X Adolfo Garcé

El año uno de la Era Progresista
Saldo positivo pese a las tensiones de la interna


En setiembre de 2004, con Jaime Yaffé, publicamos La Era Progresista (Editorial Fin de Siglo). El argumento del libro era muy sencillo. Dando por hecho que la izquierda ganaría la elección presidencial, sosteníamos que sobraban razones para pensar que tendría un buen desempeño en el gobierno.

Pasó un año desde entonces. Efectivamente la izquierda ganó, y lo hizo en primera vuelta. Con las cartas a la vista (pasados los 100 primeros días) sigo pensando lo mismo: el primer gobierno de izquierda ni está fracasando ni fracasará. Por eso mismo, el escenario más probable es que, en las elecciones de 2009, la izquierda sea reelecta.

En la primera parte de esta nota quiero trazar el balance de los cambios más importantes que visualizo. En la segunda quiero fundamentar que, como ha quedado absolutamente claro durante estos meses, el principal desafío del gobierno es manejar sus conflictos políticos internos.

Saldo positivo

La primera razón por la cual considero que el saldo es positivo es que Tabaré Vázquez se desenvuelve razonablemente bien en el ejercicio del cargo presidencial. Lo peor que puede pasarle a un país con sistema de gobierno presidencialista es que el desempeño presidencial esté por debajo de las necesidades que imponen las circunstancias. Este punto, que es un tema clásico en la literatura que, en la Ciencia Política, discute los defectos y peligros del presidencialismo (la referencia principal es la obra del español Juan José Linz), es extraordinariamente relevante para cualquiera que haya seguido de cerca la gestión del ex presidente Jorge Batlle.

El desempeño de Jorge Batlle estuvo claramente por debajo de las necesidades de la, justo es decirlo, dramática época que le tocó vivir, y de las expectativas que una amplia mayoría de los uruguayos habían depositado en él. Incluso quienes no lo votaron, lo consideraban en 1999 un hombre competente en temas de gobierno. Con Vázquez pasaba y pasa exactamente lo contrario. Muchos tenían muy serias dudas en cuanto a cómo se manejaría como gobernante. Sin embargo, el desempeño del presidente es satisfactorio. Es cierto que, en la mayoría de los temas de gobierno, tiene menos manejo e información que Batlle, Sanguinetti y Lacalle. Sin embargo, conciente de sus limitaciones, Vázquez opina poco de temas específicos y delega las principales orientaciones de las políticas en sus ministros. A diferencia de Batlle, Vázquez evita exponer su imagen a un desgaste prematuro.

En segundo lugar, el saldo es positivo porque, como era previsible, el gobierno "progresista" tiene una agenda amplia y muy pertinente. En estos 10 meses de gobierno, además, ha logrado avances significativos en varias de sus prioridades. En mi opinión se destacan la política de DDHH y de relacionamiento con las FFAA, la convocatoria a los Consejos de Salarios, la reforma de la saluda, la prioridad dada al combate contra la indigencia y la solvencia de la política económica. Repasemos brevemente estas cinco áreas.

La política de DDHH y la relación con los militares se llevan, en mi opinión, el primer premio. Es cierto que, lamentablemente, no fueron hallados todavía los restos de los desaparecidos. Es cierto que Vázquez mostró cierta ingenuidad al dar por buenos los datos brindados por las FFAA. Sin embargo, durante estos meses de gobierno de izquierda, los uruguayos hemos asistido a un giro copernicano en la relación entre el poder civil y el poder militar. Los cuarteles de las FFAA ya no son propiedad privada de los uniformados. La virtual extraterritorialidad de las dependencias militares se evaporó el día que empezaron las excavaciones en el Batallón 13. Es un cambio histórico, no lo perdamos de vista.

También se ha verificado un cambio importante en el equilibrio de fuerzas entre el capital y el trabajo. La reinstalación de los Consejos de Salarios introdujo una novedad muy importante y tendrá un impacto importante en los niveles salariales y, muy probablemente, en la distribución del ingreso. El manejo de la relación con trabajadores y empresarios ha sido muy cuidadoso. El principal mérito de esto le corresponde al Ministro de Trabajo, Eduardo Bonomi.

Otra área en la que el gobierno está impulsando un cambio profundo es en la política de Salud. La reforma que viene impulsando no es mera cosmética: se trata de una propuesta compleja que implica cambios en el relacionamiento entre los distintos actores y en el financiamiento del sistema.

También forma parte de las realizaciones de este gobierno la creación del Ministerio de Desarrollo Social y la aplicación del Plan de Emergencia. Ambas iniciativas han sido muy cuestionadas con excelentes razones. Sin embargo, el gobierno lucha pública y notoriamente, acertando y errando, contra la exclusión social, procurando cumplir con una de sus más destacadas promesas electorales.

La política económica merece un párrafo aparte. Es, sin dudas, un área en la cual el gobierno se maneja con una destreza infrecuente en el país e impensable, hace un par de años solamente, para un gobierno de izquierda. El equipo económico que dirige Danilo Astori es el más sólido y profesional de la historia de nuestro país. Tiene una agenda relevante (inversiones, recaudación, competencia, deuda externa, reforma tributaria) y sabe trabajar para cumplir con ella. Ciertamente, no hay cambios relevantes en esta área respecto al pasado. No es menos cierto que en este punto, la izquierda uruguaya hace lo mismo que las demás izquierdas responsables del mundo: procurar asegurar un clima de negocios razonable, a través de políticas fiscales equilibradas.

Las tensiones de la interna

El gobierno va marchando. Va bastante bien, como habíamos imaginado. Sin embargo, no faltaron tropezones, tensiones y problemas. Con toda sinceridad debo decir que pensé que los conflictos políticos (con la oposición y dentro de la interna) iban a ser un poco menos estridentes.

El primer gran tropezón fue el fracaso de las negociaciones con los partidos de oposición acerca de la integración de los entes. Lamentable. En ambos lados, en el gobierno y en la oposición, faltó grandeza y altura de miras y sobró mezquindad y torpeza. La presencia de la oposición en los entes es un mecanismo sabio: es una garantía muy importante tanto para los clientes de las empresas públicas como para sus funcionarios. Vázquez es un excelente articulador de la interna de la izquierda, pero un mal constuctor de puentes con la oposición.

No sólo hubo tensiones fuertes con la oposición. También el clima de la interna del partido de gobierno se crispó demasiado a menudo. En general, el nudo en el que se han atado los conflictos ha sido la gestión del equipo económico. Muchos sectores han cuestionado aspectos importantes de la gestión de Astori y los suyos, pero los problemas más serios se registraron con el MPP y la Vertiente Artriguista.

Entre el MPP y Astori ha habido numerosos motivos de conflicto, desde cómo atender el problema de las deudas del agro hasta si el gobierno debe o no ratificar el Tratado de Protección de Inversiones con EEUU. En la superficie, es un pleito entre Astori y Mujica. En el fondo, es mucho más complejo. No fueron ni Mujica, ni Fernández Huidobro ni Bonomi los que dispararon contra la política económica. Por detrás de ellos se asomaron otros dirigentes del MPP que tienen una visión distinta a la de los tres dirigentes referidos acerca de qué debería hacer la izquierda en el gobierno. Dicho más claramente: el clima de tensión entre el MPP y Astori se debe fundamentalmente a que Mujica, durante la primera mitad del año, tuvo problemas para controlar la interna de su propia fracción.

La estrategia de cooperación que prevalece entre Astori y Mujica quedó claramente de manifiesto cuando el gobierno estuvo a punto de quedarse prematuramente sin equipo económico como consecuencia de las diferencias instrumentales en torno a cómo cumplir con la promesa del 4,5% del PBI para la enseñanza. Ese fue el problema más serio que tuvo el gobierno. En este caso, la Vertiente Artiguista logró hacerse escuchar por el Presidente quien, por primera vez desde julio de 2004 (cuando anunció, sin consultar con nadie, que de ganar la elección del líder de Asamblea Uruguay, sería su Ministro de Economía), tomó distancia de las propuestas de Astori. El conflicto, finalmente, no pasó a mayores y culminó con una negociación entre el equipo económico y el punto de vista expresado por el Presidente Vázquez. Las tensiones entre distintos sectores del EP-FA y el equipo económico no necesariamente reflejan diferencias ideológicas de fondo. Es posible que existan diferencias ideológicas entre algunos militantes del MLN y del MPP y Astori. Pero no entre Mujica y Astori, y menos entre la Vertiente Artiguista y Asamblea Uruguay. Si existen tensiones en la interna es porque el FA es un partido altamente fraccionalizado en el que cada fracción pugna por aumentar su incidencia política. Nada indica que esto vaya a cambiar ni en el corto ni en el mediano plazo.

Sin embargo, y vuelvo al principio, hay motivos para suponer que el gobierno progresista logrará seguir resolviendo sus conflictos internos sin que la sangre llegue al río. Es claro que Vázquez no sabe cómo dialogar provechosamente con la oposición. También es claro que de muchas políticas específicas conoce poco. Me parece muy poco probable que tenga una opinión demasiado fundada sobre qué es lo más conveniente para el país, si ratificar o no el Tratado de Protección de Inversiones con los EEUU. Tampoco es seguro que maneje los detalles de la compleja reforma del sistema de salud que su propio gobierno está impulsando en la Ley de Presupuesto. Sin embargo, es evidente que Vázquez sabe hacer algo mucho más importante: sabe gobernar las fuertes tensiones de la interna "progresista". Teniendo en cuenta que la clave de la gobernabilidad, como anticipamos en La Era Progresista, está en la disciplina interna de la bancada del partido de gobierno, asegurar un clima elemental de cooperación entre las distintas fracciones del EP-FA es resolver el problema principal del gobierno. Vázquez en esto no ha fallado. Algunas olas fueron muy fuertes, pero no soltó nunca el timón. Me parece claro que en esto no va a fallar. Que nadie se llame engaño: hay "progresismo" para rato.