Ni ajeno ni tan poderoso (el capitalismo)

X Alejandro Baroni (*)


Comentarios al suplemento día del futuro de La diaria
dedicado a la obsolescencia programada y la sociedad de consumo
http://ladiaria.com.uy/suplementos del 17/10/2014

¿obsolescencia programada?

Si fuera posible describir – según Nietzsche es definible sólo aquello que no tiene historia – la obsolescencia sería la dinámica pérdida de utilidad de un producto, punto en el cual es (¿debe ser?) sustituído o descartado. La programación de la obsolescencia es la determinación por el productor de una vida útil, según su diseño, materiales, sistemas operativos, etc. Es decir, el producto llegará un momento en que no funcionará y deberá ser descartado. Salvo que surjan opciones sustitutas más convenientes antes que se deteriore. Si surge un competidor, antes de que sus materiales/sistemas se deterioren y condenen al producto, la programación no dará el resultado esperado. ¿puede ser programada la innovación? El ejemplo de los celulares es interesante: cada tantos años surgen nuevos modelos, más smart que los anteriores, ¿ese lapso de renovación está definitivamente programado? Parecería que no. El Windows 7 ¿está ya obsoleto? ¿aparecieron nuevos sistemas operativos para sustituírlo? Sí, pero no está obsoleto, pese a sus diseñadores.
Existe una lámpara incandescente encendida en un cuartel de bomberos de Livermore, Estados Unidos, desde hace más de cien años (no está claro qué ocurriría si esa lámpara fuera encendida y apagada según un ciclo diurno- nocturno, por ejemplo). En un momento posterior, los fabricantes de lámparas incandescentes acordaron un límite máximo de vida útil para sus productos.
La obsolescencia no programada de la lámpara de Livermore no parece ser un ejemplo adecuado de bondad social, tecnológica y ambiental. Implica que no se fabricarán lámparas por mucho tiempo luego de cubierta la demanda y se fabricarán nuevas sólo si aumenta la demanda. Por otro lado, las lámparas construídas hace cien años no poseen la relación consumo eléctrico/luminosidad que poseen las actuales – consumiendo más energía por lumen entregado.
La obsolescencia programada de las lámparas de Osram, Philips y GE tampoco parece ser adecuada de bondad social, tecnológica y ambiental. Básicamente, porque determinaron un acuerdo oligopólico de calidad. Ninguna de esas compañías – si cumple el acuerdo- podrá mejorar la calidad de sus lámparas, de acuerdo con las demandas de los consumidores.
Otro ejemplo puede ser las lavadoras de ropa. Poco tienen que ver las actuales con las pioneras, de grandes motores consumidores de electricidad, escaso automatismo y nulos enjuagues, pese a que algunas continúen funcionando.
La obsolescencia programada aplicada a productos como automóviles, electrodomésticos, maquinaria industrial, computadoras, es una práctica común en las economías de mercado, aunque limitada a productos cuya escala esperada de innovación es baja y sus servicios son estables. También es y fue utilizada – por diferentes/similares mecanismos- en las economías centralmente planificadas. En países con escaso valor agregado a sus productos, caso Uruguay, el suple recoge adecuadamente las situaciones: no hay intento de programación de la obsolescencia, aunque existen excepciones. El aporte de Fernando Flores Morador es relevante en el desarrollo del suplemento.

¿producción o consumo?

Karl Marx puso su foco en la producción de bienes y servicios. En su obra mayor sobre economía política, El Capital- Crítica de la Economía política, se dedica a desmenuzar (o deconstruir) los elementos conformadores del capital, y marca sus diferencias con los teóricos contemporáneos suyos, aunque toma y se apoya en conclusiones anteriores, referidas ante todo al capitalismo inglés. Según Marx, la característica principal, distintiva del capital de su época, es la acumulación de valor, en la forma de plusvalía, ese valor que no es reintegrado a las personas que trabajan y que pasa a incrementar el capital. En su modelo abstracto, la remuneración, el salario, es el suficiente para asegurar la subsistencia del obrero. Dice: en un país y una época determinados, la suma media de los medios de vida necesarios constituye un factor fijo. El valor de un objeto es la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirlo y podrá ser cambiado por otro que tenga ese mismo valor, a través de dinero, etc. No es posible relatar aquí su extenso y minucioso planteamiento, pero me interesa anotar lo siguiente:

La insistencia de Marx en la formación y reproducción del capital, de acuerdo a lo que percibía en su momento histórico, y su visión de que la iniciativa casi única y determinante estaba en los capitalistas condujo durante mucho tiempo, en el socialismo real, a los férreos planes de producción, quinquenales y otros, a la adjudicación burocrática de valor y a la fijación de precios administrativos para determinados productos considerados importantes. Es decir, un modelo formulaba qué era necesario y qué innecesario para las personas, sin tener en cuenta sus opiniones y deseos.
Dicho esto, y para defensa de adecuadas planificaciones: previo a la segunda guerra mundial, la URSS planificó concienzudamente la fabricación de tanques, los cuales, en decenas de miles contribuyeron decisivamente, junto con el invierno y el heroísmo de los combatientes, a detener la amenaza nazi ante Stalingrado.

¿siglo 19?

En el siglo 21, muchas cosas han cambiado y ocurrido desde que Marx estudiaba en la Biblioteca londinense y publicaba en el New Yorker. Quedan planteos destacables, e inolvidables, como su impulso fantasmal a cambiar el mundo, y otros no tan importantes como el del fetichismo de la mercancía, que nos interesa aquí. Marx decía que la mercancía se parecía (y se parece) a un fetiche, una cosa que toma vida propia ante los humanos, que parece desprendida de las relaciones humanas, de las capacidades, relaciones y trabajo que la produce. En forma similar, hoy existe una tendencia- que se expresa claramente en el suple- a hablar de el capitalismo o el sistema y hacerlo también fetiche, es algo que está ahí, que es el poderoso, maneja, ordena, destruye el ambiente, crea desigualdades, o crece por el gusto de crecer. Mucha metafísica y resabios teológicos dijo Marx.
Una caricatura. Es un algo, un ente extraño y abstracto, casi un sujeto, estructurado a través de los tiempos. Es otro ejemplo de estructuralismo social: nos brinda fotografías buenas o malas, nunca una película dinámica y cambiante. Y una extraña ideología anticapitalista que poco contribuye al fin del capitalismo.
Sin embargo, todo lo que ocurre en una sociedad es el resultado de las actividades humanas, sus relaciones, de sus decisiones, tanto del lado de quienes acumulan el valor como de los que se emplean, etc. Esta observación no es menor: tomar al capitalismo como un ente abstracto sobrevolador es recortar las posibilidades de cambiarlo, modificarlo, atenuar sus problemas, de bajar las barbaridades que provoca, de desarrollar sus contradicciones y tal vez, darle fin. ¿Por qué es un recorte? Porque se pierde oportunidades, salvo por decreto, por negación o enfrentamiento de bloques -que por otra parte ya no existen. Lo que ha resultado hasta ahora- desde la ajenidad y el fetichismo- pura ideología- es lograr formas socialistas cuyo gran denominador común ha sido la dominación social y biopolítica despiadada. El socialismo tal cual ha sido presentado hasta ahora ha traído que el valor sea gestionado y definido por élites del partido, con gran acumulación de poder en ellas y conllevando dictadura. No, gracias.
Si no nos consideramos ajenos a las condiciones cotidianas de vida, de lo que se trata es luchar paso a paso, con extensión de derechos tras extensión, de ganarle espacios a los que concentran el capital, distribuir valor, desmitificar el mercado y actuar sobre él, combatir la burocracia que te asfixia, apoyar los movimientos sociales que buscan producir y apropiarse del valor generado, la disposición ecológica y reciclable de los productos descartados, la generación renovable de energía, las producciones mínimamente contaminantes, y la educación crítica/tecnológica.
Negar el capitalismo más o menos ajeno, denunciar la explotación de personas y ambiente, condenar determinadas éticas salvajes sin seguridad social y derechos, contribuye. Pero no es capaz de superar. La negación tiene limitaciones prácticas.

¿sociedad de consumo?

¿podemos pedirle a los vecinos, obreros o madres jefas de familia que rechacen el celular, que no lo cambien a menudo, que no tomen vino, el televisor LED, la lavarropa, un refrigerador? A los aspirantes a la dominación biopolitica les encanta decirle a la gente que consuma esto o aquello, lo necesario sí, lo innecesario no, mientras viven en otros barrios y tienen sus heladeras repletas.
La denominación sociedad de consumo que coloca ideológicamente al consumo como el motor de la gente, incentivado via publicidad e imagen y creación de necesidades inútiles por el mercado es manejado a menudo por el suple. Parece sugerirse, a cambio, una regulación de las necesidades, no basadas en la vida ciudadana, sino en la decisión estatal, moral y dominante. O bien una transformación cultural importante, que frene el consumo excesivo. Por ejemplo, el capitalista puede proponer, invertir su capital en determinado rubro, tomar riesgo, conformar una industria o servicio, pero su éxito o fracaso dependerá de un montón de factores, entre los cuales está la demanda, sus capacidades, la productividad de su empresa, los compradores, el consumo, la mano de obra manual y la mano de obra cognitiva. Puede generar una imagen, publicitar un producto, intentar crear una necesidad de consumirlo, pero su triunfo será pasajero y estará sujeto al mercado relativamente competitivo y, en particular a los compradores. Se habla de una sociedad de consumo, lugar aparentemente creado por los capitalistas y formadores de demanda, que concibe a los consumidores – sin distinciones entre Carrasco y La Teja- como receptores manipulables que son llevados para aquí o para allá. Es un modelo ideológico.
La crítica moral al consumo puede ser una proposición adecuada para la conducta de las personas, para evitar un cierto despilfarro, pero el problema está en los límites. Cuando decimos que culturalmente se consume, y de ahí saltamos a denominar a la sociedad como de consumo ¿dónde empieza el despilfarro y lo excesivo? ¿en la lavadora de ropa? ¿la lavadora de vajilla? ¿aire acondicionado? ¿cuánto aire acondicionado? ¿qué es lo necesario y qué es lo accesorio? No se pueden establecer los límites en forma extensiva, para todas las personas y las situaciones. No se puede hablar de la misma manera para consumidores europeos o latinoamericanos. Sí, por ejemplo, se puede propender a una arquitectura, térmicamente cómoda para evitar el consumo excesivo del aire acondicionado, o a un sistema de transporte público aceptable que camine a más de diez kilómetros por hora y te permita sentarte, para bajar la avalancha de coches chinos que compran los que están ganando más que antes. Podemos hacer tributar alto a vehículos no utilitarios con motores mayores de 1.500 centímetros cúbicos. Pero no le podemos pedir al obrero de la construcción que deje su moto y vuelva a su bicicleta para ir a las obras, siempre cambiantes de lugar y lejanas. No es lo mismo viajar a la facultad que a la obra. Se han perdido elecciones departamentales por no bajar las patentes de las motos. La tecnología de las comunicaciones se renueva muy rápido, no hay jóvenes que anden sin celular, es la extensión de su mano, como los auriculares son la extensión de su cabeza. Se puede proponer automóviles de bajo consumo, pero no calificarlos como necesarios o innecesarios, sino convenientes o inconvenientes.

¿educación crítica o para el mercado?

Si se trata de proponer un cambio cultural grande, como se expresa en el suple, de promover la formación de personas críticas ante el mercado, para manejar en forma diferente a las conductas consumistas, esto tiene que ver con la educación formal e informal, aunque no exclusivamente. Estoy de acuerdo, sí debemos crear criticismo ante lo que se compra y lo que no.
Ahora bien, tal como se plantea demasiadas veces, desde corporaciones docentes y otras, el objetivo de la enseñanza pública es formar jóvenes que sean críticos y no aptos para las leyes del mercado. La consecuencia inmediata que se observa es que los bachilleres ganan 10-14.000 pesos reponiendo las góndolas del supermercado o rompiéndose los oídos en los call centers porque no están preparados para ocupaciones diferentes que los sustenten mejor.
La educación del siglo 21 incluye la dimensión crítica y humanista así como la dimensión tecnológica, el know how. Cualquier falsa oposición- todo privilegio de una sobre otra- entre estas dos dimensiones es freno para la humanidad. Es una dominación biopolítica del poder/saber docente sobre el resto, en particular sobre los/as jóvenes
La generación de valor ya no es estar en una fábrica con tantas horas/ hombre de trabajo, sino que ahora crece y aporta el valor cognitivo, que no depende del tiempo medio de trabajo de Marx, y el valor innovador- en modalidad que se extiende. Esto quiere decir que el capital fijo (maquinaria, instalaciones, etc) depende, para acrecentarse, de otras generaciones de valor para su gestión, muchas veces individuales y dispersas, en red, a veces centralizada, a veces más o menos autónoma. Se necesita quien programe tal gestión de una maquinaria…, o promueva otra producción diferente, adecuada a la cultura e historia particular de una región. Ejemplo, si tenemos una materia prima accesible y aceptable para construir, proyectamos con ella, con resoluciones estéticas propias. Esta es la vía de escape para mucha clase media que tiene abundante valor para dar, ganando libertad y generando capital bien distribuído y difícil de manipular por un gran hermano o un oligopolio privado. Para ello, la lucha por una educación productiva y crítica- ambas inseparables, viene bien. Dicho de otra manera, ya el capitalista no es la única figura decisiva en el devenir económico y cultural, como de alguna manera simplificaba Marx.
Cada vez más, la implementación de sus decisiones dependen de las acciones biopolíticas societales, de las aptitudes, capacidades y deseos de los/as trabajadores, de la presentación de demandas ciudadanas y de plataformas que suministren gobiernos que hagan izquierda.
Y las alternativas dependen de lo mismo.

 

Para estas líneas, agradezco los encuentros y desencuentros con Theodor Adorno, Michel Foucault, Karl Marx, Antonio Negri, Richard Rorty, William Shakespeare, según orden alfabético.

15 de Noviembre de2014

(*) editor de Librevista

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