Sobre un libro de mi vecino de la calle Domingo Arena

X Alejandro Baroni (*)

El Teniente Coronel (r) del Ejército José Nino Gavazzo publicó su testimonio de vida personal (Artemisa Editores, setiembre 2012), hilvanando su relato, diciendo y omitiendo, en lo que es dos maneras de decir.
Da su contribución a la verdad.
El libro ha recibido silencio, pero yo tengo mis motivaciones- más o menos conocidas por mí- para conversar sobre el texto.

El autor permanece declarando la guerra desde la cárcel de Domingo Arena y se considera un “preso político”.
En el texto aparece una suerte de estrategia - parece ser que se dio cuenta que es necesario un argumento y una estrategia más allá de la acción táctica militar – roza a la política, propone otros jueces y doctrina judicial, y espera un cambio de gobierno.
Un cambio que desea podrá inducir otras actitudes e interpretaciones en jueces, fiscales y Suprema Corte, otros equilibrios y poderes, similar pero diferente al que ocurrió a partir del 2005, con la asunción del Frente Amplio.

Declara que no siente “odios ni rencores”.
No apunta a ningún arrepentimiento ni señala errores propios.
Deja caer que “la lealtad no paga”.
Menciona “derechos humanos” y derechos humanos, con ironía primero y como propios en segundo lugar.
Dedica un capítulo a los “apremios físicos” que, dice, debió hacer, en un contexto de “guerra” y en defensa de “toda la sociedad agredida”.
Cree que “los generales no pueden equivocarse”, por ser generales.

En solitario, aparentemente, arremete contra los mandos contemporáneos del Ejército, subrayando a aquellos que actuaron desde el 2005. A sus setenta y tres años, enuncia un pensamiento igual, palabras más o menos, que el que dice tenía como militar activo, cuando en 1971 persiguió tatuceras tupamaras en Minas o cuando se integró- por propia elección- al Servicio de Información y Defensa (SID), fue Segundo Jefe en el regimiento de combate Artillería Nº 1 en La Paloma, cercano al Cerro de Montevideo, o coordinó en Automotores Orletti, Buenos Aires.

Hoy manifiesta que no ha cambiado. No está dentro del relato de su pensamiento que se pueda cambiar. Siente que sus camaradas militares que miran hoy las cosas desde perspectivas algo diferentes a la suya, han traicionado los valores militares y, particularmente le han traicionado a él.

Insiste: para él tampoco ha cambiado la sociedad. No la observa. Desde el nacionalismo militar del “Deber, Honor, Patria” que le inculcó su tradición familiar y la Escuela Militar, los “terroristas”, “vetustos comunistas” y “desubicados anarquistas” fueron y son sus enemigos. Para él, sólo puede esperarse mentiras del comunismo.

No es el Obersturmbannführer Adolf Eichmann, de quien pudo mostrarse era un eficiente ejecutante de órdenes, organizador de puntuales trenes de exterminio nazis, quien pudo haber seguido otra carrera, y cuando joven tal vez pertenecido a alguna corriente socialista de izquierda. No es el Capitán de Navío Jorge Tróccoli, que de joven pudo haber sido bancario y que, terminada la dictadura, concurrió a la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República para reflexionar. Su vida parece haber sido marcada desde el vamos por la tradición de su padre, seguida voluntariamente, como destino predeterminado. Fue “natural” para él ingresar al Liceo Militar en lugar de continuar en el Liceo público. El padre, Coronel del Ejército, un solitario que, retirado, mateaba con dos vecinos, uno de ellos militar, pero lejos del resto de sus camaradas, había pedido pase a retiro por “motivos de principios” que no son aclarados en el libro.
Egresado como Alférez, Gavazzo fue destinado al mismo cuartel en donde había revistado su padre. Cuenta que allí, cuando se hace cargo, se deslumbra. Y recuerda su niñez y adolescencia felices dentro de esos muros.
A sus veintiún años, se juró “nunca dejar un servicio o alejarse del mismo, ni permitir que nadie lo hiciera”.
Dos de sus hijas se casaron con militares. Antes de su propio casamiento, “había solicitado autorización para contraer enlace, la que me fue concedida previo conocimiento de mi futura esposa por parte de mis superiores”, viajando luego en luna de miel hacia Río de Janeiro, en “un avión C-47 de la Fuerza Aérea Brasileña”.
Pasa por el liceo Militar, al que califica como “liceo pobre”, viaja en ómnibus de CUTCSA, usa la voiturette del padre para ir a sus destinos militares, siendo jinete siente incomodidad cuando alterna con la “rancia” sociedad del Carrasco Polo, en su casa paterna se calefacciona con estufa a kerosene, gana magros sueldos militares luego de la baja del servicio hasta –ya retirado- carga de combustible garrafas de supergas y gerencia un frigorífico de sus amistades. No muestra, no declara bienes resaltantes.

Es un ejecutor/portador de órdenes complaciente y declaradamente convencido- estuvo en casi todas las acciones de primera fila “antisubversiva”. Se presenta como un militante obediente. De sus acciones militares de 1972 no habla mucho. Sí particularmente a partir de 1973. Fue seleccionado una y otra vez. Sus jefes de turno- de orientaciones diferentes- lo convocaron al servicio para misiones especiales, y todo lo cumplió aparentemente sin objeciones. Dice que le pidieron que matara a Gregorio Alvarez- su camarada adversario que hoy ocupa el mismo predio- de lo que zafa.
Cuenta sólo una actividad política personal: cuando se produce la famosa asamblea del Centro Militar en la que se discute si el Ejército debe rendir homenaje a los militares caídos en lucha contra las guerrillas de América Latina, vota apoyando el homenaje. En la otra posición estaban Seregni, Pomoli y otros generales, quienes entendían que el Ejército no debía entrar en cuestiones políticas. Se presenta en ese momento como “ferviente partidario” de Jorge Pacheco Areco. Se cuida de objetar al General Seregni, apenas menciona su actividad previa a la Asamblea del Centro Militar, y hace lo mismo con los militares frentistas opuestos al golpe. Dice haber sido alumno del Coronel Pedro Montañez en el Instituto Militar de Estudios Superiores, y omite que interrogó a miembros de la Corriente 1815 – grupo militar antigolpista- de la que aquél era líder. Sirvió a las órdenes del Coronel Trabal, propulsor y negociador de una salida militar “peruanista” pero no parece ni declara haber captado ni registrado el periplo político de su admirado jefe, de quien dice “predica con el ejemplo”.
Sobre los “viejos rectos tupas”, dice que han cambiado, al abandonar su antiguo poder militar por el político. Sus sucesores jóvenes, dice, se parecen a los “vetustos comunistas” y los “desubicados anarquistas”, dejándolos en “ínfima minoría”.
Al golpe de febrero 1973, con los Comunicados militares y la aparición del COSENA, lo denomina “crisis institucional”. A la dictadura, “gobierno de facto” necesario. Pese a su cercanía operativa con Trabal, el avance político de los militares parece pasarle inadvertido. Recibe la orden- otra ver ejecutor/portador elegido- de los mandos, (en particular de un General XX que no identifica) de detener al Gral. Antonio Francese, Ministro del Interior del gobierno, orden que no llega a ejecutar porque Francese renuncia.

Luego de cerrado el acuerdo de Boisso Lanza entre los mandos militares y Bordaberry, su también admirado y respetado Jefe General Esteban Cristi desmantela el SID, envía a Trabal a Francia, dispersa a los negociadores militares del Batallón Florida que participaron en la tregua de 1972 y destina al autor con un puede rendir más, a ser Segundo Jefe del Grupo de Artillería Nº 1, en primera línea de lucha contra el MLN en proceso de cambios. No más inteligencia institucional. Para el ejecutor/portador de órdenes silencioso comienza 1973.

Emite dos o tres opiniones que tienen interés. Habla de “neutralización” militar en 1972 y discute con aquellos que sostienen que había sido una “derrota”. Esto es con su horizonte puramente militar y medido por la actividad moral de los combatientes-cuando observa privilegiadamente desde su servicio que los repliegues a Argentina, Chile y Europa preservan a mucha gente. Insistiendo con el plano militar, dice que las organizaciones alzadas en armas “menospreciaron” a las Fuerzas armadas en cuanto a su moral, comenzaron un reclutamiento masivo de personas con ineficiente formación política, militar y moral, que accedieron a la dirección- luego de capturados los más formados- sin “capacidad para ello”. Esa victoria militar que se transforma luego en derrota política- aparece fugazmente la palabra política- esa derrota no es de su incumbencia, ni su responsabilidad.
Y una perla para los historiadores: afirma que “el golpe de Estado de 1973 fue un hecho político que para nada influyó… en las operaciones militares… contra los terroristas que se llevaban a cabo en ese momento”.

Conoce de primera mano las reestructuras del MLN, OPR 33 y sus actividades en Chile y Argentina.
Se desprende del relato que interroga con tortura-omite la palabra- física y psicológica, en la búsqueda-dice- de información. Existe un límite, muy difuso, entre la búsqueda de información y el daño físico, psíquico, moral y su mensaje obvio a la ciudadanía. Puedo dar fe de que su agresión en las cámaras de tortura se detuvo en casos cuando la información buscada le fue dada, o la persona resistía el daño, no hablaba y entonces no valía la pena continuar. Pero su periplo es muy intenso, largo y en proceso de ser conocido.
Interesa reproducir sus valoraciones y distinciones entre las personas detenidas: según él las mujeres fueron “más duras de carácter” y de “comportamiento más inteligente” que los hombres, los “más viejos” lo mismo respecto a los más “recientemente integrados” a las organizaciones, los obreros “minoritarios” eran “por lejos más concientizados e inteligentes que los estudiantes”.
Se le encargan operaciones “secretas”, como llevar a Héctor Amodio a una conferencia de prensa, no hay intervención contra las nuevas estructuras del MLN que no lo tenga como protagonista, ni contra los OPR 33 que permanecen en el país.
Pasa luego nuevamente al SID, bajo las órdenes de Prantl. Interviene en el seguimiento y captura de la “fracción proletaria” del MLN que decide volver al Uruguay, así como persigue a los que habían renunciado a la lucha armada y se replegaban hacia el exterior. Coordina-informa-sistematiza-planifica- activa el Cóndor, junto con las SIDES argentinas, chilenas, brasileñas. Visita, conoce, negocia con los militantes que se replegaron hacia Argentina, de toda procedencia. De sus pares argentinos recibe información acerca del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) y negocia con ellos. Una parte de esos militantes es traída al Uruguay y legalizada, otra parte desaparece en Argentina.
Trabaja- no dice cómo- junto a Aníbal Gordon en Orletti. No menciona una palabra acerca de los asesinatos de Michelini, Gutiérrez Ruiz, Barredo y Whitelaw, ni la persecución a Ferreira Aldunate que pudo ser mortal. Se presenta como una figura fundamental en la lucha contra las organizaciones uruguayas con actividad en Argentina. No menciona que fue reconocido actuando junto a Gordon y al Inspector Campos Hermida en la represión e incautación de bienes del Partido Comunista en el Uruguay. Tampoco que fue señalado en Argentina por su actuación junto a otros militares uruguayos. Varias veces exhibió su rostro e identidad, en otras lo ocultaba.
Una y otra vez se desmarca de la conducta de la SIDE argentina, de las patotas paramilitares y de los represores que buscan dinero. Admite haber recibido abundantes dólares de sus camaradas argentinos y dice haber entregado el dinero al Comandante en Jefe del Ejército, el Teniente Gral. Julio César Vadora – a quien no nombra- “quien dispuso del uso del mismo”. No rebate la acusación que carga de haber participado en operaciones de “rescate” de prisioneros por dinero.

Obedeciendo al General Amauri Prantl, jefe del SID, colabora con su publicación extraoficial y ultranacionalista “El Talero”, sin redactar él una palabra.
Ingresa a la logia “Tenientes de Artigas”, inducido por el General Ballestrino, que lo decepciona y se retira a los pocos meses, acusando a la logia de inconsecuencia y baja moral. Para él, no se podía ser fiel al Ejército y a una de sus logias, simultáneamente.
Católico, no concibe entrar a la masonería, cuando es invitado a hacerlo. Concibe sólo una orientación y una lealtad. Acelera su proceso de aislamiento personal.
Prantl pierde la pulseada por el liderazgo en el ejército con Gregorio Alvarez y arrastra a Gavazzo a la desgracia: es obligado a firmar su retiro voluntario, a ganar menos sueldo como militar y estar cada vez más a la intemperie.
Declara que su familia pasa a ser su cable a tierra, exclusivamente. Ya sin escudos militares, empieza a ser acusado judicialmente y hostigado por quienes denomina “muertos vivos”, “energúmenos”, “bandas de forajidos”, “cascarriaje”, ”siervos”, “violadores de mis derechos humanos”, “enardecidos paranoicos”, “trastornados”. Renuncia a hacer denuncias judiciales contra los hostigamientos, “escraches” y amenazas, confía sólo en sus propias armas de guerra- que conserva y exhibe- y en eventuales mandos o camaradas militares puntuales.

El devenir que termina en una Ley de Caducidad de la Pretensión punitiva del Estado, corresponde a un determinado estado de opinión, a la salida de la dictadura, de las mayorías y minorías en el Parlamento, de las características del Presidente de entonces, de la presión militar. Julio M. Sanguinetti gana el gobierno porque entronca con el deseo extendido de un cambio en paz. Los civiles eligieron cambiar en paz.

Los redactores de la Ley dejaron una ventana abierta: el Artículo 4º. No les dio para menos, ¿qué pasó? Aparentemente no pudieron dejar de punir determinados hechos. Inconstitucional y rabiosamente político, el Artículo 4º dejaba en manos del Poder Ejecutivo la cuestión de si se juzgaba a un raptor de niños, o a un delincuente económico, por ejemplo. El Presidente de ese entonces, cerró esa ventana. El viento siguió soplando y nuevas trancas cargaba la ventana, hasta que las mayorías cambiaron. El Artículo 4º empezó a ser habilitado por el nuevo gobierno del Frente Amplio, y Sanguinetti se transformó en un atendible periodista y escritor sobre la temática.

Esta nueva situación fue fatal para Gavazzo. Tanto había trillado por los campos de la represión, tanto se había prestado a las operaciones más delicadas y ejecutivas de la dictadura, portado los vaivenes de sus jefes, tanto había confundido la política con acción militar, tanto había “apretado gañotes” sistemáticamente – en terreno demasiado fértil - y participado en la detención de personas que luego nunca aparecieron, que no se dio cuenta que había caído definitivamente el apoyo civil de aquella dictadura cívico-militar. Aquella “sociedad agredida” que defendía ahora miraba las cosas de otra manera. Se le quitaba la anuencia para escribir la ley. Fue preso, entonces, en paz.

Desde luego, jueces y fiscales atendieron a la nueva ley, a la nueva interpretación política y a las nuevas miradas cívicas sobre el Artículo 4º y aparecieron delitos donde antes no había.
Gavazzo omite que cuando redactaba los partes a la Justicia Militar con las declaraciones y confesiones obtenidas bajo tortura, bastaba una confesión o señalamiento de alguien- cercano, lejano o desconocido no importaba- para que el acusado fuera procesado, aunque guardara silencio, no admitiera las acusaciones y no hubiera pruebas. Tal era la ley de entonces. Los jueces y fiscales, habilitados por la nueva ley, formaron convicción con testimonios y pruebas circunstanciales, y, en su caso, abundantes. Y si algo le fue adjudicado de más, pasó desapercibido en la montaña de circunstancias, y si algo no le cargaron en el expediente, lo mismo.

Los tupas viejos y algunos más hemos cambiado, sí, lentamente. Más o menos.
Varios supimos que había que cambiar.
Algunos dejaron las armas, de hablar de ellas, de fascinarse con ellas, otros se depuraron de la paranoia que veía otros golpes militares en la década de 1990. Permanece por ahí algún enamoramiento de las viejas tesis, de la coherencia teórica, de la mujer que ya no es, sin atreverse al divorcio saludable, aquel que reconoce y tal vez agradece los buenos momentos vividos.
Unos cuantos no reclamaron ni reclaman venganza o justicia procesal, sí comprenden, apoyan a quienes desean saber de sus familiares, compañeros e hijos desaparecidos, han asimilado el fin de la “guerra fría” y reconocido las condiciones diferentes, saben que no hay nada escrito, que la verdad la escribimos todos, han retomado el gusto por la política, novia de la que se habían distanciado, sin dejar de quererla.
Hemos logrado cierta paz, que permite pensar y construir futuro. Ese que no está escrito. Mi decisión personal de no hacer denuncias judiciales colabora para esa mi paz interior. Tal vez para poder hacer mejor nuevos caminos, o espantado por la rigidez y torpeza de los sistemas judiciales, o por esquivar ser verdugo. No lo sé. Otros, tal vez logren paz de otra manera. Deseo ser leal con quienes necesitan buscar sus familiares y amigos desaparecidos, aclarar hechos delictivos, o que están dañados y no pudieron reconstruir, pero sin apoyar revancha ni búsqueda de dinero- si me doy cuenta. No creo que lo punitivo sea fundamental aunque pueda en casos paradigmáticos ser simbólico-como el caso de Gavazzo- y evito la grave confusión de considerar como víctimas a los rebeldes que acertaron y erraron, y que, capturados, fueron muertos, torturados o desaparecidos. Ante todo, fueron rebeldes. (1)
Las cosas se transformaron de la mejor manera, inesperadamente tal vez, uno de los derrotados de entonces es el Presidente de la República José Mujica, quien, sin romper con su pasado, está reescribiéndolo. Como el Pepe ha planteado, podríamos enviar a unos cuantos viejos a prisión domiciliaria, a sus casas, con sus seres queridos, demostrando que no somos iguales a ellos. Y yo modificaría el código, y colocaría inscripciones descriptivas de sus delitos en sus ropas, como “torturé para defender la sociedad”, “hice desaparecer personas”, “robé niños a sus padres”, obligatorias de llevar mientras realizan trabajos comunitarios, de acuerdo con su estado de salud. Así de igual procedería con un golpeador de mujeres de la actualidad, con su cartel identificatorio “golpeo a mi pareja”, mientras corta el pasto de la plaza del barrio, o de la escuela. Mientras ellos hacen su trabajo comunitario, nosotros, en silencio, sin agredir física ni verbalmente, tal vez nos haremos mejores al ver que las peores conductas las realizan gente como uno, nacidas en los mismos barrios e hinchas de los mismos cuadros de fútbol.

La derrota política y moral del nacionalismo ordenador, antidemocrático, represivo, moralmente conservador, de personajes iluminados por un destino- todo eso es Gavazzo - es lo más importante logrado y a desarrollar. Argumentar y persuadir sobre estos logros nos mejora. La reescritura del pasado es la conversación decisiva y tiene mucho para hacer (2) De cómo maduremos todo esto, superando las primeras reacciones legítimas, primitivas, punitivas, de corto alcance, demasiado apoyadas en demandas de justicia para los derrotados de entonces y en la rechazable metodología represiva de los triunfantes, dependerá el devenir.
En la sociedad, ¿está derrotada decisivamente la moral conservadora, ordenadora, controladora, represiva, inequitativa, que demanda protección para sus privilegios? ¿está descartado que otra vez más sea reivindicada mayoritariamente como aceptable o necesaria la acción de una persona como Gavazzo?
No.

Según el autor del libro, su encarcelamiento es obra de la venganza de aquellos “neutralizados”, de la traición de camaradas suyos y del cambio del partido de gobierno. En la calle Domingo Arena, encerrado junto a camaradas, unos cercanos y otros lejanos, él hace su juego sin paz.

Enero, 2013

(*) Editor de Librevista

Notas
(1) "...yo no hablo nunca del aspecto negativo de mi vida, en primer lugar porque no quiero ser compadecido. Fui un combatiente que no ha tenido suerte en la lucha inmediata y los combatientes no pueden ni deben ser compadecidos cuando han luchado no por obligación sino por lo que han querido conscientemente" Antonio Gramsci.
(2) invito a investigar la conducta- durante la dictadura cívico-militar- de medios de prensa y comunicación, de las cámaras empresariales, de asociaciones civiles, instituciones educativas civiles y militares, actividad social y política desde las instituciones armadas hacia la ciudadanía, de actitudes civiles en la vida cotidiana y más.

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