sean percibidas como accesibles en su tiempo de vida útil… necesita una creencia que la impulse hacia adentro del mundo y la reasegure. Necesita que la vida tal cual se le aparece no sea reducida a una torpe indignidad de los poderosos o a una arbitraria y malévola maldición divina”. Y por ahí es que se cuela la teología de la prosperidad. Se pregunta el autor: “¿esa lectura hace del mundo evangélico una gran conspiración conservadora? No necesariamente, aunque las religiones intramundanas estén por su naturaleza, más cercanas a la ética del trabajo y a las orientaciones pragmáticas (prácticas), como nos enseñó Max Weber”.

“Incluso no siendo correcto el reduccionismo que considera conservador a todo ese universo pentecostal, es cierto que sus principales vertientes buscan poner límites a los cambios. Sucede que, de modo paralelo, avanza la individualidad., lo que implica decir: están echadas las semillas de transformaciones mucho más profundas, como veremos más adelante”.

 


El tropicalismo de Caetano Veloso y Gilberto Gil, una apertura al diálogo entre yo y tú y a una nueva individualidad

Luego de pensar acerca de las dualidades enfrentadas, violentas, remanencias esclavistas, en migraciones y los cambios religiosos, Soares toma inspiración del movimiento tropicalista:
“Creo que en el ADN del tropicalismo (especialmente en Caetano Veloso y Gilberto Gil) – entendido como gesto estético, existencial y político – existen algunas claves que tal vez ayuden a abrir senderos en el laberinto de las interpretaciones del Brasil…”

“El tropicalismo demostró que es viable afirmar identidades, pronunciarse críticamente y marcar diferencias, aunque también abrazando alteridades, reconociéndoles la fuerza y la dignidad estético-cultural.  El tropicalismo no se lleva a cabo en el reino de las ideas y de las estructuras sígnicas. Su terreno de acción es el piso de la fiesta, es la calle, la plaza, el lugar de encuentro más democrático e inclusivo que se pueda imaginar, sin vetos previos ni credenciales, sin entradas pagas y plateas vip”.

“El tropicalismo logró restablecer el régimen de relación con la alteridad en el registro yo-tú…(tendiendo) a asimilar o, al menos a dialogar con las nuevas expresiones provenientes de la cultura joven: las renovadas formas del rap, del hip-hop, del funk. Nada de mescolanza generalizada”.
“Polifonía, diferencias, choques, pero siempre en el circuito de intercambios, que internet ampliará y recalificará…Tampoco prospera la vanguardia, entendida como tradición de la ruptura. En el ámbito del tropicalismo el campo musical se despliega en múltiples topologías, pero lo que predomina es la continuidad en las metamorfosis y diferencias, a pesar de ellas y por medio de ellas. Y los ritmos operan los pasajes, El break no quiebra nada; forma parte de lo continuo, la secuencia lo incorpora”.

“Cuando afirmo que se abolieron las clasificaciones como modo de funcionamiento… quiero decir que las clasificaciones fueron sustituídas por la valorización radical de la individualidad y la libertad de sus elecciones autónomas. Sin embargo, individualidad no implica un individualismo fragmentario o “egoísta” darwiniano o típico del modelo utilitarista, dado que predomina la relación yo-tú… una relación regida por el “amor”… lo que no neutraliza la crítica y el distanciamiento, y las transformaciones”.
La “continuidad” y la afirmación culturalmente heroica de la individualidad y de su gesto libre tematizan en forma tácita, revirtiéndola, la duplicidad ontológica instalada por la esclavitud, reprimida por la memoria social e insuficientemente deconstituída por el igualitarismo democrático, plasmado en la constitución de 1988.

Soares sintetiza el antecedente del tropicalismo:
Al dramatizar la autopoiesis de la individualidad solidaria y participativa, y al recusar clivajes excluyentes (símbolos indirectos de la gran violencia brasileña, la esclavitud) el tropicalismo fue y aún es fundamental para la historia de los derechos humanos en Brasil, para la metabolización cultural no de los conceptos intelectuales, sino de los sentimientos, de los valores y de las experiencias que les dan sentido”.

 


Dentro y desde el capitalismo autoritario periférico al nuevo individualismo y su potencial revolucionario cuando entra en la política

“La economía de mercado, cuanto más se complejiza y dinamiza, más estimula el desarrollo de lo que se convino en llamar individualismo, una forma de vida, una visión del mundo y de la relación con otros cuyas características son el egoísmo…el interés propio y la competitividad sin límites. Ocurre que ese proceso carga consigo un potencial revolucionario. En otras palabras, la formación del individuo como experiencia subjetiva…abre la posibilidad de que los seres humanos se reinventen creativamente, tomándose a sí mismos como “obras de arte”, estilizando sus vidas, rebelándose contras las clasificaciones sociales que pretendan aprisionarlos en distintos encasillamientos, como por ejemplo, el de los géneros, entre tantos otros…”.

A continuación, Soares propone metodología revolucionaria (no necesariamente novedosa) para actuales cientistas sociales: “Fuera de los partidos y las instituciones… la individualidad se expande en la sociedad brasileña, construída, vivida, revitalizada y ampliada por grupos sociales e individuos para los cuales el eje de pertenencia se da en un plano invisible para quien observa solo la coyuntura o se concentra en las variables sociológicas tradicionales, que recortan en capas la realidad… La fuerza de la individualidad, y de los individuos y grupos que la ejercitan creativamente, en sus múltiples dimensiones no puede ser identificada y medida por análisis sectoriales que incidan, alternativamente, sobre los derechos, los valores y las subjetividades, mucho menos sobre el mercado, el mundo del interés y la política institucional, por más que todas esas áreas sean pertinentes y relevantes”.

“La radicalización de la individualidad puede (hacer) explotar la obligatoria conexión cuerpo-sexualidad-género, y esa es solo una ilustración del ilimitado repertorio de alternativas abiertas a la creatividad humana… Suprimir el institucionalizado sistema de producción de identidades significa transformar las instituciones y las estructuras de poder, afectando el orden económico”.

“Esas transformaciones son posibles solo si la demanda por un respeto radical a la individualidad deja de ser individual, solipsista o autorreferida y se convierte en una interpelación social en nombre de valores universalizables…El modo de producción capitalista no cabe en ese futuro posible: ese individuo (aquí considero el tipo ideal, esto es el modelo que describiría la nueva realidad) no se confunde con el consumidor, el propietario, el actor racional en el sentido utilitario de la palabra…no es cooptable y no está dispuesto a aceptar de forma pasiva la naturalización de las instituciones, de las leyes, del poder y del status quo. Se trata de un sujeto resiliente e impetuosamente antihegemónico”.

Esa “experiencia…lo prepara para un encuentro más abierto, solidario y humilde con el Otro externo. Por humilde aquí se entiende la postura que deriva de la conciencia de la propia finitud, al saberse que la consciencia de los límites es la condición del reconocimiento del Otro como un igual, es decir, un sujeto de derechos en la diferencia…

Y aquí el salto del individuo a la polis:
“Es evidente que ese fenómeno solo se vuelve transformador, socioeconómicamente, cuando se politiza… cuando se convierte en un movimiento colectivo, políticamente orientado a la promoción de cambios estructurales… con los conflictos de clase, y luchas específicas, como las de las mujeres, los negros, los indígenas y otras minorías oprimidas…un enriquecimiento desde el punto de vista ético y estético”.

Y formula preguntas:
“¿Cómo la sociedad brasileña se relaciona con el surgimiento de ese tipo de individualismo radical? ¿tiene sentido concebir como una utopía posestatal y radicalmente democrática al “comunismo de las individualidades?”

 


Las lagunas de las ciencias sociales latinoamericanas que piensan el capitalismo brasileño como ‘atrasado’, ‘subdesarrollado’ o ‘dependiente’

Soares cita a Pablo Semán cuando éste considera las carencias de las caracterizaciones de Brasil en las ciencias sociales cuando dicen:  “la dirección del capitalismo conducido por las élites brasileñas es la de una ‘transición permanente’ en la que la acumulación originaria es el presente eterno”… “el concepto de que el capitalismo autoritario supone que una forma de relación entre política y economía que opera en la producción del campesinado, en la que la acumulación originaria parece un presente eterno, y en la que las élites parecen renovar, en cada etapa de transformaciones funcionales, las mismas relaciones estructurales, no es una simple ilustración de un modelo teórico”, sino de “impasses”, lagunas, faltas de seguimiento en las interpretaciones de estudiosos e investigadores académico-políticos.
Como ya había adelantado, Soares sostiene sus diferencias con las ciencias sociales entendidas como de especialistas, economistas y politólogos, por separado, aquellas prácticas “asépticas” que expulsaron (y expulsan) “a profesores e investigadores reacios al tiempo de la burocracia y a las rutinas mecánicas de la legitimación ritualizada”, con intereses corporativos y dependientes de la cantidad de publicaciones en tales o cuales revistas.
Soares sostiene que “la caracterización de capitalismo autoritario periférico sigue siendo válida”.

 


El individuo empático-solidario y posgénero confluye con el chamán polifónico

Luego propone “afirmaciones más pragmático-políticas (anota en el sentido rortyano) que conceptuales”, señalando la convergencia de dos tipos ideales, un nuevo individuo y el chamán (en particular, un personaje indígena Yanomami):
“La autocorrosión del capitalismo en Brasil… puede conducir a la metamorfosis del individuo-individualista, personaje del mercado, en individuo-empático-solidario posgénero…creyente en el valor de la diversidad, de la igualdad, con la mirada puesta en el horizonte de lo universal…el individuo como experiencia libertaria, una categoría que desplaza conceptos esencialistas, un valor que rinde culto a la diversidad, la libertad, la igualdad y el respeto a la alteridad…

Distingue a ese individuo del tipo ideal liberal:
“El personaje racional y consciente, señor de sí y de sus intereses, es el tipo ideal del liberalismo… predominantemente blanco, masculino, occidental, propietario, agente del mercado, portador de valores burgueses. El nuevo individuo, esteta de sí, no es el superhombre nietzschiano, ni el egoísta autorreferido, entregado a una soledad solipsista, indeferente a la colectividad”.

“(Por su lado) El chamán… explota las diferencias sustancializadas entre interior y exterior, identidad y alteridad, cultura y naturaleza… su pecho abriga la multiplicidad, la polifonía, o mejor, la imagen, el eco de la polifonía…en nuestra acepción, el chamán es un ser político porque existe para el otro, alterándose, volviéndose otro, metamorfoseándose… El otro, aquí son los humanos, los animales, los seres de la selva y la selva como ser y seres. El chamán quizás sea la respuesta más creativa del espíritu humano a la doble ontología de la esclavitud, extendida en el racismo cultural”.

En síntesis, comenta el autor: “cuán extraordinaria es la localización del caso brasileño: nuestra sociedad se localiza en vértice donde se cruzan dos líneas de fuerza. De un lado, el capitalismo autoritario – el patrimonialismo y el orden jerárquico – una combinación que, sin dejar de impulsarlo, matiza al mercado y atenúa las dinámicas generadoras del individualismo burgués liberal clásico…Del otro lado, las tradiciones afrobrasileñas e indígenas, permeables a la formación de sujetos porosos y expuestos a la alteración, preámbulo interno de la apertura a la alteridad social, es decir, de la apertura a la sociabilidad empática”.

 


La justicia y su doble, o la dualidad de la justicia

Soares sostiene la existencia de dos regímenes de justicia, la liberal y aquella donde priman intereses particulares: “El Estado democrático de derecho, de extracción liberal y republicana, constituye una referencia práctica y teórica fundamental para los países que buscan regirse por los valores de la libertad y la igualdad… la sociedad brasileña pasó a orientarse por ese marco institucional a partir de la Constitución de 1988. Si bien esto es verdad, no es toda la verdad”.

“No estoy afirmando que la Justicia es un campo de lucha, ni una fachada o una máscara para engañar incautos, en el que se enfrentan las clases sociales, avanzando por momentos una de ellas, por momento la otra…
“Lo que afirmo (soy consciente de la osadía de la tesis) es que, así como, salvadas las enormes diferencias y especificidades… la Justicia brasileña opera en dos regímenes de existencia completamente diferentes e irreconciliables, a despecho de categorías compartidas, códigos normativos y prácticas rituales comunes. Es como si la Justicia y su doble produjeran y correspondieran a ontologías mutuamente irreductibles… sin un choque violento, porque esa diferencia no es identificada, es decir, no se presenta en su radicalidad, y el antagonismo es percibido como un desacuerdo tópico o individualizable, un obstáculo solucionado por la jerarquía y las sanciones…La Justicia oriunda de la constitución de 1988 se transfigura y metamorfosea en aparato de hegemonía, instrumento político de intereses económicos y políticos particulares. La metáfora de esa transformación es la escalera de Escher, que se alterna entre subidas y bajadas, y que representa una u otra figura, pero que contiene las dos formas al mismo tiempo.
Es la imagen de la duplicidad: no creo que haya entre las dos Justicias un predominio permanente”.
Y se pregunta: “¿Por qué Brasil – las élites económicas y políticas que comandan el país –…se encaminó por el tortuoso camino de prácticas institucionalizadas…rompiendo el compromiso con el ideal democrático?”
Y responde: “Numerosos e influyentes segmentos sociales toleran e incluso reivindican el exterminio de los ‘criminales’…(quienes) no son vistos como ciudadanos inocentes hasta que se pruebe lo contrario, ni como sospechosos merecedores de las penas de la ley, sino como enemigos a ser eliminados…(así autorizando) el genocidio de jóvenes negros y pobres”, sosteniendo lo anterior sin renunciar al legado liberal-democrático y republicano.

Y reintroduce la caracterización autoritaria de la modernización conservadora ahora para el Poder Judicial: “La vía brasileña de modernización y desarrollo del capitalismo ha sido autoritaria, prusiana, por lo alto, por medio de pactos entre las elites con exclusión de las clases subalternas, en revoluciones pasivas que caracterizan la modernización conservadora. Un aspecto derivado de la naturaleza de la transición, aspecto que, salvo engaño, aún no fue analizado, es el carácter inconstante, volátil, ambiguo y contradictorio… del sistema de Justicia criminal.

“…el doble de la Justicia concebida por la Carta Magna de 1988 exorcisó a la Constitución y se afirma como Justicia de clase, aparato de hegemonía, en estrecha colaboración con la prensa semimonopólica,… la duplicidad es una sombra que inquieta a las dos caras, a los dos regímenes de existencia…
“Brasil, arrastrándose en la incompleta, continua y vacilante transición, experimenta una Justicia doble, ya conforme al Estado democrático de derecho, ya reducida a Aparato de Hegemonía, instrumento sofisticado y sobradamente ritualizado, directo e indirecto…de la supremacía del poder de las élites económicas”.

 


Apartado dentro del texto – En medio del camino, el lenguaje

Soares presenta una reflexión filosófica que se transcribe aquí in extenso: “Hay muchas mediaciones a considerar entre la fría letra de la ley y la realidad efectiva de los casos singulares, objeto de juzgamiento. En primer lugar, siempre puede ponderarse que no existe la letra de la ley autoevidente, revelada en su positividad irrefutable y objetiva en el texto de la Constitución. Toda lectura consiste en una comprensión, fruto de un emprendimiento hermenéutico, en otras palabras, de un ejercicio interpretativo.
“Las lecturas no son pasivas, son activas, proyectan sobre lo leído capas cognitivas, simbólicas, valorativas, políticas y emocionales…
“Nada más ingenuo que sostener la autoevidencia positiva de la ley. Por el mismo motivo no sería razonable constatar la distancia entre forma y sustancia como una traición a la idealizada suposición de una correspondencia especular. Solo en el universo platónico de la idea, la forma y la sustancia se superponen perfectamente, componiendo una unidad indisociable. Avanzando algunos pasos en la reflexión, llegaríamos al otro polo de la comparación, la ‘realidad’, ‘eso que realmente sucede’: tampoco existe en sí misma esa realidad. Decir lo que ella es o describirla varía de acuerdo a numerosos factores: ¿quién habla? ¿en qué contexto? ¿a quién se dirige?, etc…En otras palabras, entre la ley y los hechos hay mucho más de lo que supone la vana teoría positivista y sus correlatos…podemos afirmar que la ley se aplica a los hechos y estos se aplican a la ley, derramando sobre la interpretación de la ley la carga tóxica de emociones, valores, preconceptos e intereses, contaminando toda decisión de un magistrado. La sentencia es impura por naturaleza.
“Estas reflexiones no nos conducen al relativismo: existen impurezas más asimilables, y otras menos, por parte de las comunidades de sentido en las que participamos. Probablemente, el principal criterio que impone matices y gradaciones en el continuum del criterio es la consciencia de la impureza, de la inexorabilidad de la impureza, el reconocimiento de la finitud del conocimiento, la admisión de la incerteza…Por eso la sabiduría recomienda prudencia y moderación en la distribución de penas, el minimalismo penal y la renuncia al ansia punitivista. En cierta medida, la justicia, si tomamos como referencia el campo criminal, corresponde a un proceso orientado a la reducción de daños en la producción del juicio: daños a las víctimas y a los sospechosos, los reos y condenados. En la imposibilidad de alcanzar la verdad absoluta y final, monolítica e irrefutable, se advierte que se pasará a trabajar con descripciones que pueden ser ellas mismas descriptas – porque el pronunciamiento de la Justicia es un metalenguaje –, como estando más allá de toda duda razonable para una comunidad de sentido lo suficientemente extensa para superar los límites de la subjetividad del magistrado, de la intersubjetividad de un jurado, de la comunidad de los operadores del derecho, ampliándose hasta el punto más cercano posible de lo que merecería la consigna, no obstante idealista, (del) ‘consenso’ de la sociedad”.

 

Eso de ahí
y ellos, lo que sostuvo a Bolsonaro

Este libro fue publicado en Brasil luego de las elecciones de 2018.
“La persona Bolsonaro, los gestos, las palabras y su historial de herejías (en relación a los buenos modales republicanos) autorizaban cualquier abominación al más oscuro y ardiente antagonista a ‘todo eso que está ahí’. Y el ‘eso de ahí’ a ser repelido prescinde de una definición precisa, así como sucede con el pronombre ‘ellos’, analizado en el primer capítulo. El ‘eso de ahí’ es lo que deriva de la acción, de la inacción o de la complicidad ‘de ellos’, los Otros…  una ensalada mixta de moralismo  ─en los planos público y privado, desde la corrupción hasta los cupos para estudiantes negros e indígenas en las universidades, del feminismo a la sexualidad–, sublevación contra las injusticias, los privilegios, óbices burocráticos al emprendedurismo y obstáculos legales para todo tipo de interés, sobre todo los considerados ilegítimos por los republicanos, que desean avanzar sobre los derechos indígenas, quilombolas (descendientes de comunidades –quilombos– de  esclavos fugitivos), de los trabajadores, de los sin tierra, sin techo,… (así) se hermanaron empresarios de la avenida Paulista, representantes del agronegocio, pequeños agricultores y evangélicos de las periferias, o, en resumen explotadores y explotados… (contra) el tal globalismo, el gramscianismo cultural, y el difuso, misterioso y ubicuo socialismo, que se habría apoderado del país y estaría siendo defenestrado por el nuevo gobierno para que la bandera continúe siendo verde-amarilla…”

“Bolsonaro se convirtió en el sostén, el polo gravitacional o el centro magnético de esa amalgama afectivo-ideativa –amalgama que, como vimos, también se compuso por una acumulación magnética (o metonímica, ya que eran pedazos que atraían fragmentos)– gracias a algunas de sus cualidades negativas: sin presentar un proyecto para el país con un comienzo, un desarrollo y un final; incapaz de formular un discurso consistente sobre los temas complejos que desafían a la sociedad brasileña; impotente para liderar de modo positivo, se limitó a proferir generalidades y a intervenir performáticamente… el vacío de contenido se combinaba con los compromisos neoliberales que el futuro ministro de Economía divulgaba y cuyos efectos impopulares las izquierdas no lograron explicar y difundir. No en vano, Bolsonaro conquistó el apoyo de las élites…
“Al vago ‘ellos’ no se corresponde un ‘nosotros’ unísono, conforme vimos en el primer capítulo, pero al ‘todo eso’ que ‘ellos’ hacen, o hicieron, pasó a corresponderle un ‘nosotros’ que se une en torno a un líder, el exorcista de todos los males que asolan al país… El conductor tendrá que mantener los platos girando simultáneamente en las mil y una varillas, comportamentales y económicas, animando al auditorio con sus performances y alimentando a la manada en las redes sociales”.

“Difícil imaginar que haya energía para un desempeño tan virtuoso por mucho tiempo… después de volverse un chiste mundial, el giro ultraderechista brasileño puede convertirse en una tragedia nacional”.

“El antipetismo no nació solo del furor reaccionario, de la estigmatización y de las manipulaciones mediáticas. El propio PT  prestó su colaboración a la usina de destrucción de reputaciones, mostrándose incapaz de reconocer sus propios errores. Reivindicando la pureza, contribuyó a hacer menos verosímil sus propios errores”.

 


A Bolsonaro, el padre pétreo, arcaico, con un miembro inmenso y erecto que suprime las individualidades, ¿lo matará la horda primitiva?

“El bloque de las individualidades suprimidas es la horda que quiere un padre pétreo, con un miembro inmenso y erecto, un jefe arcaico, dios del primer Testamento, un padre que castre a los desviados y restaure el orden de un mundo que ya no existe; puesto que, entiéndase bien, no es el orden lo que dejó de existir, sino el mundo al cual se le atribuía ese orden. El rebaño necesita un padre mítico porque vive la nostalgia de un mundo mitológico que ya no existe, que nunca existió. El padre imperial, el padre absoluto existe para controlar la sexualidad, que es fluidez, que no puede encasillarse, que no cabe en las plegarias, en los códigos penales y en las clasificaciones médicas. La sexualidad se filtra por las fisuras del bloque, y atención: cada uno se convirtió en el bloque, reflejando al rebaño…Ahí está la ecuación Bolsonaro, y ahí está la verdadera corrupción que temen: ella es lo opuesto al orden mitológico al que rinden culto con su locuaz silencio. Pero esa impureza corrosiva y contagiante provoca un odio furioso, un odio que es reflejo del pavor, pavor porque saben – ya que no hay cómo no saberlo – que el mal habita en cada oveja. Y todos sabemos cómo termina la historia: la horda primitiva mata al padre –metafóricamente–, conviene agregar”.

 


La nueva individualidad creativa, libertaria, igualitaria es la que genera reacción, no al revés

Cerca del final del libro, Soares argumenta colocando lo que entiende la cuestión decisiva, la que quiere dejar en claro. Para el autor interesa mostrar la reacción conservadora ante los avances de la nueva individualidad.
“Si la reacción a las conquistas…que debemos fundamentalmente a Lula y al PT y que desafiaron la naturaleza autoritaria del capitalismo (sin haberla transformado), sumada a una comprensión parcial y sesgada del fenómeno de la corrupción (vista como monopolio del PT) crearon las condiciones para deponer a Rousseff, viabilizando con Temer el regresivo proyecto de las élites, posteriormente desplegado por Bolsonaro…”.

“Si esa misma naturaleza autoritaria tiende a obstaculizar la dinámica individualizante del mercado… abriendo brechas para el surgimiento de un nuevo tipo de individualidad (creativa, libertaria, igualitaria –en la diversidad– y universalista, vale decir solidaria)…”

“Puede decirse que la reacción que se materializa en la agenda neoliberal y muestra sus dientes en las banderas ultraconservadoras, las cuales hace tiempo se enmohecían en el armario, constituye una resistencia activa al profundo proceso de democratización de la sociedad brasileña, cuyas señales son múltiples, entre ellas la radicalización de la individualidad, como categoría, experiencia y valor, a contramano del individualismo…
“Por ello vienen creciendo vertiginosamente el femicidio y los crímenes homofóbicos y por qué se volvieron importantes las propuestas oscurantistas como ‘escuela sin partido’ (la oposición a tratar temas contemporáneos en las escuelas) y las resistencias a enfrentar abiertamente el racismo estructural brasileño…
“La resistencia a los movimientos feministas, a los movimientos LGBTQ y otros movimientos de ‘género’, que al lado del movimiento negro y de segmentos religiosos no institucionalizados – movimientos que han sido la punta de lanza de exploraciones más radicales de la individualidad neosocialista, o incluso neocomunista, en sentido libertario y reanimador de utopías universalizantes…”.

“Lo que está en juego es la posibilidad de revolucionaria de eliminar clasificaciones, legitimando la separación político-ético-cultural y mística entre cuerpo, identidad, sexo y género. Las luchas denominadas, a mi juicio equivocadamente, ‘identitarias’, ‘fragmentarias’, cuando no ‘divisionistas’ disparatadamente… todas remiten a la estética, (enraizada en la autoconstrucción) y confluyen para ampliar el espacio de la autonomía individual, a contramano de la marcha del capital rumbo a la segregación, al exterminio de los descartables y al mantenimiento de las desigualdades. El proceso civilizatorio, que conecta a los Yanomami con la sociedad posindustrial, requiere la superación del capitalismo y la reinvención de la individualidad, en paralelo a la resignificación de la vida más allá de lo humano…

“El ambientalismo es parte de esa amplia movilización, la resistencia de las sociedades originarias a la expropiación de sus territorios… confrontando la degradación ambiental y defendiendo tradiciones que ofrecen a la humanidad repertorios alternativos para pensar, sentir y vivir las relaciones con la alteridad, en todas sus dimensiones, más allá del humanismo antropocéntrico…”

El autor es un fino observador: “No niego que los movimientos llamados identitarios son confrontados por un dilema dilacerante: por un lado afirmar la identidad… por otro el riesgo de que salir del armario signifique entrar en la cajonera, de aceptar un rótulo clasificatorio que congela al sujeto… trabajo con la hipótesis de que la mencionada política de identidades sea solo una etapa en el desarrollo de las conciencias y las prácticas, cuyo rumbo apunta a la radicalización de la individualidad solidaria e igualitaria, base para el ejercicio pleno de la dialogía, en una estructura interlocucionaria de tipo yo-tú en el ambiente político de la unidad (en la diferencia) por la democracia profunda”.

Soares puntualiza a continuación que conjuntamente con los movimientos ya señalados, “los grandes y permanentes temas vinculados con la lucha de clases continúan siendo centrales en el esfuerzo histórico y multifacético por superar el capitalismo y su cortejo de horrores, preservando, como enseñaba Marx, las conquistas alcanzadas en el período de su (la) hegemonía (capitalista)”.

 


La nueva individualidad, hija bastarda del liberalismo, la estimulación del emprendedurismo produce conservadores integrados y puede producir individualidades fortalecidas, autónomas, cooperativas y compasivas

“… El liberalismo no convive bien con la nueva individualidad, su hija bastarda…el conservadurismo le tiene pánico a una individualidad que se niega a naturalizar hábitos, valores y reglas de juego…”.

“Si la esfera económica de los servicios, que prepondera crecientemente, estimula el emprendedurismo, su dinámica puede producir nuevas legiones de conservadores integrados, adeptos al sistema capitalista que los acoge y remunera, pero también, puede regurgitar individualidades fortalecidas y deseosas de autonomía y respeto, igualdad de oportunidades y radicalización de la ciudadanía, en cuyo ámbito se abre espacio para la profundización de la individualidad como valor y experiencia, entendida y vivida como una ruptura con el individualismo del mercado y como un reconocimiento de los beneficios y de las virtudes de la solidaridad cooperativa y de la empatía compasiva”.

“Kant defendía la dignidad, fundamento de los derechos humanos como la cualidad de lo inconmensurable, lo insustituible, lo que no se deja reducir a mercadería… el chamán Kopenawa, definió del siguiente modo a la sociedad brasileña: los blancos son el pueblo de la mercadería… es más, peor que eso, nos tornamos el pueblo-mercadería que vive en la tierra-mercadería. Resta confiar en que las contradicciones nos salven”.

 


Comentarios y preguntas

Este es un libro generoso y esperanzador, en el que autor se expone ante comunidades intelectuales que no participan de sus enfoques ideológicos, metodológicos, filosóficos, pragmatistas, que sabe minoritarios. Lo hace practicando pluralismo, respeto y tolerancia para con las diferencias. Y esto es muy bienvenido.
Aquí van, entonces, algunos comentarios, preguntas y dudas:

Acerca de los medios de comunicación y redes sociales
El papel de los medios de comunicación y redes sociales es un tema de debate intenso, en curso en América Latina, en países donde circula la expresión relativamente libre.
En el lapso que el libro toma, principalmente, desde 2014 al 2018 en Brasil, según el autor los medios fogonearon, dirigieron, suministraron los guiones y el vestuario, construyeron verosimilitudes, suministraron hiperrealidades, editaron, abonaron creencias existentes, todo ello al mismo tiempo, conectando con los sentimientos y pensamientos de parte de la ciudadanía en esas coyunturas.  El libro expone acerca de estas acciones, que considera simultáneas. ¿Cómo fue esa simultaneidad, en ejemplos?
Soares es enfático al decir que en la avenida Paulista del 2015 no se manifestaban zombies que miraban de ojo abierto subyugados por  hiperrealidades y al mismo tiempo afirma que los medios dirigieron en circunstancias a los manifestantes, mientras en el libro suma reflexiones y argumentaciones para una comprensión cultural e histórica, genealógica, de sentimientos, valores y pensamientos de la gente.
En eso está la exposición de las dualidades en las maneras de ser, las culturas esclavistas que se sumaron capa por capa, la justicia punitivista, el individualismo burgués, la jerarquía cultural, y otras dimensiones duales y plurales, multidimensionales, descritas en el libro que sin duda colaboraron para el ascenso de la reacción violentamente conservadora.
Y vale preguntar: ¿Recibieron resistencia adecuada de medios afines al PT y redes progresistas? ¿Cómo jugaron las críticas y oposición desde la izquierda disidente del PT? Soares sabe perfectamente bien que la “realidad” está en disputa, que la letra de la ley está en disputa y que casi todo está en disputa.
Estas preguntas vienen a cuento, con interés, porque existen hoy día teóricos pesimistas de medios y redes sociales, como Franco Berardi y a su modo Byung-Chul Han, que dan de antemano la batalla perdida para las izquierdas, cuando se trata de disputar ideas e información en los medios y las redes sociales. Algo así como si existiera un demiurgo-pulpo de infinitos tentáculos que llega indefectiblemente a manipular con fake-news a las masas inocentes e inermes. Sin embargo, hay hiperrealidades (expresión más adecuada que fake new), hay y no hay inocencia e inermidad. Hay descripciones de un acontecimiento más adecuadas y menos adecuadas.
En el caso de Brasil, puede ser útil una investigación cualitativa de casos particulares, de esas personas que se lanzaron a las calles en 2015 contra el gobierno de Dilma Rousseff y cómo los medios les ayudaron-catalizaron-vistieron-guionaron-abonaron-neutralizaron-incentivaron sus creencias para que sostuvieran el triunfo de Jair Bolsonaro en 2018.
Y una investigación similar acerca cómo los medios afines al PT y aliados comunicaron a las personas que enfrentaron el embate reaccionario.
La literatura, música y artes pueden ser una gran fuente.

Sobre el doble o la dualidad
Este es un apunte sobre el título del libro, Brasil y su doble. 
El tratamiento que hace el autor de la ambigüedad es agudo, evitando considerarla como una definición repetida y estática, como una estructura que se llena de “contenido”. Y lo mismo con la dualidad.
El doble de una persona, de una institución, de un país, no es lo mismo que un otro. ¿Cuál es el Brasil, el original o su doble? ¿existe un original? De acuerdo al argumento desarrollado en el libro queda en claro la verificación de al menos un dualismo, simultáneo, en la justicia, en las relaciones sociales, en la extensión de la relación esclavista, en la regulación constitucional que confronta la liberal y republicana con la autoritaria y violenta.  El doble implica cuestiones de estética similares y eventualmente orígenes similares, de parecidos, pero no concuerda ni necesariamente implica duplicidad. En particular, el doble en castellano es un otro igual pero distinto, que juegan al mismo tiempo. 
La pregunta acerca de cuál Brasil es el original y cuál es su doble no tiene respuesta. Y vale la pena plantearse la cuestión de si hay más que duplicidad, esto es, si hay grados de diferencias, más o menos individualidades libertarias, más o menos autoritarismos violentos, dualidades y pluralidades que se están gestando, algunas difíciles de ver.

Las nuevas individualidades en todos los planos
La descripción bellamente poética del surgimiento de una nueva individualidad, desde las entrañas de un capitalismo autoritario periférico, puede causar sorpresa para quien piense en forma estructurada. En un texto que habita al Brasil con anclajes en la sociología, la ciencia política, la antropología, historia, la introducción filosófica, puede percibirse la falta de mención más precisa y extensa de una nueva individualidad económica que permita lazos colectivos, productiva, que permita sobrevivir y sustentar la vida humana y el ambiente, en intercambio con el resto del mundo. ¿Qué puede estar generando el Brasil en la producción de alimentos, bienes, servicios y conocimiento que suministren el sustento necesario para acompañar la liberación de esta individualidad cultural que escapa al individualismo neoliberal? ¿Qué iniciativas existen entre las mujeres jefas de hogar que necesitan sobrevivir, prosperar y criar sus hijos? ¿Qué jugadas económicas colectivas alternativas y coexistentes con el capitalismo autoritario, las agresivas multinacionales y los Estados en expansión global?
Soares es muy consciente de la decisiva importancia del nuevo “agente económico”: “El régimen dialógico en relación con la alteridad no se consolida…solo en una esfera de la vida social –el arte y la creación cultural– para que se consolide, es necesaria su vigencia en los diferentes planos…la extensión continuada del propio racismo, las desigualdades sociales, la explotación económica, la marginalización política, la criminalización de la pobreza, las desigualdades ante la Justicia”. Confrontando o sobreviviendo junto al capital autoritario, ¿qué se está generando como actividad productiva empática, solidaria y al mismo tiempo sustentable?

Los movimientos pluralistas, laicos y libertarios
En el libro está mostrada la potencialidad y el espacio que han logrado individuos que “osan reinventarse”, “con gramáticas propias”, resistiendo clasificaciones y rótulos, reconociendo en el “Otro” el mismo potencial libertario”. Ahora bien, interesa mostrar el papel cumplido y por cumplir de “los movimientos minoritarios ligados a la defensa de la tolerancia religiosa y a banderas libertarias”, quienes cumplen “un papel decisivo” para ampliar la relación armónica yo-tú, y expandir la reinvención de las personas.
¿Qué carismas pueden adquirir esos movimientos laicos? ¿Qué otras fuentes de inspiración y promesas de buen futuro –el tropicalismo es una, la transdisciplinariedad del chamán es otra– pueden ofrecer? ¿Es posible que puedan crecer sin recurrir tanto a líderes determinantes?  

Importa avanzar en una indagación así, cuando la derecha y ultraderecha mundial –recibiendo la colaboración de medios y periodismos repetidores– intenta apropiarse de la palabra “libertario”, cuando simplemente lo que hacen es rendir pleitesía al mercado, mereciendo ser denominados “mercadolátricos” y nunca defensores de la libertad en sus múltiples dimensiones vitales.

Ya los tropicalistas “enseñaron que la flecha de la historia apunta en todas las direcciones”, y así es con la libertad. ║

 

Palabras clave:   

Luiz Eduardo Soares
Brasil
Libertario
Tropicalismo

www.librevista.com nº 55, setiembre 2023

[1] Luiz Eduardo Soares es brasileño, pensador, actor político, académico, antropólogo, sociólogo, cientista político, escritor literario, ex Secretario Nacional de Seguridad Pública (en el 2003, primer gobierno de Lula), ex Coordinador de Justicia, Seguridad y Ciudadanía de Río de Janeiro (1999-2000). Para conocer sus posturas, publicaciones y obras vean la página www.luizeduardosoares.com.
La edición que se reseña aquí es: Brasil y su doble, Patriarcalismo capitalista, revolución estética libertaria. Autor: Luiz Eduardo Soares. Editorial Prometeo libros, Buenos Aires, Argentina, 2021. Traductor: Rodrigo Álvarez. Imagen de portada: Natália Guindani.

[2] La edición original brasileña de O Brasil e seu duplo, editorial Todavia, 2019, coloca en fondo de tapa la repetición de la nueva relación que el autor propone entre pronombres EU-TÚ (YO-TÚ) y los pronombres que separan como EU (YO), ELE (EL), debe anotarse que el fondo no incluye ELES, una palabra subrayada en el texto, y sí figura NOS, otra palabra clave en el libro.