MUCHACHOS, NO TENGAN MIEDO DE PENSAR, nos dijo Zelmar Michelini

Entrevistamos a Jorge y Roberto, dos participantes de primera línea en la renovación, discusión y ruptura que se da en el MLN (Tupamaros) entre 1972 y 1974. Ellos nos dan a la vez sus visiones sobre los caminos tomados posteriormente, con sus contenidos personales e ideológicos.

Librevista.- Deseo comenzar preguntando acerca de la renovación del MLN que comienza a fines de 1972 y cristaliza primeramente en el simposio realizado en Viña del Mar, Chile.

Jorge .- No se puede entender nada si no hacemos el esfuerzo por ubicarnos mentalmente en cuales eran las circunstancias en aquel entonces, treinta años atrás, en Uruguay, Chile y toda esta parte de América. Había una influencia muy grande de la revolución cubana por aquel entonces con una política norteamericana buscando consolidar su influencia en América porque en otros lugares perdía pie frente a la Unión Soviética, empantanándose cada vez más en el sudeste asiático, buscando una base sólida para impedir que el imperio soviético pudiera seguir desarrollándose en América más allá de la propia Cuba. Con una América Latina que estaba en insurgencia. Ese contexto no se puede perder de vista para analizar lo que pasó después en el MLN. Si nos remitimos al Uruguay, por primera vez una izquierda tendía a unirse y dentro de la cual la guerrilla había aparecido como un elemento nuevo, rompiendo con la fosilización que padecía la izquierda tradicional, despertando simpatías dentro de la izquierda y en particular dentro de los sectores con mayor bagaje educativo y cultural.. Sobre Viña,  un gran titular: yo no me animaría a hablar de una estrategia, pero por lo menos de a dónde apuntábamos. En primer lugar a hacer una profunda reflexión, hacer un diagnóstico, no todo el mundo estaba de acuerdo en que había sido una derrota, ni política ni militar, lo sucedido en 1972. La idea era por un lado arribar a conclusiones sobre qué había pasado y por otro, al mismo tiempo atender la situación existente en el Uruguay. Lo que sucedía en Chile era el arribo en cascada a diario de decenas y decenas de muchachos y muchachas. No es exagerado hablar de un millar de gente ligada de una u otra manera al MLN y que andaba en el desamparo más grande en Chile. Básicamente, lo que estaba planteado era, sin dejar de actuar porque seguía predominando en nosotros la idea de que la acción no podía detenerse, démosle tiempo a ordenar nuestro pensamiento y ver qué rumbo tomar ante las nuevas circunstancias que a ritmo de vértigo se creaban en Uruguay.

Roberto.- Después de lo que fue el 72, los más experientes y los más viejos pasamos a ser los que estábamos en el exterior, con un promedio de edad de 25-26 años. La dirección que había quedado en Montevideo era en promedio de 20-21 años. Y la información que nos llega es que esa dirección se aprontaba para lanzar una ofensiva armada en el comienzo del 73. Entonces lo que decidimos en diciembre del 72, al ver el desmantelamiento total de toda la estructura del MLN -lo más importante que quedaba  era lo que se agrupaba en torno al Movimiento 26 de Marzo (Nota Ed.: Movimiento creado por iniciativa del MLN e independientes en 1971 con el objeto de participar en el recién fundado Frente Amplio, su nombre recuerda la fecha del primer gran acto del Frente) – fue de integrar a la dirección en Uruguay al proceso de reflexión y discusión comenzado en el exterior para dilatar esa ofensiva que entendíamos como suicida.

Librevista.- ¿Tienen idea de qué clase de ofensiva planteaba esa dirección?

Roberto.- Ahí mandamos dos representantes de los que estábamos en Chile a plantear la situación en que estábamos y decir que había que revisar. La ofensiva eran atentados y todo tipo de acciones, era volver a las acciones que se habían parado por la represión del 72. Lo que se había estado haciendo era agrupar lo que se llamaban destacamentos para, a partir de ellos, llevar adelante las acciones armadas.  Cuando vienen los de Chile aquí a hacer una instancia de reflexión, conocen los destacamentos que eran pequeños grupos de tres o cuatro integrantes entre los cuales habían chiquilines de 14, 15, 16 y 17 años. Lo primero que plantean los que llegan es que ir a la guerra con esos recursos humanos era un suicidio y se reforzó la idea de discutir afuera, todos en común, qué hacer. Ese es el panorama previo al simposio de Viña del Mar.

El MLN era un movimiento con muchas vertientes, muy atípico para la izquierda, que convocó a jóvenes en su mayoría provenientes de sectores medios y de corrientes ideológicas de todo el espectro político nacional, vertientes socialistas, marxistas leninistas, cristianos , corrientes blancas y corrientes batllistas. Dentro de ese conglomerado siempre había estado presente una diferenciación muy fuerte con la izquierda tradicional y por supuesto con los partidos tradicionales y el debate de fondo que siempre estuvo en la organización y en especial en los círculos dirigentes había sido el tema de foco o partido, que vuelve a plantearse a partir del 72.

Jorge.-  Este debate admite diversas lecturas. Una de ellas es que resumía no solamente la vía de la acción sino que expresaba por un lado darle predominancia en la acción a algo muy viejo y tradicional en la izquierda de raigambre marxista-leninista,  que era el partido (“no hay revolución sin el partido que la conduzca”) y por otro lado la ruptura con esa vieja idea y era que “al partido iremos construyéndolo en la medida en que vayamos avanzando, lo determinante es el foco, la chispa que encienda la pradera”.

Roberto.-  A fines del 72, lo del partido convoca a todas las sensibilidades que pudieran estar más próximas a los temas ideológicos  como a los que tenían una mayor sensibilidad por la política.

Jorge.- No te olvides que la divisa de la organización era “los hechos nos unen, las palabras nos separan”

Roberto.- El fanatismo ideológico lleva a lo que es la “Tendencia proletaria” que es la matriz del “seispuntismo”(Nota ed.: grupo surgido en el Penal de Libertad que reivindicaba a la Unión Soviética y Cuba como las vanguardias revolucionarias y a la lucha armada como principal forma de enfrentamiento) Y se desarrolla allí la corriente marxista leninista más fanática y a su vez más militarista.

Librevista.- Pero no es la mayoritaria en Viña.

Roberto.- No, no es la mayoritaria. Tampoco lo es cuando surge después en Argentina, pero es allí que cuenta con el apoyo del ERP (Nota ed.: es el Partido Revolucionario de los Trabajadores- Ejército Revolucionario del Pueblo- PRT-ERP, organización argentina singular con influencias  troskistas, guevaristas, leninistas, y otras,  con fuerte convicción militarista y una historia de enfrentamientos con el peronismo y Perón)

Librevista.- En ese conjunto de gente que llegaba a Chile, había muchos que habían tenido participación política en el 26 de Marzo de entonces, con experiencia sindical  y gremial.

Roberto.- Hasta ese momento la dirigencia que estaba en la parte política era considerada en la interna como de segunda clase. Después del 72 empiezan a tener su reconocimiento.

Librevista.- Cosa que reproducen los represores, empiezan a considerar como más peligrosos a los políticos.

Roberto.- Y en medio de esta situación todo el sector más pensante, reflexivo, tiene un fuerte contacto con los dirigentes políticos que estaban dentro de lo que era la Corriente (Nota ed.: integrada por la Lista 99, Grupos de Acción Unificadora, Movimiento 26 de Marzo, Unión Popular, Movimiento Revolucionario Oriental, Movimiento Socialista, Movimiento Pregón, Movimiento de Acción Nacionalista)

Librevista.- Uno de los reproches hacia ustedes, y es una expectativa de Sendic que toma Fernández Huidobro, es que había quinientos o más combatientes que podían venir a frenar el golpe de Estado.

Jorge.- (risueñamente) Esto forma parte de las falacias y de la mitología existente. No había quinientos combatientes.

Roberto.- Había sesenta muchachos entrenándose en Cuba, en ese momento, pero sumidos en todo este debate.

Librevista.- Entrenarse no quiere decir ser combatiente.

Jorge.- Por otro lado, amén de que llevaría una larguísima discusión el definir qué se entendía por combatiente en aquel momento. Yo creo que en el mejor de los casos se dispondría de unas decenas. Pero además, desde fines del 72 a fines del 74 que es cuando se produce nuestra ruptura, no fue un proceso solamente de polémica interna, sino que se vivió al rojo vivo, en el sentido de que se intentó también varias veces sentar de nuevo las bases en el Uruguay y la Argentina para retomar la lucha armada. Todavía continuaba esa idea de reiniciar la lucha armada. Cada vez que se reiniciaba después de un trabajo enorme y sacrificios para volver a instalar una base en el Uruguay, volver a agrupar gente, eso terminaba, meses más o menos en nuevos golpes que asestaba la represión con caídas, presos, torturados, muertos. Ahí sí la polémica se va enrojeciendo.

Eso volvía aún más frenéticos a los fanáticos del accionismo militar y por otro lado a otro sector le iba introduciendo dudas acerca de ese camino. Hasta que llegamos a la conclusión de que era un camino cerrado.

Librevista.- ¿A qué pudieron atribuir esos golpes represivos?

Jorge.- A la soledad, más allá de que se puede analizar como toda cosa militar, clandestina si se falló en esto, en aspectos técnicos, si un compañero no se cuidó bien, etc. Pero si se analiza políticamente era la soledad total y era apostar a una clandestinidad basada no en la vinculación con la población, más allá de que soñábamos con ello, pero en los hechos era una clandestinidad basada en la infraestructura que pudiéramos montar nosotros mismos. En el 26 de Marzo quedaban dirigentes sindicales, estudiantiles que se reclutaban, pero cada vez nos convencíamos más que lo que hacíamos era volver a juntar a la gente para entregársela organizada al enemigo. Entre la navidad del 73 y abril del 74 cae la tanda más grande y ahí se terminó todo, no quedaba más nadie. En Chile imperaba la dictadura militar (Nota ed.: desde octubre de 1973) y en Argentina la persecución a los exiliados del cono sur ya comenzaba a hacerse sentir, con la ida de los mismos hacia otros países más lejanos (de Europa, América Central, Canadá, Méjico) como consecuencia.

Fijate que el último documento de la organización, el del “plan 72” caracterizaba al MLN como “indestructible” y en el término de abril 72 a setiembre no quedó nada de su aparato militar, sólo en cuatro meses y medio. Esto ya obligaba a pensar, y fue lo que se hizo en Viña  ¿nos habían destruido o no? ¿había sido una derrota militar y no política? Yo creo que hasta el día de hoy se proyecta esa discusión.  Estoy seguro que hoy hay gente que piensa que aquello fue en el peor de los casos una derrota militar pero no una derrota política, porque seguramente mucha gente está viendo en el crecimiento del Frente Amplio y del MPP un gran triunfo político de aquella línea, lo que es a mi juicio equivocado.

Librevista.- Creo que en el 72 hubo derrota militar y política, pero también puede decirse que el MLN fue más exitoso entonces políticamente que militarmente.

Roberto.- El resurgimiento actual  no tiene nada que ver con eso. El resurgimiento parte de que aparece una figura carismática, que hace una readaptación muy fuerte dentro del gran fenómeno populista.

Jorge.- Y que encarna el populismo esencial que tenía el MLN.

Roberto.- Es un producto, surge, pero ese crecimiento está dado por la aparición de esa figura. Para los jóvenes tiene un montón de connotaciones, pero sin Mujica...

Librevista.- ¿Podríamos volver atrás? Ya al final del proceso de ruptura, en 1974 se realiza una reunión importante del comité central del MLN en Buenos Aires.

Roberto.- Allí ya está dibujada fuertemente toda la corriente rupturista, que termina siendo mayoritaria en ese proceso de discusión y por otro lado, la tendencia proletaria, en la cual se aglutina toda la corriente más ortodoxa y elemental de las corrientes marxistas leninistas dentro del MLN y su total dependencia del PRT-ERP argentino y comienzan a influir atrás los cubanos

Librevista.- ¿Cómo influyen los cubanos?

Roberto.- Es larga la historia, es una tenaza, junto con los troskistas argentinos, apoyando la manera de reiniciar la lucha armada en el Uruguay y por supuesto el señalarnos a nosotros como los enemigos. Pasamos a estar entre dos fuegos, por un lado los militares que a quienes más buscaban era a nosotros y por otro la propia interna fanática.

Jorge.- Y los cubanos apostando muy fuertemente a colocar todo lo que quedaba de la izquierda bajo la égida del Partido Comunista uruguayo.

Roberto.- Cuba estaba jugada a ello, a transformar al MLN en el aparato armado del Partido Comunista.

Jorge.- Aquí hay que reintroducir tu pregunta sobre la actitud o respuesta ante el golpe de Estado. Para mí estábamos a años luz de encarar una insurrección para frenarlo, más allá de algún atentado, pretender más que eso era ya imposible. Pero, la segunda cosa es, si era eso lo que había que hacer. La conclusión a la que llegamos es que no sólo era disparatado, porque no teníamos las mínimas condiciones militares ni humanas, sino porque además políticamente lo considerábamos una locura, porque era dar la patada inicial a una masacre. Más allá de que el Ñato pueda decir que le dimos “el golpe en la nuca” al MLN y se pueda discutir si el MLN estaba vivo o estaba muerto, me parece que el tema de fondo es si era ésa la respuesta que había que dar. Y yo creo que felizmente se conjugaron las dos cosas, porque de repente si hubiéramos tenido las condiciones, no sé, capaz que hubiera triunfado la posición de lanzar una gran ofensiva, pero se combinó con la decisión de que no era ese el camino. No olvidemos que el “plan 72”, cuando el MLN se autocalificaba como “indestructible”, se planteaba lanzar una gran ofensiva para “colocar al país en estado de insurrección” y quedar “ a las puertas del poder”. Si en la pobreza política y militar en que el MLN se encontraba en junio de 1973, había una corriente militarista que planteaba “con veinte hombres bien dispuestos y una docena de armas pesadas” se podía derrotar a las FFAA, es de imaginarse cuánto más podría haber incidido si el MLN hubiera contado con un armamento importante.

Y me parece gravísimo que hoy, desde el Senado de la República, cuando en toda América una de las batallas centrales es la reafirmación de la democracia, desde el Senado se reivindique como camino la insurrección, como se reivindica la toma de Pando. Es un peligro latente, en una situación crítica que se pueda presentar, en lo social, ¿cuál va a ser la conducta de esos sectores?

Roberto.- En todos esos años se fueron acumulando muchas experiencias. A pesar de la edad promedio, no sólo se estaba aprendiendo sobre lo pasado aquí en el país, sino que varios  habían  conocido Cuba, al poco tiempo de salir de la cárcel con muros de piedra pasaron a estar en otra con muros de agua. Esa era una dictadura, donde mandaban las fuerzas armadas, todo el proceso que se estaba generando en el Uruguay era ya lo que tenían los cubanos, y hubo la posibilidad de verlo sin que se ocultara nada. Toda la cuestión mítica de que la revolución uruguaya pudiera recorrer el mismo camino que Cuba, se desbarata al conocerla, donde Cuba no era lo que es hoy. Era una gran pobreza, pero uniforme, lo que había socializado la revolución era la pobreza, menos el Comité Central, que vivía en unas condiciones de vida  distintas. Todo ello había sido posible por la ayuda de la Unión Soviética, ya que hoy esa pobreza uniforme ha desaparecido y gran parte de la población vive en la miseria y la exclusión social.

Librevista.- ¿tuvieron que sufrir alguna experiencia represiva en Cuba?

Roberto.- No se llegó a sufrir porque la gente salió antes. Cuando alguno de nosotros quiso volver para sacar a la gente, se le prohibió la entrada.

Jorge.- A su vez, estábamos viendo el fracaso del gobierno de la Unidad Popular en Chile. El fracaso no es en setiembre de 1973, sino que estaba a la vista mucho tiempo antes. Estábamos en la diaria, por un lado muy cerca de Allende y por otro lado de algunos sectores del Partido Socialista, además del MIR chileno (Nota ed.: Movimiento de Izquierda Revolucionaria, surgido en la Universidad de Concepción, con influencias marxistas y cristianas y apoyo en los movimientos campesinos, que cultivaba la lucha armada)  cotidianamente. En esa vivencias era perceptible, en conversaciones con dirigentes de primera línea. Entonces era clarísimo que ese proceso iba a la derrota y eso nos condicionaba. Al mismo tiempo que buscábamos, por la concepción que teníamos en aquel entonces, desarrollar los lazos con aquellos que a nuestro juicio eran los más revolucionarios lo que desemboca en una especie de coordinación,  la que en poco tiempo nos da elementos para darnos cuenta del camino peligroso que eso implicaba. Por un lado lo de Chile, que había sido una experiencia seria, elegida democráticamente y como experiencia de gobierno socialista moría. Por otro lado el contacto con los Montoneros (Nota ed.: grupo armado argentino peronista, cristiano) con el PRT, en poco tiempo nos permite a nosotros ir detectando a dónde conducía ese camino. Esa vinculación, a la que apostamos mucho fue la que permitió ir descubriendo los elementos que fueron alejándonos de todo eso, a un grupo de nosotros. Nuestra ruptura no es solamente una diferencia táctica sino que es una ruptura con toda una concepción. Así terminamos convencidamente, abrazando la causa de la democracia republicana, en ese sentido, nos transformamos en seres profundamente liberales filosóficamente apegados cada vez más al humanismo, en ruptura abierta con todas las concepciones provenientes del marxismo-leninismo.

Librevista.- ¿Pueden detenerse en las conversaciones con Michelini y otros políticos exiliados?

Jorge.- Eran conversaciones individuales, por vínculos personales anteriores. Otros tenían amistad con Wilson, con el Toba, el querido viejo Washington Fernández, al entrañable Justino Zavala,  gente que formaba parte de aquel Uruguay profundamente democrático, que encarnaba a ese Uruguay, que podían tener coincidencias con la izquierda ortodoxa, en cuanto a oponerse a los más ultramontanos en la política y el ejército en el Uruguay, pero que no tenían para nada las mismas raíces en lo filosófico-político.

Librevista.- Estoy pensando concretamente en que dos compañeros de ustedes, Rosario Barredo y William Whitelaw,  fueron muertos conjuntamente con Michelini y Gutiérrez Ruiz en Buenos Aires.

Roberto.- Cuando los asesinaron, junto a sus cuerpos aparecieron volantes que decían que fueron ajusticiados por el ERP a pedido del MLN, por traidores a la revolución.

Librevista.-  ¿Creen con fundamento que a Willy y Rosario los mató el ERP? ¿o es como se dijo siempre que los militares uruguayos dejaron esos volantes?

Roberto. - Fue un operativo combinado entre los grupos de las AAA (Alianza Anticomunista Argentina)  y militares uruguayos, siendo estos últimos que tenían toda la información de la división interna, quienes confeccionaron el volante para confundir, partiendo de la hipótesis de que sembrarían la duda.

Jorge.- A nosotros se nos condena a muerte por parte de aquellos que quedan en la dirección del MLN en ese momento y ¿de qué se nos acusa? El punto uno es la traición por haber abandonado la lucha armada, el punto dos era que proponíamos la alianza con la “burguesía” expresada en la UAL ( Unión Artiguista de Liberación), con políticos “burgueses” como Erro y Michelini, eso decía la resolución. Como con Wilson, el Toba y otros dirigentes políticos que hoy la sociedad uruguaya valora en toda su dimensión y quisiera tener gente de esa talla. Cobraron fuerza en los momentos oscuros por la luz propia que tenían. Porque si Michelini defendía a los presos en el parlamento, no era porque coincidiera ideológicamente con los tupamaros, sino porque su filosofía liberal-humanista lo llevaba a ser un defensor de esos muchachos y un opositor tenaz al desbaratamiento de las instituciones democráticas o a la actitud con que muchos militares desprestigiaban a las fuerzas armadas que en su conjunto habían sido hasta entonces democráticas. Las conversaciones que tuvimos el privilegio de tener...hasta las lecturas que hacían. Te encontrabas con  Michelini en un boliche a tomar un café y siempre andaba con un libro y ¿qué era? Era Faulkner o Tocqueville, eran tipos así. Para nosotros eso fue fundamental, si no, no se puede entender que nosotros nos zambulléramos de nuevo a leer a José Pedro Varela, Rodó, Vaz Ferreira, Ardao, eso constituyó la bibliografía de cabecera de todos nosotros después, como pensadores nacionales con vastas proyecciones fuera de fronteras.

Roberto.- Cuando le planteábamos a Zelmar los dilemas a los que nos enfrentaba la situación interna, en lo que estábamos, si rompíamos o no, nos decía: “ Muchachos, no tengan miedo de pensar”. Te quiero contar además la última conversación con Zelmar. El nos cuenta que tenía una invitación para ir a Cuba y estaba tratando de obtener el pasaporte para salir de Argentina, en abril del 75, y nos dice: “Anoche me llamó Wilson, y me pidió  que por favor no fuera a Cuba, que no fuera porque eso iba a ser utilizado en Uruguay en contra mía; entonces yo le pregunté a Wilson: pero, Wilson, ¿vos te estás preocupando por mi imagen política? ¿Y saben qué me contestó? Mirá Pito, yo no puedo pensar en que volvamos al Uruguay y continuemos políticamente separados.”

Y ahí le dijimos: para ese proyecto, queremos trabajar. Eso es lo que te explica la muerte de ellos  (Michelini y Gutiérrez Ruiz) y que los compañeros nuestros hayan muerto con ellos. Para nosotros ya estaba el convencimiento de que el camino de terminar con la dictadura era político, que no iba a ser en un corto plazo, que sólo sería por las vías políticas. Ellos eran más optimistas que nosotros. Pensábamos que iba a ser a más largo plazo de lo que ellos estimaban por sus contactos en el Uruguay.

Jorge.- Un día le pregunté al Pito qué quería decir con “no tengan miedo de pensar”. Me tomó del brazo y dijo más o menos: “Mirá, es muy fácil creer que uno es libre de pensamiento cuando la conclusión que llega es la reafirmación de lo que uno piensa. Uno es realmente libre de pensar cuando concluye en contradicción con lo que hasta ese momento pensaba. De lo que se trata es aceptar esa otra conclusión como válida”.

Librevista.- ¿Y ahora, qué balance pueden hacer de esos tiempos juveniles, pero de gran aprendizaje, qué sentimientos les vienen?

Jorge.- Yo creo que no es bueno para ninguna persona tener que renegar de lo que ha hecho, sobre todo cuando uno lo ha hecho con la mayor buena fe y entrega, con ideales humanistas, de justicia social. Ahora, otra cosa distinta es, con la ayuda de la reflexión, de la razón, echar una mirada a todo eso que tiene sus proyecciones hoy, entonces sí, ahí ver aquello  no sólo como un camino sin salida que no conduce a nada, sino que ese camino implica inexorablemente violencia, desgarramientos de la sociedad, de la familia, aún hoy, treinta años después de todo aquello, hay sectores que se resisten a que la sociedad vuelva a ser una sola, a dar pasos hacia una reconciliación entre los uruguayos sin que nadie deje de ser lo que es. Nosotros pudimos haberlo vivido con un gran entusiasmo juvenil, pero desde el punto de vista ciudadano, no podemos quedarnos con esa dimensión. Si bien toda sociedad debe ser comprensiva con sus impulsos juveniles, treinta años después no se puede seguir glorificando el camino que por generosidad veinteañera ayudó a convertir este país durante un período importante, de difícil convivencia. Yo recuerdo cuando el Che Guevara vino al Uruguay y habló en la Universidad, llamaba la atención que en un país donde hubiera un gobierno democráticamente electo, en ese país no había la más mínima posibilidad de desarrollar el proyecto revolucionario armado. Nos decía a los que estábamos allí escuchando, que cuidáramos esta democracia, aún con todas sus imperfecciones, porque en una guerra se sabe cuando se tira el primer tiro pero jamás se sabe cuando se tira el último y con qué consecuencias.

Roberto.- A los poetas hay que escucharlos, como al que dijo “caminante no hay camino, se hace camino al andar, y al volver la vista atrás, verás el camino que jamás volverás a pisar. Caminante no hay camino, sólo estelas en la mar” Esa es una maravillosa síntesis.